Y así, esa bombilla de fuego incandescente que parecía ser imposible de ocultar, casi mágicamente, comienza a ocultarse por sí misma. Mi espíritu lo percibe, siente paz y luz cuando, poco a poco, empieza a apagarse el día. La atmósfera y el cielo y el suelo resuenan al compás del atardecer. El fuego se va apagando y mi Ser, mi Ser se prepara para renacer. Es este preciso instante donde me despojo de todas mis cargas terrenales, lentamente, y me entrego al plano divino, ese que vibra en una dimensión más elevada. Suelto, me voy alivianando, me dejo llevar... Algo mágico está por ocurrir.