No estoy segura de cuántos segundos han pasado desde que llevo peñiscando mi antebrazo por si ando sumergida en una maldita pesadilla…, una en donde estoy de “salida” con Steve, Danna y Santiago. «¿En qué momento nos volvimos mejores amigos?» Me doy una cachetada mental gracias al ardor de mi piel, sonrío hipócritamente para luego coger a Milagros y arrastrarla bien lejos de los demás.
No quería que ninguno escuchara mis reclamos.
—Me podrías explicar… ¡¿Qué demonios hacen ellos aquí?!
—Perdón, Cielo. —ella tiembla y claro que debería hacerlo. Estoy tan cabreada— Ayer se lo dije a Mateo sin darme cuenta de que Santiago estaría presente.
—Si los dos son como la uña y la mugre.
—En ese momento no pregunto nada, así que pensé que no nos había escuchado. ¡Error! Termino apareciéndose en la casa de mi novio con Danna. —suelta un suspiro— Fue imposible negarnos a que nos acompañaran.
— ¡Pues debieron negarse!
— ¡Te juro que estamos arrepentidos!
«No puede ser. ¿Cómo es que puedo salir viva de esto?» Mis ojos viajan hacia ese par y mientras que la hermana de Lucía le habla animadamente, el baboso solo tiene su mirada bien centrada en mí. Cómo quisiera enseñarle el dedo corazón para que sepa que está sobrando aquí.
Respiro hondo.
Ni Santiago Valenzuela y ni esa maldita van a arruinarme el día.
—Bien. —murmuro firme— Lo mejor que puedo hacer es fingir que no existen. Total, él solo ha venido con ella para martirizarme y no pienso darle el gusto.
— ¿Es muy obvio no?
—Demasiado.
Las dos regresamos con ellos quienes ya andan agrupados, por lo que decido saludar a cada uno por educación y luego solo me concentro en el chico de ojos verdes. Sin perder el tiempo, todos entramos y es Steve quién se ofrece en comprar los boletos dejándome sola a merced de ellos, ya que Milagros prefirió ir por un algodón de azúcar con su novio.
Menuda mala suerte.
El silencio es realmente incómodo hasta que Danna quién viste como modelo de revista, lo rompe.
— ¿Y cómo has estado, Cielo?
—Bien.
—Espero que no te moleste el que hayamos venido con Mateo y tu mejor amiga.
—No tendría por qué. Además, el parque de atracciones es libre para todos.
—Hacía tiempo que no veníamos a este lugar, ¿no? —noto que se lo dice a Santiago y este pareciera estar en la luna al no apartar sus ojos de los míos. Sonrío bajo y al parecer ella lo nota— ¡Santi!
— ¿Qué? —cubro mi boca para no reír más fuerte. La expresión molesta de la hermana de Lucía sí que asusta— Sí, es verdad.
— ¿Estás saliendo con Steve?
El que me lance esa pregunta me desconcierta y me provoca gracia al mismo tiempo.
— ¿Te importa?
—La salida de amigos no existe.
—Entonces tú y Santiago son…
—Sí.
—No.
Ella lo mira asombrada como si no creyera en lo que acaba de escuchar mientras que él luce de lo más tranquilo. Ni idea de lo que han estado haciendo al estar juntos como para que esta quiera ponerle un título a su relación, «Tal vez, solo pretendía lastimarme» Decido ignorarlos hasta que, por fin, mis amigos vuelven a aparecer.
— ¿A qué juego subiremos primero? —pregunta Milagros extasiada— Uno suave, por favor.
—Pienso que deberíamos separarnos. —agrega Steve— De ese modo cada uno podría disfrutar del juego que quiera con su compañía y en dos horas nos reencontraríamos aquí.
—Es buena idea. —habla Mateo, tomando la mano de su novia— Entonces nosotros…
—Lo mejor es estar todos juntos para que nadie se pierda. —interrumpe Santiago esbozando una sonrisa lo cual me deja perpleja— Es más bonito disfrutar en grupo, ¿No lo creen?
— ¿Temes perderte? Ni que fueras un bebé. —se burla su ex – mejor amigo.
—No jodas.
—Si tienes miedo, Santi…, yo puedo guiarte.
Danna rodea su cintura y lo abraza con fuerza sin importarle que nos tenga de testigos. Él trata de apartarla con cuidado, pero sus brazos se aferran cada vez más imposibilitando su acción. Y aun así el idiota se atreve a negar que son novios, solo a una estúpida como yo se le ocurrió pensar que estaba diciendo la verdad cuando soltó ese NO hace unos minutos.
No quiero que me afecte y aun así siento que pierdo las fuerzas al querer controlar la tristeza que su cercanía me produce. Los ojos se me nublan y…
—Nosotros nos adelantaremos.
Steve coge mi mano, jalándome y no sé hacia dónde estamos yendo. Eso ya no importaba, estaba agradecida de que me sacara de allí antes de pasar tremenda vergüenza. «Definitivamente, no debo rendirme ante ellos» Luego de unos segundos, nos hallamos dentro de un laberinto de espejos los cuáles parecieran divertidos a pesar de que solo nos han entregado un palito para no perdernos durante el recorrido.
Intento avanzar, sin embargo, él me detiene.
—Siento que no es el lugar correcto, pero había olvidado darte esto. —Steve habla nervioso y me entrega la misma bolsa lanzada por su hermana— Es un presente.
—No te hubieras molestado… —lo abro y parpadeo al observar una bufanda celeste— Es preciosa.
—Mi madre lo tejió para ti.
— ¡¿Tu madre?!
—Ella espera que sea de tu agrado y lo uses en el próximo invierno.
—Hoy mismo lo usaré. —él me ayuda al colocarla sobre mi cuello y no puedo evitar olfatearlo. Huele a flores— Es la primera vez que alguien me da un obsequio hecho a mano. Agradécele de mi parte, por favor.
— ¿Te gustó?
— ¡Me encantó!
Steve sonríe mostrando sus hoyuelos lo cual logra que olvide el mal momento, haciéndome sentir plenamente feliz.
Ambos volvemos a concentrarnos en el juego, por lo que él se ubica adelante mío pidiéndome que presione fuerte su abrigo y no lo suelte para nada. Le hago caso debido a que no hay mucha iluminación y fácilmente terminaría chocando con todos los espejos.
—Es un ambiente extraño. —susurro.
— ¿Por qué?
—Porque es hipnotizante ver mi reflejo por todos lados y no distinguir cuál es el verdadero. —apoyo mi mano en uno de los cristales y sacudo la cabeza— Estoy mareándome.