Mi madre me explicó que cuando una pareja da por terminada su relación se acaban los cariños, los detalles, las miradas y el cruce de palabras. Es parte del proceso para que cada uno sobrelleve el rompimiento y que, con el paso del tiempo, olviden lo que alguna vez sintieron el uno por el otro. En mi caso, era todo lo contrario. No tenía un título exacto a lo que tenía con Santiago debido a que accedía a sus besos con tanta facilidad y por su lado, era igual. Tal vez, se debía a que solo había pasado un día desde que optó por dejarme y juntarse con esa perra que…
Reacciono gracias a la cólera que me provocan sus actitudes hirientes, por lo que me aparto con brusquedad y le lanzo una fuerte bofetada. Agradezco que Steve haya decidido marcharse cuando no obtuvo ninguna respuesta.
— ¡¿A qué demonios estás jugando, tarado?! —exclamo enfadada con los ojos rojos— ¿Quieres vengarte? ¡Si eso quieres, solo hazlo y ya déjame en paz!
—Eso sí que me dolió. —acaricia su mejilla y de la nada, sonríe. Cielos, sí que sabe como bajarme el coraje y embobarme mucho más— Por lo menos tengo la certeza de que sigues enamorada de mí.
Como si mis sentimientos se fueran a ir de la noche a la mañana.
—Piensa lo que quieras, pero te recuerdo que fuiste tú quién terminó con lo nuestro.
— ¿Y si estoy arrepentido?
—Muy tarde para eso.
Salgo apresurada de ese lugar y rápidamente, me dirijo a mi aula. Quedan minutos para que se cierren las puertas del colegio y ni loca me quedo encerrada por culpa de ese imbécil. La sangre me hierve, tengo tanta rabia que ganas no me faltan de regresarme y ahorcarlo hasta que…
— ¡Cielo! —parpadeo varias veces porque es inusual que Steve esté cerrando mi mochila y ande acompañado de mis amigas— ¿Dónde estabas?
—Yo… —trato de no mostrarme nerviosa al acercarme a ellos. Pienso en una mentira piadosa— estuve en los servicios porque comenzó a dolerme el vientre.
— ¿Tus días rojos? —Liliana codea a Stefany mientras que el chico de ojos verdes actúa como si no hubiera escuchado. Sería un buen pretexto, aunque eso no quita la vergüenza.
—Aún no. —cambio de tema— No debieron quedarse.
—Estábamos preocupadas y Steve insistió en que deberíamos esperarte en el aula. —responde Mili con un tono de complicidad— ¿No es así?
—Sí.
Él coge mi maleta para luego entregármela. Se lo agradezco sintiéndome culpable porque es demasiado amable conmigo cuando en sí, no lo merezco. Decidimos retirarnos, pero me detengo de golpe en la puerta al pensar que tendré que volver a ver a Santiago junto a esa quién de seguro, estuvo esperándolo afuera. En ningún momento de nuestra conversación me negó su relación, por lo que es imposible no martirizarme al sentirme tan celosa.
— ¿Sucede algo, Cielo?
—Bueno… —No me considero como alguien que use a las personas, sin embargo, tener a Steve de mi lado era muy necesario. Ahora creo que soy cruel al tomar ventajas de lo que siente por mí— ¿Podrías volver a acompañarme a casa?
—Iba a hacerlo.
— ¿Así? ¿Por qué?
—Porque siempre estaré disponible para ti.
Interpreto sus palabras y es increíble que lo haya intuido lo que me saca una pequeña sonrisa. Mis amigas lucen confundidas e intentan saber de lo que estamos hablando, pero les recuerdo que ya es súper tarde y fácilmente, la auxiliar Luz vendrá a sacarnos de los cabellos. Los cinco salimos de allí, busco sus figuras y por suerte, no los hallo por ningún lado.
Exhalo aliviada para luego, despedirme de todas.
— ¿Más tranquila? —pregunta Steve mientras que yo continúo apenada.
—Perdón, no merezco a un amigo como tú.
—No me estoy quejando por ser “usado”. —bajo la mirada. Él se percata y ya anda arrepentido— Lo lamento, la palabra sonó muy mal, ¿no?
—Es que tienes razón y se siente feo el no poder contrariarte. Aún es difícil verlos juntos.
—Lo entiendo. —él coge mi muñeca, invitándome a que lo mire— Por eso no me molesta seguir sosteniéndote. Claro que será así hasta que tú me lo permitas.
— ¿No te enoja el que me aproveche de ti?
—Más me enoja verte llorar, aunque suene tonto y ridículo.
—La tonta y ridícula soy yo. —niego con la cabeza. Estaba de más andar pensando en esos idiotas, por lo que me enfoco en Steve y sonrío— Gracias por preocuparte por mí. Te prometo que dejaré la tristeza a un lado e intentaré ser feliz.
—Eso sí me gusta. —me suelta para seguir con nuestro camino— ¿Qué día prefieres? ¿sábado o domingo? ¿Hora?
No esperé que volviera a sacar el tema de la bendita salida.
— ¿Te parece sábado?
—Sí, ¿A las cuatro?
—Está bien. —lo noto nervioso y a la vez muy animoso. Ya sabía que esto terminaría pareciéndose más a una cita— ¿Tu hermana irá contigo?
—Sí porque se encontrará con sus amigas en nuestra casa, así que estoy obligado en ir con ellas.
—Genial.
Al menos, no estaremos solos.
— ¿Qué fue eso?
Demonios, creo que se percató de mi expresión aliviada.
—Es que… quisiera conocerla. —no mentía del todo— Además, no puedes abandonarla a su suerte por el simple hecho de no querer acompañarte.
—Sale sola cuando le conviene.
— ¿Cuántos años tiene?
—Trece y, sin embargo, parece una anciana de noventa años porque le encanta dar sermones y renegar todo el tiempo.
—No sabes las ganas que tengo de verla.
—Desde ya te persigno y bendigo. —Steve lo hace y no dudo en darle un ligero golpe— No es una broma.
—Entonces… ¿Son solo dos?
—Así es. —asiente con la cabeza— Mi madre ya no quiso tener más hijos después del desgarre que le hizo la tremenda cabeza de mi hermana.
— ¡Auch!
—Eso sí era una broma. —me saca la lengua. Río un poco— Ella ya no quiso más bebés y se lo agradezco.
— ¿A qué se dedica?
—Es profesora.
—Debe ser alguien muy paciente, amable y súper organizada.
—Lo es, pero la paciencia es solo con sus estudiantes, ya que a nosotros sí nos daba una tremenda paliza.