El cielo estaba oscuro y las corrientes de aire les arrebataban sus hojas a las ramas de los árboles, un silencio profundo invadía el corazón de cada invitado; sus ojos llenos de lágrimas se depositaban en la superficie de la lápida mientras cada cual la condecoraba con flores, y los cielos acompañaron su acto con una triste lluvia. Cada uno encendió su sombrilla y se comenzaron a retirar, hasta que quedamos Marc y yo.
─Ahora comprendo que los recuerdos son un arma de doble filo, son lo más bello cuando lo disfrutas, pero también lo que más duele cuando ya no está.
─Así es la vida Jack.
—Todo lo que ha pasado no me lo puedo sacar de la cabeza. No he podido concebir el sueño estas últimas noches —cuando terminé, abrí grande la boca y solté un bostezo de cansancio.
—No eres el único, también he tenido dificultades para conciliar con el sueño después de todo esto.
—Pero lo que más me inquieta no es eso, sino quién fue el que lo mató de esa manera.
—Ninguno lo sabe. Pero solo hay algo seguro.
—¿Qué?
—De que ahora habrá de tener más cuidado, ya no estamos seguros —y colocando su mano en mi hombro, finalizó—. Las cosas han cambiado.
Cuando se retiró, aparté los ojos fijados en la tumba, y observé como se iba alejando más y más hasta que abandonó el lugar. Ahora estaba solo, acompañado de la presencia inerte de los anfitriones, además de la lluvia que caía, la cual acompañó a el lúgubre momento.
Redirigí la mirada nuevamente hacia la lapida.
—Cuánta verdad hay en las palabras de tu amigo —levanté la cara por la conmoción que me causó esa voz, la cual me dejó atónito y congelado del susto—. Las cosas cambian, se alteran; el tiempo avanza, se corrompe, pero jamás deja de ser.
Definitivamente esto debe de ser un sueño, pensé. Él estaba muerto.
—No... ¡A ti te quitaron la cabeza! —trastabillé.
—Eres muy sumiso a la desgracia; un endeble encubierto —sostuvo entre risas.
—Eso es mentira.
—Tu vida es una mentira, ¿cuándo dejarás de ser tan obstinado y admitir que por tu error tu padre murió?
—¡Cállate! —ordené furioso
—Vaya. Crees que esto es un sueño, si es así ¿por qué no me haces desaparecer? —habló mientras se iba acercando poco a poco a mí— Tienes miedo a lo desconocido, pero le temes aún más a lo que ya pasó.
Cada paso le provocaba un duro revés a mi cuerpo: La respiración se me cortaba, el corazón me latía con vertiginosidad y se me suspendía los pelos en el aire por la ansiedad. Estando de frente, me escupió a la cara y volvió a preguntar que si creía aún que él era una fantasía, a lo que me limpié luego con la mano.
—¿Sabes? La primavera es una época muy especial y hermosa, pero después viene el otoño —y a la vez que un rayo cayó, un destello de luz ocupó mi vista haciendo que se diluyera instantáneamente, dejando vacío el lugar donde estuvo parado.
Quedándome sorprendido miré con terror las tumbas, para que finalmente cayese otro rayo que hizo que mis piernas reaccionasen y me largara de allí. Creo que estaba fuera de contexto y necesitaba un sutil llamado; el miedo me había congelado tanto que ni siquiera tenía un poco de frío.
Las calles estaban prácticamente desiertas, aunque había uno que otro caminando, además de los irresponsables conductores que no tienen otra forma de molestarte la vida salpicándote toda la ropa con los charcos de agua que se forman en las orillas de la carretera. Es uno de esos días tan grises que te dejan hasta el corazón de otro color.
El semáforo se puso en verde y crucé al otro extremo donde había una cafetería, en la que trabajaba Joe, un compañero de la misma aula donde estudiábamos, y al entrar, el solitario sonido de la campanita de la puerta hizo que levantara la cara y me mirara desde el mostrador donde se hallaba sentado. El sitio estaba completamente muerto, solo quedaban sobre las mesas algunos envases de café vacíos.
—Oye Jack, acércate —me invitó moviendo la mano.
—Un capuchino expreso doble con un poco de azúcar, y que sea rápido —le indiqué mientras me quitaba el chaleco y me acomodaba al frente de él.
—Ey —exclamó al tiempo que lo preparaba—, deberías relajarte un poco y dedicarte un tiempo.
—No es mi estilo y lo sabes.
—Solo quiero que te sientas mejor y no te preocupes más.
—Es bueno preocuparse por los demás, pero mi vida está completamente bien, solo son unos pequeños altibajos.
Se llenó la taza al instante y me la alcanzó con cuidado. Al tomar un sorbo tuve la sensación que estaba muy dulce, más que las otras veces que había venido, luego la dejé sobre el mostrador y súbitamente la mirada se me comenzó a oscurecer y veía doble, hasta que quedé inconsciente.
Al abrir los ojos de nuevo, me encontré atado a una silla, con un trapo que me tapaba la boca y me rodeaba el cuello en una habitación bastante espaciosa y un poco oscura, que apenas tenía luz.
—Hola, Jack —mencionó una voz al aire—. ¿Sabes? Recuerdo los gritos de ese idiota mientras lo cortaba, en especial cuando terminé de separarlo de su cuerpo. El dolor me brindaba una satisfacción única y deleitable.
Balbuceé tratando de poder gritar o decir algo alimentado por el pánico.
—No te alteres —continuó, y al momento salió de las sombras dejándolo al descubierto—, tú no tendrás menos honores que él.
Luke, ese maldito psicópata; no sé qué esperar más acerca de una mentalidad tan enfermiza, compulsiva y explosiva como esta, ni pensar en las perversidades que pasan por su cabeza, solo espero todo acabe muy pronto.
—No te preocupes, aún es muy temprano para ir a la carnicería, primero hay que amansarla y luego sí cortarla.
Y llamando a alguien con un silbido, se adelantó Joe detrás de su hombro izquierdo, y este seguidamente le preguntó qué tenía que hacer ahora, por lo que Luke le manifestó que reuniera a los muchachos.