Al caer la última hoja

Andando entre sombras |Parte 2

—Eh... ¿me lo quieres volver a repetir? —dudaba ella.

—Ya te lo dije. Tal vez si no te hubieras conmocionado tanto, no te habrías decaído de lado de la silla y casi haberte golpeado con el suelo bien fuerte. Eres afortunada de que haya alcanzado y sujetado tu brazo.

—Sí, sí, ok. Entonces lo que me acabas de explicar, es que alguien tiene escondido a Jack en algún lugar de esta ciudad, te lo pasó al teléfono y luego te advirtió de que hicieras algo para que se pensaran al menos en liberarlo, más no aceptaste y lo van a matar.

—Exacto.

—Marc, eh... ¿Por qué no lo hiciste? —comenzó a inculparme en voz alta— Pudo haber sido cierto, ¿y si hablaban en serio? ¿Por qué no lo pensaste bien? Ahora morirá y...

—¡Ay Dios, Deborah! Razoné de la mejor manera y por eso no acepté. Tanto que he aprendido me ha servido para reflexionar y considerar una situación como estas, no soy tan tonto.

Se comportaba de manera muy histérica, afanada y excesivamente preocupada. Yo mantenía por poco la compostura, aunque ella creyera que no me importaba en lo absoluto encontrarlo y salvarlo. Necesitaba pensar claro y para eso tengo que tener la cabeza fría. Mientras lo hacía observaba a todos lados, y en una vez, encontré tirado en el suelo un móvil que provocó mi curiosidad, además de que todos estaban tan absortos en los libros que nadie lo había notado. Pero había algo que me sacaba de quicio, y eso era el chillido de una vocecita a mi lado que era buena únicamente en la labor de quitarle el bienestar a mi tímpano. Volví la cara hacia ella que reaccionó y me gritó aún más fuerte, lo cual proporcionó que todas las personas que estaban leyendo dirigieran la mirada sobre nosotros, haciéndola sentir avergonzada y encogida de hombros.

—¿Ya? —musité con una sonrisa sarcástica.

Me miró con unos ojos fulminantes y un gesto de enfado. Yo no hice nada, ella se lo buscó, eso es el resultado de su impaciencia, aunque siendo sincero disfruté el momento; nada mejor que ella misma me de la razón. Todos volvieron a sus libros.

Yo me levanté y fui a recoger el celular, luego meneé la mano desde la distancia mostrándoselo a Deborah que tuvo una acogida de asombro. Regresé a la mesa y entonces empezó a preguntarme si tenía alguna idea de a quién le pertenecía,  le confesé que ni siquiera lo pensaba, solo lo tomé por interés, por lo que se tomó la cara con una mano lamentándose del instante y de mí mismo.

Lo encendí, y en el fondo de pantalla había una imagen que se me hacía muy familiar.

—¿No es Joe ese? —le  mostré el celular.

—Sí. Pero ¿quién es el que está a su lado de espaldas?

—Yo que sé. Lo que importa es que conocemos que le pertenece a él.

—Oye, ¿y si revisas su chat?

—Mmm... no, es de su propiedad, no quiero husmear su privacidad.

—Mira —hizo un gesto con serenidad—, estoy cansada, avergonzada y demasiado jodida por todo lo que está pasando, como para que tú ahora me vengas de niño bueno a decirme que es de su privacidad, cuando lo encontraste echado sin más en el suelo. Dime, ¿crees que tengo sentido del humor?

—Pero, Deborah, entiende, no es algo correcto que deba hacer. 

—Marc Alexander Peterson, te exijo que abras el maldito chat ahora.

—Esta bien —expresé limitándome. 

Al ingresar encontré un único chat. No tenía foto de perfil ni nombre, sino un número que era 06249388412, entonces me introducí dentro para examinar qué hablaba y con quién lo hacía, pero cuando leí la conversación sentí un bajón profundo en mi interior.

—Eh, Deborah, —se me borró el color de la cara— mira. 

Agarró el celular y leyó toda la conversación, no quedó ajena a mi reacción.

—¿Joe?... torturar...p-e...pero... ¿a quién?

—Ni ide...

Espera: la cafetería en las noticias, la foto de Jack, la llamada, Joe en la biblioteca, la conversación en su celular, además de que él trabajaba en ese mismo lugar. Ay no, no me digas, no, no, no... hijo de ....

—¡Maldito seas infeliz! 

—¡¿Oye qué es lo que te pasa?! —me reprendió en voz media— ¿Acaso te volviste desquiciado?

—Ven, vámonos ya.

—¿Qué dices?¿Qué sucede?

—Sígueme. Te lo contaré en el camino. 

Salimos rápido y recorrimos varias calles, adelantando siempre el paso, a la par que le contaba cómo todo lo que estaba pasando tenía una increíble conexión, pero ella creía que me adelantaba o incluso llegó a decir que yo no tenía forma de saberlo de forma concreta y que podría ser alguien más, que me precipitaba. Estaba convencido cien porciento por los hechos solo que necesitaba que Deborah también se diera cuenta. Cuando me detuve fue en frente de un edificio abandonado, cuya maleza corroía la estructura, e indiqué que era el lugar y quedó aún más confundida; mas me encaminé a un callejón que estaba al lado, donde había unas escaleras de agarre y subí hasta un área suspendida que daba con una ventana abierta.  Asustada opinó que no entraría por nada ya que lo veía muy peligroso, acepté e ingresé de todos modos activando la opción de la linterna en la parte superior de mi teléfono, desplazándome entre las ruinas y algunos escombros que sobresalían en tanto alumbraba a cualquier lado para ir reconociendo el sitio. Podía escuchar el chillar de las ratas, que las sentía por todos lados.



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En el texto hay: asesinatos, pasado oscuro, amor

Editado: 31.05.2021

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