"Al caer la nieve" (libro 1)

Capítulo 27: La única culpable.

«¿Qué la mamá de Steve es infiel?»

Si hablamos de infidelidad tendría que decir que es un tema bastante delicado y lo peor es que no podemos acusar a alguien sin ninguna prueba. En primera porque destruiríamos su familia y en segunda porque no solo perdería credibilidad sino también la amistad del chico de ojos verdes.

Aun no puedo salir del shock y, aun así, continúo interrogando a mi mejor amiga.

— ¿Estás segura, Mili?

—Sí.

— ¿Completamente segura?

— ¿Crees que porque ahora uso lentes de contacto sigo ciega? —suelta un suspiro— Sé perfectamente lo que vi y fue a esa señora con el Profesor Moreno.

—Ay, señor. Creo que voy a vomitar.

—Yo también.

No dudaba de las palabras de Milagros, sin embargo, se trataba de alguien muy importante para Steve y que de seguro confiaba ciegamente. Si estaba dispuesta a decírselo, ¿Podría volver a lidiar con su corazón roto?

—Por si acaso, ¿Notaste algo específico en ella? —me mira confundida— ¿Un lunar? ¿Una marca o cicatriz?

—No me fije bien, pero el profesor acariciaba mucho el dorso de su mano, como si le estuviera aplicando alguna crema. —niega con la cabeza— Lo siento, quisiera haber estado más atenta.

—No es tu culpa el que esa señora terminara siendo una…

— ¡Listo! Los libros ya están aquí. —La voz de Steve nos sobresalta en dónde por poco nos caemos de la silla. Él frunce el ceño al vernos nerviosas— ¿Pasa algo?

—No, nada.

Las dos fingimos sonreír y cambiamos de tema con el pretexto de que ya estamos perdiendo tiempo, y aún no hemos comenzado con el trabajo. Durante dos horas nos dedicamos a reunir toda la información, tipearlo en una laptop y ya siento que me duele la cabeza, por lo que decidimos darnos unos veinte minutos de descanso.

—Este pie de manzana está delicioso. —comenta Mili a quién le doy la razón— ¿Tu madre lo preparó?

—Si, lo hizo ayer por la noche. —responde Steve con una sensación de orgullo— A ella le encanta probar de todo.

—No lo dudo.

El que sea sarcástica me da motivos para darle una patada debajo de la mesa. Lo que menos quiero es que el chico de ojos verdes se de cuenta de que algo raro nos está pasando, así que desvío nuestra conversación.

—Por cierto, tu mamá es preciosa y tiene una figura espectacular, ni parece que hubiera tenido hijos.

—Se cuida demasiado. Tanto que todos los sábados se va a un club con sus amigas en dónde asisten a unas clases de pilates y relajación. Prácticamente ese día lo pasamos con papá y ya el domingo salimos en familia.

— ¿Y no les molesta? —él frunce el ceño— ¿Qué esté todo un día fuera de casa?

—No, ella también necesita quitarse el estrés que le produce su trabajo.

—Y sí que lo… —Milagros siente el peñisco en su brazo y carraspea. Ojalá que ahora sí deje su ironía a un lado— Por cierto, me fije que tu mami tenía como una mancha en el dorso de su mano, ¿Es un lunar?

—Una cicatriz.

— ¿Accidente? —pregunto atenta.

—Fue hace dos años. —niega con la cabeza— Perdón, es un mal recuerdo que prefiero olvidar.

—Lo entiendo.

—Llevaré los platos a la cocina para poder seguir con el trabajo.

Ambas asentimos para luego miramos mutuamente. Estaba más que confirmado que el profesor Moreno tenía un amorío con la mamá de Steve. No quería ni imaginar lo que este descubrimiento provocaría y no sabía si estaba dispuesta a guardar un secreto de esa magnitud. Una hora después culminamos todo y rápidamente nos marchamos de allí. Debíamos volar hacia nuestras casas para alistarnos, almorzar e irnos al colegio.

—Esa señora no solo es bella sino muy inteligente.

—Lo sé. —afirmo con desagrado— Disfrazar su infidelidad con “clases de pilates” es tan bajo.

— ¿Se lo dirás?

—No lo sé, es que ¿Cómo confesar que tu madre es ese tipo de persona?

—Y de las peores. —Mili se torna enfadada— No sé cómo hay mujeres que viven con la consciencia tan sucia.

— ¿Por dónde quedaba esa pizzería?

—Por la plaza… —susurra bajo: — al costado de un Hotel llamado “Azules”.

La miro seria.

— ¿Lo dices en serio?

—Mi mateo dijo que allí hacían las mejores pizzas de la ciudad.

—Sí, claro.

— ¡No seas mal pensada!

Cubro su boca por si sus gritos molestan a los demás pasajeros. Ella se relaja, dejándola libre y mientras el bus avanza tengo la sensación de haber estado por estas calles lo cual sería bastante raro porque no recuerdo haber pasado por aquí con mis padres.

Creo que estoy comenzando a delirar debido a este enorme problema.

————————

A la hora del receso, me quedo bien plantada y algo ruborizada en la puerta del aula de Santiago. Aunque tenía a mis amigas y a la Richi de “sapas” no me importó perder la dignidad con tal de saber si la infidelidad de la mamá de Steve tenía que ver con el quiebre de su amistad. Unos minutos después, el Rey de Roma da señales de vida y casi se cae de espaldas al verme.

—Pequeña nube, ¿Qué haces aquí?

—Quería verte.

¡Ups! No mentía, pero eso no era lo que iba a decirle.

Su rostro se llena de tanta ilusión que creo notar cierto rojo en sus mejillas.

—Tan directa.

—En realidad… —carraspeo— tengo que hablar contigo.

— ¿Sobre qué?

—No ahora, sino a la salida así que… ¿Podrías acompañarme a casa?

—No tienes que preguntarlo cuando sabes perfectamente que te daré un sí como respuesta.

Es difícil ocultar mi boba sonrisa y es que este idiota popular puede provocarte diabetes sin ningún problema. Intento regresar a mi salón, pero él sujeta mi antebrazo derecho en dónde baja mi manga fijándose en mi pulsera.

— ¿Has vuelto a usarlo?

—Jamás me lo he quitado. —sería tonto negarlo. Él sonríe bajo— ¿Y tú…?

—Siempre. —me lo muestra poniéndome el corazón a mil— Aunque siento que le falta algo más.

— ¿Cómo qué?

Él saca el hilo rojo, que compró en el parque de atracciones, de su bolsillo y lo ata en mi muñeca para luego colocarse la suya. Estoy perpleja y algo atónita porque nunca pensé que me lo daría a mí.



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En el texto hay: juvenil, romance, drama

Editado: 09.07.2025

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