"Al caer la nieve" (libro 1)

Capítulo 8: Química.

«Hermosa tierra pisada por los incas, ¡TRÁGAME!» La segunda bomba atómica está a punto de explotar al percatarme de que a Santiago todo el semblante le ha cambiado y ahora muestra unos ojos asesinos que están dispuestos a destrozarlo todo. Intento pedirle a Lucía que no se meta, pero…

—Yo... —la chica responde nerviosa con los ojos llorosos— ¡Lo siento!

Sabía que iba a huir, pero no conté con que Santiago la detendría al coger su muñeca. Estoy perpleja, no pensé que actuaría de esa forma y…, en estos instantes ando rezando mentalmente por el alma de Lu. ¿Es tan difícil el no ser metiche?

—¿Eres una psicópata o algo así? —él se enfoca en ella la cual no muestra signos de arrepentimiento— Supongo que debes tener un problema mental para que le hayas hablado con ese tono tan asquiento a Carolina.

— ¡Vaya! Te sabes bien su nombre. —no oculta su mueca y cruza sus brazos— ¿Acaso está mal que defienda el lugar de Cielito?

Estoy odiando ese diminutivo.

—No la llames así, suena espantoso. —es tan frío y malditamente directo— Cielo sabe perfectamente el lugar que tiene al ser mi novia, así que no te tomes atributos que no te corresponden.

—Si lo hago es porque sé que ella haría lo mismo por mí si yo fuera tu novia.

— ¿Cómo? —él comienza a reír y luego, se queda en silencio al lucir muy serio— Jamás te pondría ese título porque no estoy tan loco como para salir con una chica tan odiosa e insoportable como tú.

Sus palabras son como un balde de agua helada. Preocupada, contemplo a Lucía quién tiene los ojos rojos, apretando los puños y sin más, se da la vuelta, regresando al salón. Santiago aún se muestra sombrío al mirarme, y ojalá no me haga llorar porque para eso tengo cebolla en mi casa.

—Tú… —su tacto en mis cabellos me sorprenden— Aguarda un momento.

No sé porque le hago caso y me quedo observando en como se disculpa con la chica de bonita figura por el mal rato que le hizo pasar Lucía.

—Por segunda vez, voy a tener que rechazarte porque bien sabes que tengo novia.

—Decían que no era nada serio.

— ¿Crees que le dedicaría una canción delante de todos si no fuera serio? —ella niega con la cabeza. Me lanza una mirada que yo esquivo con rapidez— Mi corazón ya lo ocupó.

—Entiendo.  —posa sus ojos en mí— Perdón.

Esbozo una pequeña sonrisa.

Ella se marcha y siento una tranquilidad indescriptible. ¿Será verdad que tengo quince años? Porque pareciera tener treinta ante estos sucesos que solo hacen que me dé jaqueca.

— ¿Con cuánto aprobaste? —menos mal que a Santiago ya se le fue el coraje y ha preferido cambiar de tema— ¿Catorce?

—Puros diecinueve. —respondo victoriosa— Mi cerebro vale oro. ¿Y tú?

—Veinte... —hago una mueca. Había olvidado al chico privilegiado— Como siempre.

—Qué modesto.

Él sonríe complacido para luego extender su mano. Hago lo mismo, sabiendo lo que va a darme y…, parpadeo los ojos al ver un chocolate en forma de conejo. «Esto es nuevo» Y de seguro es porque ya se le acabó la bolsa de los chupetines.

—Claro, cómo lo otro no te funciona, ahora me das uno más dulce para que sí o sí se me caigan los dientes ¿no?

—Es tú premio, nube… —lo deja sobre mi palma. ¿Premio? — y lo compré porque pensé en ti.

Quisiera saber como es que puede decir eso tan a ligera. Sí, soy consciente de que debe fingir que le gusto delante de los demás, que le intereso, pero hacer ese tipo de cosas es confuso. «¿Te confunde? ¿Por qué te sentirías de ese modo?» Aparto esos pensamientos. No quiero verme más ridícula de lo que ya estoy, así que finjo dolor estomacal y me encamino hacia los servicios higiénicos.

Llevo solo dieciséis días con él lo cual me parece una locura que ande contándolos. ¡Aj! Tengo la leve sospecha de que terminaré con cara de asno.

—Cielo, ¿Estás bien? —salgo de la gaveta e imaginé que me seguirían. Paso por sus lados para lavar mi rostro— ¿Ocurrió algo con Santiago?

—No debieron incentivar a Lucía. —ellas me miran confundidas— Las cuatro sabemos que mi relación se basa en una apuesta, así que solo me usaron para que ese tonto la trate peor que nunca.

—La némesis solita quiso meterse entre ustedes. —menciona Liliana— Sus celos fueron muy obvios.

— ¿Celos?

— ¿No lo notaste? —niego y se palmean la frente— Y dale con tu ceguera.

—Pensé que ese tema estaba bien cerrado.

—Claro que no. —Stefany resopla— ¿Qué fue eso de: "Si yo fuera tu novia"? ¡Ja! Poco a poco te lo va a ir quitando del medio para quedárselo.

—Ella tiene razón, Cielo. —agrega Milagros— Por lo menos a nosotras nos alegra que Santiago la haya puesto en su lugar.

Inhalo y exhalo varias veces para luego pedirles que ya no hablemos de eso y que mejor regresemos al aula antes de que ingrese alguno de nuestros profesores. Estoy harta de sus malinterpretaciones con Lucía y sí, es un tema que voy a tener que aclarar con ella de una maldita vez. La suerte está de mi lado cuando aun flota el ruido en mi aula, por lo que la busco con la mirada, hallándola en su carpeta.

— ¿Todo bien? —pregunto al acercarme a ella y la noto afligida. Doy un suspiro— Lamento que él se haya comportado así contigo.

—No pasa nada. —menciona, alzando los hombros— Solo es cuestión de acostumbrarme a su mal carácter.

—Usualmente no es así. —me mira atenta— Pero puedo comprender su molestia. Fue una muy mala idea el querer reprocharle algo que no tenía nada que ver conmigo. No debí dejarme influenciar ni por ti, ni por las chicas.

— ¿Qué significa eso? ¿Acaso me estás culpando cuando yo solo estaba preocupada por tu relación?

— ¿Preocupada por mi relación? —arrugo la frente— Lo demuestras de una manera bastante rara y todas lo hemos notado.

— ¿A qué te refieres?

—Que actúas como si te gustara Santiago. —se lo suelto de golpe y ella agranda los ojos. Me concentro en cada una de sus expresiones por si atisbo algo que me indique que he dado en el blanco— Se supone que me consideras tu mejor amiga y…



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En el texto hay: juvenil, romance, drama

Editado: 07.11.2024

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