Al caer la última hoja

13. Desahogo

Me aparté de ellos y salí de allí solo, el exterior era completamente desconocido, en mi vida había conocido esta parte de la ciudad, siendo así traté de inquirir la respuesta interrogando a las personas que iban pasando, dando como contestación que esto era Vil Klanck, un sector muy al sur de Grindbonne. La universidad se encontraba relativamente cerca, a unas diez calles, y al venir a ella solo tendría que doblar en la siguiente curva para llegar a mi hogar; no está demasiado feo. Vamos.

Entretanto caminaba formalmente para no resaltar, miraba de frente y hacia el otro costado de la calle, podía distinguir varias situaciones que tenían algo en común conmigo: un vagabundo miserable recostado en el piso sobre un trozo de cartón; un padre y una madre con su hijo en medio agarrados de las manos; alguien sentado en una mesa, escurriéndose por la silla, pasado de copas. Era como un resumen de cuán emocionalmente he vivido. Siempre pienso en cosas tristes, ¿por qué no puedo ser positivo o vivir feliz? ¿Por qué sufro todavía? ¿Por qué pienso en ti? Se supone que acepté lo tuyo, que te dejé ir, que admití que ya no me hacías falta... yo sería el fuerte y mantendría la compostura para que otros creyeran que no me duele, pero en lo profundo del abismo de mi alma yacen las simulaciones que crearon de mi vida una absurda mentira. Es cierto lo que me declaró mi subconsciente, que soy lo que no he podido superar.

Seguí andando derecho, cuando una voz diminutiva con tonalidad aguda pronunció mi nombre del otro lado de la calle, giré la cabeza y no distinguí a nadie hasta que un chiquitín brotó de entre la multitud que iba de paso, arriesgándose a pasar la calle corriendo, y llegando a arrimarse hasta donde estaba. Era Ricky, el hermanito de Thomas. Me dejó patidifuso.

—¡¡Ricky!! ¡¿Pero por qué carajos hiciste eso?! ¡Te pudieron haber atropellado!

—¡Jack! ¡Jack! —mencionó entrecortado debido a la fatiga.

—Ay, por favor, primero respira bien.

—Jack... Ja....

—¡Habla niño!

—Jack —respondió pasando saliva—, necesito que me acompañes.

—¿Para qué y a dónde es?

—Tienes que ver con lo que me topé en la casa del árbol, pienso que tiene alguna relación con mi hermano.

—¿Qué? ¿Con Thomas? —entré en suspenso.

—No estoy seguro, ¿de acuerdo? Son miles de pósters de una chica pegados a la pared.

—¿Cuál chica?

—La que tiene ojos verdes. Nunca conocí la vida social de mi hermano sino hasta que ustedes vinieron a mi hogar cuando desapareció. Ella.

—¡¿Evelyn?! —Algo en mi interior me dictaba que tenía que ir—. Bien, te sigo. Pero antes, ¿dónde está tu casa? 

—Es esa de ahí. —Señaló al frente.

—Ahh, no la veía por tanta gente. Dame la mano, no quiero que tú mamá sufra más desgracias.

Recordando el trayecto de la anterior vez, nos adelantamos unas calles hasta llegar a la entrada del bosque, a partir de ese instante, debido a la yerba alta, senté a Ricky en mis hombros para que me indicara la senda que él sabía. En un momento todas las matas se terminaron permitiendo ubicar delante nuestra, en una planicie redonda, al árbol con la casa. Ricky pidió que lo bajase, al cumplir su petición corrió rápidamente a las escaleras de caracol y subió.

 —¡Apresúrate! ¡Corre rápido! —voceó ya desde arriba.

Exhalé con detenimiento. Permanecí inmóvil para admirar con profunda tristeza el lugar en el cual murió mi amigo, o más bien lo hicieron picadillo, literalmente. No inhibí el deseo de mis ojos, que cerré, para llorarlo en silencio por el dolor que me producía al rememorarlo y reconocer que ya no lo vería nunca más... fue una gran persona pero la vida misma le saboteó. Sigo en declive.

Me limpié los dos párpados con la manga de mi camiseta e hice lo propio con el mismo brazo con mi nariz, tomé aire y me puse en marcha, al dar un paso por cada escalón arrastraba con suma suavidad mi mano por la totalidad de la barandilla. Al ya estar en la parte superior, el pequeño me manifestó, con una cara de extrañeza, que qué estaba haciendo.

—Nada. Nada importante. —Le devolví una incógnita diferente, al analizar su actitud insensible frente a todo—. Oye, ¿no sientes algo aquí? Me refiero a si no te trae algo este espacio, algún sentimiento quizás.

—No. Y no es que sea alguien apático, o que haya olvidado mis cicatrices; convivo con ellas, a pesar de ello no interfieren en mi día. Me caracterizo por tener un don de resiliencia, que me valió, incluso, en el divorcio de mis padres. No me agrada el dolor, porque sé que si me acostumbro a sufrirlo lo terminaré deseando en cualquier tiempo o circunstancia.

Sus palabras indicaban una madurez de una persona con mi edad, como Marc, y eso que es apenas un crío que no deberá tener más de diez años, increíble. Un niño con una capacidad extraordinaria. Lo último que pronunció me quedó sonando. 

Aparté el visillo a un costado para que entrara la luz, que iluminó una leve fracción de la habitación, las manchas oscuras que se notaban en las tablas reflejaban la sangre seca del incidente, aún se olía un poco mal, incomparable con la primera vez. Ingresé, mas no había suficiente claridad para distinguir los tales posters que me informó, en eso él despejó las cortinas de las ventanas facultando ahora sí su visibilidad: era un cuadro aterrador sacado de tanta inocencia. Efectivamente, era Evelyn en todos los carteles, con varios escritos adjuntos, que permitían intuir una obsesión amorosa enfermiza; un cuchillo de carnicero clavado en una  imagen de todas esas, con una advertencia: Si tu corazón no late por mí, entonces no latirá por otro, se distinguía del resto. Siempre vi a Thomas como una persona feliz y sin prejuicios.

—Fue mi culpa que muriera —declaró, poniéndose de espaldas hacia una ventana.

—Es un hecho desafortunado. Era imprevisible —lo consolé.

—No. No es así. Yo los traje hasta aquí. Les enseñé el camino.



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En el texto hay: asesinatos, pasado oscuro, amor

Editado: 31.05.2021

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