Los labios del que hasta hace unas horas fue mi novio siempre me parecieron adictas, dulces, un buen recordatorio del porque estaba tan loca por él. Por ello, no lo pensé mucho cuando mandé todo al demonio y apoyé mi boca contra la suya. Total, Santiago ya había terminado conmigo y deleitarme una vez más no era algo tan descabellado, ¿O sí?
Me aparto lentamente con las mejillas súper rojas, el corazón acelerado y antes de que alguien diga algo, cojo de la muñeca a Steve para luego alejarnos de allí. Ni idea del porque lo he arrastrado conmigo, quizás lo autodenomino como mi consciencia y ando esperando a que me reproche por mi estúpida acción.
Ambos no detenemos a unos pasos de llegar a mi casa y exhalo con profundidad.
— ¿Estás bien, Cielo?
— ¿Por qué lo hiciste? —pregunto. Es raro que le formule esa pregunta cuando debería estar disculpándome con él.
—Iba a preguntarte lo mismo.
Su expresión afligida me hace sentir tan mal.
Fue un error besar a ese baboso.
—Lo lamento.
—No lo hagas. —él da un suspiro— No es que puedas olvidarlo de un momento a otro y más con Danna provocándote.
—Los celos aterran.
—Los de ese idiota dan risa. —frunzo el ceño— Te ayudé porque intuí que verlos juntos estaba siendo doloroso. Si hubiera sabido que te defenderías sola no me hubiera metido entre ustedes.
—Me arrepiento de lo que hice. —ganas no me faltan de darme una buena cachetada— No solo logré alzarle el ego, sino que también lucí como una ex -novia frustrada.
—Pues yo lo noté feliz.
— ¿Qué?
—Mejor ya no hablemos de ellos.
—En verdad, agradezco mucho tu ayuda Steve. —hablo con sinceridad— No creas que no tomo en cuenta tus sentimientos, por lo que nuevamente me disculpo.
—Estamos bien. —esboza una sonrisa y acaricia mi mejilla— Me gustó joderle la noche a ese.
—Y yo a esa. —agrego y no puedo evitar reír, contagiándolo. Es agradable olvidar mis dramas por un rato hasta que recuerdo que ya debo ir a casa— Ya tengo que irme. Te debo una.
—Tranquila. Yo estoy disponible cuando quieras.
— ¿Qué eres? ¿Una especie de gigoló?
—Solo alguien que siempre estará para ti.
Steve corta nuestra distancia y me quedo quieta al sentir sus labios en mi frente. Él se despide sonrojado mientras que yo por primera vez me pregunto si existiera la posibilidad de… «No, claro que no» Es imposible que vea al chico de ojos verdes con otras intenciones y no porque siga enamorada de Santiago, sino porque lo considero mi único y mejor amigo, por lo que jamás podría herirlo.
———————
— ¡Cielo Navarro!
Mi madre exclama al entrar a mi habitación y jala mis cobijas, ya que ando bien envuelta en ellas. Definitivamente, mis oraciones no fueron escuchadas porque deseaba que se tardara más en el supermercado.
— ¡Déjame dormir!
— ¡¿A qué hora crees que vas a tomar el desayuno, si solo falta una hora para que almuerces?!
— ¡No quiero ir al colegio!
Ella se rinde al querer sacarme de la cama y soy yo quien deja de cubrirse el rostro. Ayer tuve que sincerarme con mi madre porque estuvo a punto de llevarme por emergencia a la clínica cuando escuchó mis chillidos desgarradores a medianoche. Olvidé usar la bendita almohada.
—El dolor en el corazón no es motivo para no cumplir con tus responsabilidades— bajo la mirada y mi madre da un suspiro— Cariño, ya lo hablamos anoche. Tienes que enfrentar las consecuencias de tus actos, no puedes evadirlo siempre.
—Solo quiero olvidarlo.
—Lo harás, poco a poco.
—Se me hace eterno, ¿Y cómo no? Si estoy siendo obligada a verlo todos los días.
—Solo falta un mes para que termines el año escolar, luego vendrán las vacaciones y será mucho más sencillo.
—No. —me acomodo mejor en la cama al sentarme y nuestros ojos se encuentran— ¿Y… si mejor me cambio de colegio?
— ¡¿Ah?! —ella ríe bajo. No puedo evitar hacer un puchero— Creo que tu corazón no está mal, sino tu cerebrito.
— ¡Mamá, lo dije enserio!
—Yo también.
Me incorporo luciendo enfadada y pego mi trasero en el sillón de mi tocador. Estaba claro que mi madre no iba a dar su brazo a torcer, por lo que estaba condenada a seguir sufriendo por ese imbécil. Bueno, esa idea quedó descartada desde un principio, pero por lo menos quise intentarlo.
—No sé qué hacer.
—Distraerte con tus amigas, tus amigos... —se ubica detrás de mí y cepilla mi cabello— Recuerdo que una vez me hablaste de un tal Steve, ¿Es tan guapo como Santi?
—Juramos que no volveríamos a pronunciar su nombre.
—La curiosidad me ganó.
—Steve es atractivo y muy agradable.
— ¡Guao! No puedo creer que mi hija tenga más jale que yo cuando tenía su edad. —finge estar triste— Aunque eso es bueno... —cambia su expresión y no sé porque presiento que me va a soltar alguna tontería— ¿Has oído el dicho de que un clavo saca otro clavo?
— ¿Qué? ¿Qué significa...? —logro interpretar sus palabras y agrando los ojos. Mi madre no sabe cuándo parar con sus “brillantes ideas”— ¡¿En serio me lo estás proponiendo?!
—Algo loco ¿no? Aun así... —me guiña el ojo— no es tan malo.
— ¡Por Dios! Ahora ando meditando quién de las dos tiene realmente quince años. —se apunta a sí misma— Eres tú quién debería ir a la escuela, no yo.
—Dame tu uniforme y asisto con gusto.
—Estás muy caderona, no te quedaría.
—Es cierto.
Las dos reímos y creo que eso necesitaba, olvidar el drama gracias a las carcajadas de la mujer que me dio la vida. No sé que haría sino la tuviera conmigo. Ella me abraza por detrás y susurra con dulzura en mi oído:
—Siento que deberías darle un tiempo a Santiago, lo que hiciste no fue nada bonito.
—Podría dárselo, sin embargo, él fue muy tajante al mostrarse con su ex – novia.
—A veces no medimos nuestros actos cuando nos sentimos decepcionados, dolidos.
— ¿Lo justificas?
—Él te quiere, cariño. —niego con la cabeza— ¿Dudas?