La primera vez que me gustó un chico fue cuando tenía seis años. Él se llamaba Pablito. Era mi primera ilusión y no sabía como actuar frente a ello. En ese entonces también conocí a Joselyn, mi vecina. Ella y yo éramos inseparables, hacíamos muchas cosas juntas, sobre todo compartir nuestras barbies, manejar bicicleta y hacer pijamadas. Nos teníamos tanta confianza que no dudé en confesarle lo que sentía por Pablito… ¿Cuál fue mi sorpresa? A ella también le gustaba. Sin saber cómo actuar, decidí que nuestra amistad era lo primero, quería mas a Joselyn que al otro, así que cuando estuve dispuesta en decirle que no me importaba si salía con él, la descubrí llorando y hablando mal de mí a nuestras otras amigas del vecindario. Resultó que había sido rechazada por Pablito porque a este le gustaba yo y presa de la cólera, trató de poner a las demás en mi contra.
Hasta ahora no puedo olvidar las miradas horribles que tuve en ese momento, en cómo me juzgaban y todo por una resentida.
Y nuevamente, estoy pasando por lo mismo gracias al idiota popular que ha dado a conocer nuestro “Falso noviazgo” al director, a los profesores, a mis mejores amigas, a sus fans desquiciadas…, sobre todo a ellas que no dejan de acuchillarme con sus miradas. No soporto ser el centro de atención, así que finjo que me duele el estómago y me escabulló entre las filas de las demás aulas para así, dirigirme hacia el salón.
Lo único que no conté es que Lili, Milagros y Stefany terminarían por seguirme.
— ¿No vas a contarnos nada? —me increpan. Era difícil quitármelas de encima— Necesitamos saber qué pasó allá afuera.
Estoy tan agotada de esto y ni idea porque continúan preguntándome lo que fue tan obvio. «Y todo por su culpa» El solo pensarlo las venas se me inflan de rabia. Le pedí tiempo para pensar en cómo darle nombre a lo que teníamos frente a los demás, pero ya me quedó bien claro que no puedo confiarme de él.
—Cielo, tú…
— ¡Ya basta! —exclamo molesta y casi golpeo el pupitre— No comprendo porque me llenan de preguntas cuando ese imbécil ya lo dijo todo.
—Ósea que él… —habla Stefany con tono lento— y tú…
—La bendita apuesta comenzó y por favor, no me tilden de que soy su novia porque no es así. —digo firme— A mi Santiago Valenzuela no me gusta, nunca me ha gustado y nunca me gustará. ¡¿Entendieron?!
Las tres se quedan atónitas por algunos segundos y luego se miran entre ellas. Necesito que lo tengan presente por si sus cerebros les fallan y hacen que vean cosas que no son. No tengo porque permitir de que me anden molestando con ese tipejo cuando solo estoy fingiendo salir con él.
Stefany es la primera en pronunciar algo:
— ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde?
— ¿Van a seguir martirizándome?
—Te aguantas porque el saber cómo es que te le declaraste estuvo especificado.
—Hablas como si hubiéramos hecho un contrato. —doy un suspiro y me incorporo— En fin, no hay mucho que contarles… —cojo mi mochila y voy guardando mis cosas, ya no falta mucho para que sea hora de salida— ya que fue él quien me lo propuso.
— ¡NO PUEDE SER!
¡Por Dios! ¿Algún día dejarán de ser tan gritonas? Cada día que pasa siento que más pierdo la audición. Ninguna aparta su entusiasmo y estoy meditando seriamente en irme a la enfermería y tomarme algo para la migraña.
—Yo creo que a Santiago le gusta Cielo. —lo canta Liliana. Algún insecto enfermo le habrá picado para que diga una estupidez como esa— Si ese no fuera el caso, no se lo habría propuesto, ¿No lo creen?
—Es verdad. —inquiere Mili medio pensativa— No le pides salir a alguien si no te gustara.
—Dudo que ese sea el caso. —agrega Stefany. Nos quedamos atentas— El bombón popular nunca ha tenido una novia y justo ahora, que tenemos una apuesta, se le confiesa a Cielo. ¿Habrá algo detrás de ello?
—Y yo que creía que eras las más burra de las tres. —ella sonríe como si mis palabras fueran un halago— A Santiago no le gusto y el que me haya pedido que fuera su novia es un secreto que con gusto me lo reservo para mí.
— ¡Eso no es justo!
—No diré más, queridas amigas.
Ellas continúan insistiendo en que les diga la verdadera razón por el que Santiago accedió a salir conmigo. Por suerte, mis compañeros aparecen y entran al aula. Observo que algunas chicas no dejan de mirarme para luego reír y susurrar entre ellas. Creo que van a necesitar un buen tiempo para que logren olvidar el espectáculo de hoy.
Después de unos minutos, el timbre suena indicando que es hora de irnos a casa. Antes de cruzar la puerta, mis pies se detienen con brusquedad al recordar el “Club de fans” de ese idiota.
— ¿Qué pasa, Cielo?
—Dirán que estoy loca, pero… ¿Y si la hinchada de Santiago están esperándome afuera del colegio con piedras?
— ¡Ay, no seas exagerada! —Stefany me da un ligero golpe— Bueno, es normal que todas estén a la expectativa de tu relación, pero llegar a ese extremo lo dudo.
Asiento con la cabeza.
Sí, tal vez estoy siendo muy paranoica, sin embargo, solo por si acaso me hago la señal de la cruz y rezo tres aves marías. No está de más, el ser precavida.
Ni bien salgo de la escuela, ya sabía que mi instinto no me fallaba al chocar con un grupo de quince chicas. Cada una se toma el tiempo de mirarme de pies a cabeza, soltar carcajadas e insultarme según ellas, en voz baja. «¿Esto es real? ¿Voy a tener que defenderme a punta de golpes por un chico que no es el único en el mundo?».
— ¿Esta chica es la que está saliendo con Santi bombón? —La que está al medio de todas es la primera en hablar. Quizás sea la líder— ¡Puaj! ¡Qué horrible gusto tiene!
— ¡La tuya! —Milagros se torna molesta— ¿Acaso no te has visto en un espejo?
— ¡Tú no te metas! —otra se incluye y posa sus ojos en mí—y tú… ¿Acaso no sabes defenderte o qué? ¿Te comió la lengua el ratón?
En realidad, no sé si llamarme cobarde y es que siempre creí que, si yo no me metía con nadie, nadie tendría porque meterse conmigo o al menos, eso me decía mi madre. Solo hubo una vez en que tuve que ponerme a llorar para que una chica no me jalara de los cabellos. Una cosa era ponerme brava delante de los varones, pero… cuando se trataba de las mujeres…