"Al caer la nieve" (libro 1)

Capítulo 22: Rata asquerosa.

Al entrar al salón, mis ojos se cruzan con las de mis mejores amigas quiénes no se inmutan en acercarse a mí. Tengo segundos para hallar esa cabellera medio teñida, pero por más que me fije en cada rincón no la veo en este lugar.

No va a escapar de mí.

— ¿Dónde estuviste, Cielo?

— ¿Y Lucía? —pregunto extasiada— ¿En dónde está?

—Creo que se fue a comprar al quiosco o tal vez fue a los servicios higiénicos. —Stefany responde y me detalla preocupada— ¿Pasó algo?

Me quedo en silencio y solo me marcho de allí con rapidez. El primer lugar son los servicios, ya que esa perra es incapaz de lucir desarreglada por tantas horas. Lo invado casi sin aire y…

—Te encontré.

— ¿Cielo? —ya sabía que mirarse al espejo era su pasatiempo favorito. Lava sus manos— Hasta que por fin das señales de vida, ¿En dónde te habías metido?

— ¿Has estado preocupada por mí?

— ¿Por qué no lo estaría?

—No lo sé. —me ubico a su lado y detallo mi rostro destrozado por las malditas lágrimas. La mano ha comenzado a picarme— A veces presiento que deseas que desaparezca de tu vista.

— ¿Ah? —luce incrédula— ¿Te golpeaste la cabeza al venir aquí o qué?

— ¡Así es! Porque es de esa manera en que me he dado cuenta de la clase de hipócrita que siempre has sido.

— ¿Hipócrita?

— ¿Tenías que decírselo? ¿Tan difícil fue contenerte?

Lucía capta mis palabras, acomoda su cabello para luego limpiar sus manos con un pañuelo. No tarda mucho en posicionarse mejor y cruza sus brazos.

—Recuerda que te di tiempo, Cielito.

— ¿Qué ganabas con esto? —alzo mi mano esperando que no responda— Claro, estás tan desquiciada por él que no pudiste mantener la boca cerrada.

— ¡No tuve opción! Debía contárselo a mi hermana y fue ella quién se lo confesó. —ruedo los ojos— ¡Entre Danna y yo no existen los secretos!

— ¿Estás segura? —la miro fijamente, sonriendo con malicia— A mí se me hace que tú eres la culpable de su rompimiento con Santiago.

— ¡Estás loca! Yo jamás la lastimaría.

—Te consideré como casi una hermana y terminaste convirtiéndote en Judas. No debería sorprenderme, pero… ¿Traicionar a tu propia sangre?

— ¡No metas a Danna en esto! —exclama rabiosa, cortando nuestra distancia— Además, Santiago merecía saber cómo era su novia en realidad: Una gran mentirosa.

—Sí, tienes mucha razón. Sin embargo, eso me competía a mí. —toco mi pecho. Estoy ardiendo de coraje— ¡Debía ser yo quién se sincerará con él, no tú!

—Él es mi amigo, y por ende…

— ¡Por favor! —la corto y aguanto las ganas de reírme— A Santiago le importas un bledo, no te considera nada en su vida.

—Yo lo conozco mucho más tiempo que tú.

—Y aun así a él no le interesas.

—De seguro, ya te mandó a volar, por eso andas de ardida. —ella palmea mi cabeza. Quito su mano con brusquedad— Lo siento Cielito, pero tienes que aceptar que Santiago solo estaba buscando un buen pretexto para dejarte porque al toque volvió con mi hermana. ¿Por qué crees que fue a verla a mi casa el día que supuestamente ustedes tenían una cita?

Es una rata asquerosa en todo su esplendor.

Sus palabras no van a afectarme, no le daré el gusto de derrotarme porque primero le arranco la cabeza. Finalmente, se ha quitado esa careta que por semanas me tuvo bien engañada.

—Si él la prefirió antes que a ti me doy por bien servida.

Lucía explota peor.

— ¡Me da igual lo que pienses! Al menos, él se dio cuenta de lo perra que eres.

— ¿Cómo me llamaste?

—Mejor te lo deletreo: P-E-R-R-A.

— ¡Gracias por quitarte ese disfraz de santa! —ella ensancha los labios— Está claro que entre nosotras nunca existió una amistad.

—Por supuesto que no. —resopla y me observa de pies a cabeza— ¿Quién demonios querría ser amiga tuya? Solo las babosas de tu grupo.

Esto sí rebasó todos los límites.

—Bien, porque ahora sí nada me impedirá en sacarte la mierda, hija de…

— ¡Muerte a la Richi!

Pasó tan rápido que no me dio tiempo de reaccionar cuando Stefany ya la había cogido del cuello. Ambas cayeron al piso y no me inmuté en unírmele al jalarle de los cabellos mientras ella gritaba por ayuda. No soy de las que apoyan la violencia, pero Lucía ya me tenía harta… ¡Harta! Estaba cansada de su ironía, hipocresía y necesitaba borrarle la sonrisa de satisfacción por haberme separado del amor de mi vida.

Logro captar las voces de Liliana y Milagros dándonos diferentes indicaciones e incluso nos alientan a romperle los dientes. Lo que en verdad deberían hacer es tratar de separarnos porque fácilmente este pleito llegaría a oídos de…

— ¡¿Pues ustedes se volvieron locas o qué?!

La auxiliar Luz no se contiene en gritar y al mismo tiempo, golpea su pupitre con fuerza mientras que Lucía, Stefany y yo nos hallábamos bien sentadas al frente suyo con el rostro arañado, el uniforme destrozado, despeinadas y algo avergonzadas.

— ¡Mire lo que me hicieron! —la némesis señala su cabello y solloza. Su actuación ya no es nada verídica— ¡Debería expulsarlas por ser tan vulgares!

—Ella nos tildó de perras y babosas. —responde Stefany luciendo tranquila y tratando de acomodar su cabello. Le lanza una mirada— ¿Quién será realmente la vulgar?

— ¡Ya basta! —vuelve a azotar la mesa— ¡¿Cómo es posible que tres señoritas se golpearan dentro de los servicios higiénicos?! ¡Han lucido peor que los varones!

—Es que...

— ¡Es que nada! —ella anota en nuestras agendas. Mi madre va a asesinarme— La Señorita Navarro volverá a ayudar en la enfermería hasta que culmine el año escolar mientras que la Señorita Ramírez se encargará de recoger los balones que queden sueltos en las clases de Educación Física… —mi mejor amiga hace una mueca— y la Señorita Richi se quedará a limpiar su aula todos los días.

— ¿Limpiar? —la estúpida pregunta sin poder creérselo— ¡¿Yo?!

—Sí, usted. A menos que prefiera limpiar los inodoros.



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En el texto hay: juvenil, romance, drama

Editado: 29.12.2024

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