No soy de las chicas que se emocionan cuando se trata de ir a una fiesta, ni las que andan organizando la bendita ropa que usarán para ese día. Soy de las que prefieren quedarse en su habitación leyendo su libro favorito para luego, colocarse los audífonos y así, quedarse dormida al compás de un buen sonido relajante. Pero al ser la fecha especial de una de mis mejores amigas, tuve que inclinarme a lo primero y gracias a ello, ahora estoy condenada a arder en las llamas del infierno.
— ¿Desde cuándo dan misiones imposibles? —digo frustrada y ya siento que toda la piel me quema— Saben perfectamente que ese idiota no quiere tener ninguna relación formal con nadie. Lo de él es vacilarse, nada más.
—Por ese motivo, tienes la misión de hacerle cambiar de opinión—Stefany sonríe y da un suspiro— Imagínate ser la novia oficial del chico más popular. —lo hago y me da escalofríos— Todas las chicas te idolatrarían.
— ¿Idolatrarme? —bufo— lo primero que van a hacer es ahorcarme. Su “Club de admiradoras locas y obsesivas” lo tienen en un pedestal y no dejarán que nadie salga con él.
—Al parecer, ya te estás declarando perdedora. —hago una mueca— Como ya te acobardaste, será mejor que volvamos a la fiesta.
¡Aj! ¡¿En dónde demonios me he metido?! Observo como las tres se dan la vuelta, listas para irse, por lo que las bloqueo y aunque estoy preocupada por mi salud mental, decido continuar con lo que yo misma inicié.
— ¡Bien! —exclamo firme— ¡Saldré con él!
—Perfecto.
Ellas lucen con tanto entusiasmo que solo les falta saltar y aplaudir.
—Eso sí. —me miran atentas al extender una de mis manos— Deben jurar que esto se lo llevarán a la tumba. No pueden mencionarlo y mucho menos, delante de ese idiota, ¿Entendieron?
—Nuestros labios están bien sellados. —se unen a mi acción y no sé porque siento que debo hacerles firmar un contrato. Stefany frunce el ceño— ¿Qué pasa?
— ¿Debería traer una aguja y obligarlas a realizar un juramento de sangre?
—No tienes de qué preocuparte.
Niego con la cabeza.
—Me cuesta creer que debo confesarme a él.
—Fuiste tú quién propuso esa apuesta.
—No creas que no soy consciente de la estupidez que acabo de hacer. Pero…nunca imaginé que lo iban a elegir a ese… —por poco hago una rabieta— En fin, solita me he jodido.
Unas risas fuertes se escuchan muy cerca de nosotras y al fijarme de dónde proviene, me percato del “Rey del Roma” quién yace junto a sus amigos. Se siente como si lo hubiera invocado y aun no acepto el hecho de que tengo que enamorarlo. Por unos segundos, su mirada choca con la mía y es él quién lo esquiva al prestarle atención a una chica.
—Es tu momento de suerte, Cielo. —Stefany me codea al señalármelo— Hazlo antes de que te lo ganen.
—Me niego rotundamente.
—Deberías tener más confianza en ti misma.
— ¿Y me lo dice la que me tildó de ser fea?
Ella rueda los ojos.
—Lamento haberte dicho eso, pero no pude evitarlo. Ya sabes cómo me pongo cuando me sacan de mis casillas. —luce apenada y coge mi mano— Hagamos borrón y cuenta nueva. Hoy es la noche de Liliana y deberíamos seguir disfrutando con ella ¿No lo crees?
Como si fuera tan fácil de olvidar.
—Si, por favor —suplica la cumpleañera y soy tan blanda cuando de mis mejores amigas se trata— mi cuerpo exige baile ¡Ya!
Doy un pequeño suspiro.
—Vale. —les pido que giren sus cuerpos y que se vayan adelantando a lo que ellas me miras confundidas— Me quedaré aquí por unos minutos, ya que necesito refrescarme y así quitarme el sudor que me recorre por todo el cuerpo.
Ninguna dice nada y se encaminan de regreso a la casa de Liliana. Tengo unos minutos para cachetearme mentalmente y pensar en cómo salirme de este enrollo. «Dios» Por más que lo pienso, me doy cuenta que no tengo escapatoria. Se supone que, si un chico me gustara, no dudaría en salir con él, pero… ¿Cómo rayos voy a declararme a alguien que no me atrae para nada? Y peor aún… ¿Con qué cara voy a pedirle que sea mi novio cuando sabe perfectamente que lo detesto? Lo primero que hará ese idiota es explotar de risa.
— ¡Soy una estúpida! —exclamo sin percatarme de que algunos de mis compañeros están a mi alrededor, debería dejar de martirizarme y de estar haciendo el ridículo— Relájate, Cielo. Relájate.
Al parecer lo hago y eso es lo que creo hasta que escucho unos pasos y su maldita voz que me sobresalta al oírlo exclamar:
— ¡Nube! —necesito que alguien me dé permiso de matarlo. Lo ignoro— ¡Nube!
— ¡¿No crees que ya estás muy grande para poner apodos?! —volteo y lo miro molesta— ¡¿Por qué demonios me llamas así?!
—Porque las nubes están en el cielo. —señala con uno de sus dedos y no sé porque me fijo— Lo malo es que ya es de noche y no lo podemos ver.
—Qué observador —respondo con ironía— Aunque claro, tengo la sensación de que solo es un pretexto porque en realidad, tienes un fetiche por los nombres.
—Sería raro que no lo tuviera cuando tu nombre no es nada común. —diría que es un halago, pero lo más probable es que se esté burlando— Debo admitir que es bonito y va al compás de tus ojos.
Sí, estoy siendo su burla.
—No tengo ganas de pegarte, Santiago.
— ¿Crees que ando molestándote? ¿Otra vez?
—Lo único que creo es que me ves como tu payaso… —me acerco más a él y detengo mi rostro a centímetros del suyo— Y no lo soy.
—No te veo así.
Su seriedad me hace doler el estómago, por lo que retrocedo un poco y ahora es él quién se apega a mí. Me quedo extraña y no sé porque siento que alguien no deja de observarnos. Ladeo mi rostro para percatarme mejor y me doy cuenta de que no estaba del todo equivocada.
Lo miro y entrecierro los ojos.
— ¿Me usas para sacarle celos a tu nueva conquista?
— ¿Qué?
—A la pobre se le va a doblar el cuello por estar pendiente de lo que haces. —él voltea para fijarse de quién estoy hablando y aprovecho en alejarme. No quiero que nadie malinterprete nuestra cercanía— Si estaban teniendo una buena conversación, no debiste dejarla sola.