"Al caer la nieve" (libro 1)

Capítulo 4: ¿Salimos o no?

Quiero pensar que a Santiago se le ha zafado algún tornillo del cerebro o voy a tener que admitir que hoy no me lavé bien el oído izquierdo. Son las únicas dos opciones que nadan en mi mente para que este idiota me haya soltado una barbaridad como esa. De acuerdo, sé que la primera en decirlo fui yo, pero jamás se me hubiera ocurrido que él terminaría por aceptarlo. ¿Será posible que este haya accedido a ser mi ratita de laboratorio?

Extiendo mi mano y toco su frente con la palma.

— ¿Qué haces?

—Si andas diciendo tonterías es porque debes tener fiebre ¿no?

— ¿Piensas que bromeo?

—No, para nada. —comprende mi ironía al verme con mala cara. Dejo de tocarlo y opto por guardar el botiquín— Tendré que volver a repetirte que yo no soy como las demás que caen en tus juegos con tanta facilidad.

—Estoy siendo sincero.

—No te creo, pero… —cruzo los brazos y me ubico a centímetros de él— si estuvieras diciendo la verdad, ¿Por qué estarías interesado en ayudarme con ese experimento? —me quedo atenta a sus expresiones— tú mismo dijiste que no eras un animal rastrero de laboratorio así que, para que hayas cambiado de opinión es porque debes tener algún propósito ¿no?

¿Y este tonto creía que era el único inteligente aquí? ¡Ja! Estoy tan cerca de obtener mi diploma sobre cómo interpretar los pensamientos de los varones. Bueno, no es que sea algo tan complicado porque, a fin de cuentas, las mujeres somos mucho más sabias.

—¿Por qué serás tan mal pensada, pequeña nube? —golpea ligeramente mi frente. Otro apodo que me da rabieta— Yo tampoco me confío en ese "experimento" que mencionaste, así que estaríamos a mano ¿no?

— ¡Aja! ósea que sí tienes algo en mente.

—Al igual que tú.

Ruedo los ojos.

—Tan solo quería probar…

—¿Y piensas que me voy a creer eso?

—Me da igual, no estoy para perder mi tiempo en explicártelo. —decido empujarlo para salir de ese lugar, pero se pone fuerte— Necesito que te muevas porque tengo que regresar con Mili.

—Entonces… ¿Salimos o no?

—Ya dije que…

—Si, si, sí. —luce más serio que antes lo que me deja muy incrédula— Así como yo al decir que estoy firme con la decisión que he tomado.

— ¿Qué ganarías con eso?

Él se queda pensando por unos segundos. Luego, me mira fijamente y no sé porque lo siento algo nervioso. Es raro que se quede callado y actúe de ese modo.

 —Estrés. —inquiere al fin y yo frunzo el ceño— Estoy cansado de recibir confesiones y tener que decir NO como cinco veces al día.

Así que ese era realmente su objetivo.

—Si querías evitarlo, te hubieras conseguido ya una novia ¿No lo crees?

—A las mujeres solo les preocupa su mismo sexo —resopla con cara de pocos amigos— ¿Acaso no saben que NO es NO?

—Pobre de ti. Debe ser una condena el ser tan popular y…

— ¿Y?

—No tengo idea de lo que ven en ti para que las tengas tan descerebradas porque solo una persona así no acepta un NO como respuesta.

—Puedes tildarme de lo peor, pero aun así querías experimentar conmigo ¿no?

¿Querer? No, esa no es la palabra correcta, ya que solo estoy siendo presionada en salir con él. Sin embargo, no puedo decirle una cosa así porque me mataría y... ¡Claro! Ahora que lo estoy meditando mejor, tengo que aprovechar esta gran oportunidad y aceptar sí o sí su propuesta. Después de todo era algo que me convenía para poder ganar esa estúpida apuesta. «¿Por qué no se te prendió el foco, Cielo?»

—Es verdad. —asiento con la cabeza y sonrío entusiasmada. El idiota lo nota y me doy una cachetada mental. Carraspeo un poco— Especifícame bien lo que quieres hacer.

— ¿Ya accediste?

—Dilo antes de que vuelva a cambiar de opinión.

—Tú me ayudas a que las chicas dejen de hostigarme con sus malditas declaraciones de “amor” y yo te ayudo con lo de tu experimento social o cómo se llame.

— ¿Por qué yo? —se lo suelto como si nada— Dudo que sea la única chica del colegio que no le atraes… ¡Ah, no! Sí, soy la única con buena mentalidad.

—Te conozco más tiempo, nube y siento que eres de confiar.

—Querrás decir, que nos conocemos hace más de un año y medio y no has parado de hacerme la vida imposible. —él se apunta a sí mismo como si estuviera confundido— ¡No te hagas el loco!

—Mejor no hablemos de ello y continuemos con lo que tú iniciaste.

—Estoy esperando a que te disculpes por tus malos tratos.

—Eso no pasará.

—Pues ya me estoy arrepintiendo de esto.

—No te afectaría en nada. Total, yo no te gusto y tú a mí tampoco… ¿Qué es lo que podría salir mal?

Santiago tenía razón, pero en mi caso, yo debía lograr que él se enamorara de mí en un mes y lo gritara a los cuatro vientos antes de que finalice el año escolar… ¡Maldita sea! ¡¿Quién en su sano juicio haría una locura como esa?!

Intento lucir lo más relajada posible delante de él.

— ¿De cuánto tiempo estamos hablando?

—Las clases terminan en casi dos meses. —es un tiempo corto, pero para mí se hace eterno— Será suficiente ¿no?

—Si, eso creo.

— ¿No hay “Pero…”?

—No.

— ¿Tus relaciones no son tan largas?

— ¿Relaciones? —comprendo algo tarde su bendita pregunta. Quiero ahorcarlo— ¿Tengo cara de salir con chicos a cada rato? No es de mi interés.

— ¿Estás diciendo que no has tenido novio?

— ¿Importa? —antes que diga algo más, cambio de tema— Ya debemos irnos, la auxiliar puede aparecerse por aquí y no le gustará que estemos solos.

Por fin, ambos salimos de la enfermería y cuando me dispongo a encaminarme hacia mi aula, porque dudo que Milagros siga en el mismo punto en donde la dejé, unas manos cogen mi rostro con rapidez y en lo único que me fijo es en su boca a una corta distancia de la mía. Sus ojos se unen con mi iris azul y…



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En el texto hay: juvenil, romance, drama

Editado: 07.11.2024

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