Al caer la última hoja

17. Reconciliación, venganza y despojo

El armonioso sonido del correr de aguas que chocaban entre sí con una suave frecuencia que deleitaba a mis tímpanos no hizo más que ocasionarme confusión al reflexionar el porqué la oía si me había acostado en mi cama, entonces espabilé haciéndome consciente en una ribera de un dilatadísimo y extenso río al punto de percibirlo difuso. No sé por qué sentí una extrema sed en un periquete, que, al no haber otra alternativa, me obligó a reunir mis manos por debajo de la corriente y sacar sucesivamente puñados del líquido que sorbía, saciando mi garganta en un breve período de tan solo unos segundos, sin paladear la sapidez de la salinidad; me enfoqué en normalizar la frecuencia de mi respiración que se descontroló por el afán con el que bebí deseosamente. 

En el agua se comenzó a centralizar un gran destello que irritó mis pupilas y que tapé con mi antebrazo, cuando lo retiré vi proyectado en el reflexivo espacio cristalino la reproducción en movimiento de un niño corriendo entre la hierba alta, cayendo por desatención, en una zanja asaz excavada, lesionándose la rodilla por el impacto y gritaba pidiendo ayuda para salir. En eso su padre apareció, se metió al hueco, lo tomó entre sus brazos y lo posicionó afuera, posterior a eso, con dificultad escaló para salir, estándolo ya, contempló cómo se retorcía en medio del llanto; innovó su postura disponiéndose a ocupar los papeles de un caballo para trasladarlo a su hogar y allí poder curarlo sin empeorar el daño incluso más.

—Fueron 2 o 3 semanas en los que limité mi movilidad. En ese entonces tenía 3 o 4 años, supongo... —interpreté evocando una remembranza pretérita.

Brilló otra vez cambiando de situación; presté atención al áspero ruido proporcionado por las nubes que hacía parangón al preludio de una tormenta, el marco se tornó gris raudamente y los vientos apoderados zarandeaban con tenacidad, un silbido compuesto de aire me citó a mis espaldas proveniente del árbol que estaba en un estado carbonizado, empero, sus ramas y hojas se encontraban intactas, la oscuridad que emitía relumbró grandemente. En un cerrar y abrir de ojos, producto de la resequedad causada por la impetuosidad del ventarrón, la placidez se instauró nuevamente quedando el resplandor en el raudal que se atenuó hasta posibilitar la claridad de la imagen.

Alto... ¿es eso...? No, no, no, mil veces no... ¡¡Maldición!!

»—¡Papi, tengo miedo! ¡¿Qué es ese ruido?! ¡¿Por qué se están rompiendo los cristales?!

»—¡Nos disparan! ¡Échate al piso Jack! —desgañitó.

»—¡Hazlo tú también!

»—Si lo hago nos vamos a terminar estrellando. Tú atesoras mayor juventud y salud, ¡cúbrete!

Tuve la capacidad de simpatizar los pensamientos de esa situación, me notaba desmesuradamente nervioso en ese otro contexto, me rasgaba el corazón y enredaban los intestinos al ser incapaz de ignorar lo que mostraba, unos impulsos invalidaban mi dolor. Mi puño se detenía en el aire con la intención de parar todo esto, aunque su tesón no fue suficiente.

«¡¿Qué fue ese ruido?! Es parecido al reventar de un globo... y ¡¿por qué se oye hierro de un modo estridente, y que nos persigue?!

—»¡¡Hijos de perra!! ¡¡Podrán pinchar todas las llantas que se les antoje en el puto infierno!!

»El carro se comenzaba a desestabilizar, la conducción ya no era estable. Solo deseaba llegar a casa con papá a salvo».

Migraron a mis mejillas un salado mar de desconsuelo por la lástima que me producía la incredulidad de ese niño. Un niño feliz en el sentido de la palabra. Feliz... ¡¿por qué?! ¡¿por qué?! ¡¡¿por qué cuando iniciaba el camino y mi vida florecía lo arrancaron de mí?!! En el mundo anhelamos vivir con lo que nos da alegría, en cambio, sin anhelos nos alegramos en morir. En Marc, cada día que lo encuentro, medito en el apoyo incondicional que me ofrece y en el asiduo afecto que me brinda más que a un hermano pequeño, una clase de amor único propio de un padre. 

»—Papi, —le solicitó tumbado, desazonado por los nervios— ¿cuánto resta para...

Un proyectil súbitamente se oyó, a continuación la bocina se activó y se prolongó, dando lugar a una aceleración extrema que se agilizó cada vez más hasta impactar contra otros vehículos, desencadenando una reacción en cadena. Esta "pantalla" enseña detalles que no presencié, de hecho aparezco en tercera persona, aparentemente se "grabó" desde un punto de vista elevado que abarcó toda ocasión. Permanecí atónito.

Actualmente es idóneo cuestionarme: ¿EN DÓNDE DIABLOS ESTOY? ¿POR QUÉ ES TAN REAL ESTE LUGAR? ¿POR QUÉ TOLERÉ EL AGUA Y EXPERIMENTÉ SACIEDAD? ¿QUÉ ONDA CON ESE ÁRBOL? ¿CÓMO ES QUE SABE DEMASIADO DE MI PASADO?... ¿ESTO EN REALIDAD ES UN SUEÑO?

»—Pa... pap... papá —gimió aturdido por el choque, desconoció la debilidad de sus músculos e intentó ponerse de pie. Lloré sin contención. Al ganar estabilidad, se inclinó levemente al asiento de conducción—. Papá, despiértate, ¿por qué estás durmiendo sobre el volante? Casi morimos, pero ya estamos a salvo. Dale.

Acomodó una de sus manos en uno de sus hombros, lo sacudía aumentando el vigor con el que lo hacía al pasar los minutos, su desesperación lo consumió y el monocorde de su lamento lo transmitió en resonantes gritos que profundizaron en su corazón a tal grado que se despegó de su sano juicio, imitando esa secuencia por el gran desconsuelo que socavó la razón. De su frente y varias partes de su cuerpo brotaba, por las cortaduras hechas por los diminutos filamentos que se formaron a partir de los fragmentos del vidrio de las ventanas, sangre que untó a quien desconocía como un cadáver ahora, y notó que lo cubría de sangre solo cuando lo agitaba produciéndole una falsa suposición de que lo afectó al actuar con brutal violencia destruyendo algo elemental en su interior que le daba la vida. Esos pensamientos eran unas convicciones sin sentido.

... 

...

...

Eh... ah... yo... yo...



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En el texto hay: asesinatos, pasado oscuro, amor

Editado: 31.05.2021

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