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Narración en Tercera Persona
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Las desgracias son mi satisfacción, bebo la sangre de los muertos como los perros, me alimento de terrores y vomito pesadillas, mis caras te fragmentarán el alma bien que la original te suprimirá los sentidos, la crueldad es mi normativa y la impiedad mi pasión. El amor es mi condenación y la paz me lastima, envidio la alegría y el derecho de la vida, la fraternidad me hace débil; odiaré al que cura una herida; velaré por el que extraiga el corazón de su hermano por su tórax. La luz aparta las tinieblas, mi poder concede que las tinieblas sean intensas a manera de la luz y la luz se reducirá a la opacidad del carbón; manejaré las leyes y los principios, jugaré con la materia y me burlaré de la naturaleza.
Fui mortal. Gozo ahora la capacidad de mi inmortalidad. Tuve familia empero las pestes me los arrebataron. Mi salud se redujo a mi lecho, mis risas a la falta de oxígeno... Pero me negué a morir y mi infinita envidia, por mi desafortunada biografía, ocupó mi espíritu, era mi nuevo motor. Al no ser la envidia una esencia propiamente pura mi cuerpo se mantiene perpetuamente desde hace decenas de siglos en un limbo, puedo ser un cuerpo sólido y cambiar a un ente que desaparece. Mi condición recién adquirida me concedió un exagerado dominio sobre todo lo existente, mi influjo era tal que sometía a todos los elementos a que acataran a mis pensamientos. Erupciones volcánicas, tsunamis, terremotos, impetuosos granizos que eran tan consistentes así como el mismísimo hierro, devastaba poblaciones y pueblos enteros, la miseria era la moneda con la que me sentía recompensado. La vida me cobró lo que jamás le debí, una cuenta desorbitante como en un restaurante; yo ya abrí el mío por igual y ejerceré mi yugo. Lástima que un atrevido monje me develó, por lo que lo clausuró tempranamente al concentrar su mística para activar un portal a otro mundo donde había un árbol de oro al cual me condenó quedar encerrado, después de una férrea batalla en la que conquistó mi autoridad, anulándola con sus técnicas ancestrales. Perdí por segunda vez.
Allí en adelante empezaría una época muy próspera y festiva, para mal mío, extenuando la exigua posibilidad de un chispazo para abrir otro portal parecido para traer a una sola persona a este mundo, que dañara el árbol con sutiles artimañas y recobrar mi libertad. Lo que me impedía hacerlo era el gran volumen de positivismo por los avances en el campo de la salud que otorgaba mayor tiempo de viveza, los lamentos por las pérdidas eran abrumadoramente menores al anterior porcentaje.
Afortunadamente, siglos más tarde, situé en Grindbonne una enorme energía oscura, siendo exactos, en el momento cuando Jack llegó por primera vez, si bien ya habían abultados indicios, lo de Jack era completamente superior. Con él, mi objetivo se cumplió a cabalidad. A pesar de ello necesito dar tiempo al tiempo para que todas las hojas del árbol caigan, las cuales aluden a la vitalidad de la gente que habita la metrópoli, porque este en sí no me devolvió todo el poderío. Preciso que fenezca para reconquistar mi corona; apenas aprecio una de sus joyas caídas. Es inevitable.
Ese monje hoy es la sombra de hace varios siglos atrás, no me detendrá. Si fuese cortado el tronco aún con las hojas caídas, pero con un sobreviviente, yo desaparecería para siempre. Esa opción no es nada viable o posible, su mística no le es suficiente y ninguno de los estúpidos mortales dispone de la virtud para comunicarse. Ah, sí, Jack, bueno, hay una ligera desventaja: puedo escoger la idea de bloquear el paso cuando me apetezca y el factor ajeno sería que él no ha adquirido ningún privilegio para ser capaz de llevar un objeto a esa tierra, ya que solo la alcanza con sus sueños, su cabeza no recrea un mundillo fantástico sino uno concreto, por ende inventar un hacha con principio en la imaginación es vano y obsoleto.
¿Que por qué le tolero que venga? Fácil, porque me entretiene ver el desconocimiento del crudo desenlace que habrá en el futuro próximo que no es competente de captar con su intelecto; además me gusta molestarlo con malos sueños, recuerdos olvidados a propósito, imitar a su padre y jugar con sus emociones. No es con su progenitor con el que sueña, es conmigo y el contexto de los sucesos está corrompido por mí, por tanto le reflejaré lo que él cree, en cambio, la realidad le daría paz pues es supremamente sencilla: su pecado es el complejo originado a partir del accidente, no su fallido intento por salvarlo. Si desechara esto desfavorecería mi influencia mucho, aun con eso no importaría ya debido a que cumplí con mi acometido.
Alcanzar el pie de La Fagáire es una simple utopía para el más optimista que aspire derrotarme, su falda se convertiría en el punto máximo donde lo devorían las horrendas criaturas que viven ahí, incluyendo una jauría de gigantescos lobos con hambres y sed titánicas. Mis diferentes homólogos harían la tarea imposible si se salieran con la suya para evitar inalcanzablemente que hollen la cima.
La fantasía se restringe a juicios racionales, una ideología que para los humanos es aceptar lo evidente, limitándose a sí mismos a explorar lo que es, un desvarío en su filosofía, a una entidad real. Soy un hecho improbable, sin embargo yo soy.
No queda más remedio que contemplar los últimos meses de lo que irán a parar escombros y fuego. Precisamente se está llevando a cabo en esta hora las exequias del prole del infortunado regidor civil, Jack está presente también en un mero acto de admiración por la presión de la posición que ocupaba, no hay ninguna conexión. Este furibundo padre lo vengará trayendo consigo la sublevación y destrucción.