"Al caer la nieve" (libro 1)

Capítulo 19: Copos de nieve.

Al día siguiente, amanezco con unas ojeras de miedo, pero con el pie mucho mejor, por lo que sí o sí voy a poder disfrutar más de la piscina y la playa. Bueno, eso es lo que creí por algunos segundos, ya que Lucía nos reunió en su sala para avisarnos que sus padres habían tenido un percance y, por lo tanto, no vendrían a conocernos.

—El bus saldrá en una hora. —dictamina— Aprovechen en guardar sus cosas.

— ¿No íbamos a retornar por la noche?

— ¿No escuchaste? —su mala cara irrita. Stefany cruza los brazos— Con la ausencia de mis padres, ya no se permite el seguir aquí.

—Bien, entendimos.

Liliana hace una mueca y cada uno regresa hacia su habitación. Le indico a Stefany que se adelante, y al quedarme a solas con la anfitriona, le pido que tengamos una charla afuera de la casa. Ella accede con su típica sonrisa de hipócrita. Estaba claro que sabía mis motivos y aquello me llena de tanta rabia.

— ¿Qué sucede, Cielito? —pregunta e intento no vomitar por ese diminutivo.

— ¿Puedes dejarlo pasar esta vez? —se lo suelto de golpe. Lucía frunce el ceño— Después de todo, es algo que no debe importarte. Es un tema que solo nos compete a Stefany, a Liliana, a Milagros y a mí.

—Y obviamente a Santiago. —agrega— Él es la víctima, no tú.

— ¿Por qué te preocupa? —entrecierro los ojos— ¿Realmente te gusta no?

A Lucía se le baja todo y su nerviosismo la delata.

—Ya te dije que no…

—Entonces piensa solo en mí porque a fin de cuentas… —la corto, cojo una de sus manos y le muestro una sonrisa— Soy tu mejor amiga.

—Lo eres, pero… —carraspea— No está bien que lo engañes así. Te conté lo que pasó con mi hermana y no quisiera que se repitiera lo mismo. ¿Lo comprendes?

—Sí y por eso, se lo diré. —bajo la mirada— Sé que no es justo y más porque está locamente enamorado de mí. ¡Me ha dicho que me quiere tantas veces! —ella pone mala cara y eso me satisface. Se queda sorprendida al darle un abrazo— Yo también lo quiero y como no deseo perderlo, le diré toda la verdad. —beso su mejilla— Todo es gracias a ti, Lucía. Me has abierto los ojos.

—No hay nada que agradecer, Cielito.

—Si llego a casarme, sí o sí debes ser mi dama de honor.

— ¿Qué?

—Bueno, entonces quedamos así. —me doy la vuelta— Debo ir a empacar mi maleta. Hablamos luego.

Cambio de expresión al retornar a su casa porque en el fondo, algo en mi interior me decía que esta no se quedaría con los brazos cruzados.

—————————————————

—Nube, ya llegamos.

No puedo evitar bostezar debido a que no pude pegar el ojo durante toda la noche. Medio entreabro los ojos y…, me incorporo con vergüenza ya que no sé en qué momento terminé acostada en los muslos de Santiago. «¿Qué rayos hice?» Mi rostro arde y el que tenga su casaca sobre mi cuerpo hace que la situación se ponga peor.

Me es imposible mirarlo, pero debo agradecer su buen gesto.

—Gra… —extiendo mi mano para devolvérselo y doy un suspiro— No debiste molestarte.

—Úsalo, está haciendo un poco de frío.

—Yo tengo el mío.

—Este abriga más. —me ayuda a colocármelo y sí, es muy acogedor— ¿Yo… puedo usar el tuyo?

— ¿Rosa? —alza los hombros— ¿No te haría lucir rarito?

—Pues me gusta usar las cosas de mi novia. —se lo entrego y no duda en ponérselo— ¿Me veo bien?

Te ves tan malditamente bien.

—Peor es nada.

Él ríe y peñisca mi mejilla ligeramente.

Los dos bajamos del bus ante la llamada de atención del chofer, ya que éramos los únicos que quedábamos dentro. Ni siquiera mis amigas tuvieron la gentileza de avisarnos y solo escaparon en silencio. Al salir de allí, escucho sus risas a pesar de lanzarles una mirada de odio.

— ¿Y ahora a dónde vamos?

La pregunta de Stefany me deja confundida, por lo que respondo:

—A casa. —avanzo unos pasos hasta que alguien me jala la maleta. Volteo y se me hace extraña el actuar de mi novio— ¿Qué pasa?

— ¿No te lo dijeron?

— ¿Decirme qué?

—Que nuestros padres siguen sin saber que nos botaron antes de lo previsto. —la mandíbula se me cae hasta el suelo. Ella se queda pensando— ¿Podríamos ir al cine?

— ¿Al cine? —río bajo para luego lucir seria— Sueña.

— ¡Ay! No seas aburrida, Cielo. —niego— Además, todos estuvieron de acuerdo conmigo ¿no es así?

Cada uno asiente y no puedo creer que haya sido la última en enterarme. Santiago me mira apenado, con ojitos de borrego y es imposible no poder perdonarlo. «Sino me gustará tanto ya hubiera huido de aquí»

Respiro hondo.

—Bien. —todos se emocionan y cruzo mis brazos— ¿Quieren ir al cine? ¿Cuentan con dinero?

Un silencio sepulcral nos invade y cinco minutos después nos hallábamos en un parque…, el lugar perfecto para los pobres. Me quedo apreciando los alrededores y no puedo evitar sentirme ansiosa por los columpios. Han pasado dos años desde que no me subía a uno, ya que cuando lo he intentado las vecinas terminaban por llamarme la atención. «Juego para niños, no para adolescentes de trece años»

— ¿Lograste convencer a Lucía? —mis amigas se interponen en mis pensamientos mientras que los chicos se dedican a jugar con un balón. Si Steve no se hubiera marchado, de seguro tendría al idiota bien pegado como chicle— ¿Se quedará callada?

—Hablé con ella y tuve que actuar como si fuera mi dulce favorito. —inquiero con preocupación— Aun así, dudo que me guarde el secreto.

—Tendrá que hacerlo o si no estaría aceptando que le encanta Santiago. —Mili menciona para luego cambiar de tema— Sobre lo que te dije ayer, ¿Ya lo pensaste?

—Sigo en eso. —suspiro— Sé que debería hacerlo, pero no me siento segura.

—Es normal el que temas a su reacción.

—Así es.

— ¡Ay! Estoy volviéndome más loca de lo que ya estoy con tu confesión de ayer, y podría continuar hostigándote, sin embargo, nuestra prioridad es que le digas la verdad al bombón ahora mismo.

— ¿Hoy?

—Sí.



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En el texto hay: juvenil, romance, drama

Editado: 07.11.2024

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