Al caer la última hoja

19. Perdón

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Este capítulo, cronológicamente, arranca después de la destrucción de la casa, por si el inicio los confunde. El suicidio de Spencer todavía no se ha consumado. Volvemos con nuestro protagonista original.

Un abrazo ;D

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—¡Excelente! Ni yo lo hubiera hecho mejor —consideré, asistiendo mediante el cúmulo de agua del afluente que me notificaba de lo que ese impostor y mi mejor amigo hacían—. Mal que hicieron polvo esa morada, yo no me hubiera atrevido a tanto. Por lo que presencio, supongo que me quedaré apresado aquí por la eternidad. Pero... si intercambiamos de puestos, debería tener la misma habilidad que le permitía a él liberarse cuando se le antojaba, la cosa es: ¿cómo la habilito?

Mientras me rompía la cabeza, un melódico coro resonó con un sortilegio en su música que me hizo erguirme y caminar sin ninguna finalidad a ningún destino, solo me dejaba llevar. Era agudísimo su tono, su atracción hipnotizante descomponía mi libertad, vagaba sintiéndome espectador de los espigados que eran columnas que soportaban el peso de la luz, flaqueando solo un poco por la violencia con la que siempre esta trata. El cántico disminuía su volumen, mi rótula se flexibilizaba más para no dejarlo escapar, al fin y al cabo, renunció a mí desechándome al frontis de un mediano estanque aderezado con rosas que lo bordeaban. Perdido, lo mejor que se me ocurrió fue platicar con mi reflejo.

—No me siento libre, aun sabiendo la verdad, aun habiéndome vengado, haciendo lo que debía, indirecta o directamente, ¿por qué no me he reconciliado con mi pasado? ¿Qué es lo que me falta?  

Las cabezas de las flores, por así decirlo, literalmente empezaron a gotear su color sobre el límpido elixir de vida hasta tintar todo su conjunto, admiraba con fascinación tal procedimiento. Era inefable. Entre tanta pintura, se iba formando un espacio claro que se disociaba de tanto rojo, este era el trazo de una letra, luego de otra, y otra más que componían una palabra por otra palabra hasta dar alcance a un mensaje final. Ya no me maravillaba que bajo esta mítica atmósfera todo tiene pinta siempre de querer hablarme.

La justicia no te libera, el perdón sí y exenta a tu alma del mal. No hay justo, ni siquiera uno en el mundo, por tanto, la justicia es ambigua, nunca puramente justa. Vaya, qué ironía. ¿O acaso yerro, Jack? Te pregunto ahora: ¿La venganza por llamarle justicia es infaliblemente buena? Y si para ti es así, ¿por qué  a veces sangre inocente se derrama de por medio? Porque lo bueno no acarrea desgracia, son contradictorios. Cuántas sean tus maldades y la suma de ellos sean insólitos, si respondes con equidad tu diferencia será 0. Mas tu resultado es erróneo, entonces no sustrajiste bien. ¿Ves que hasta los números dan la razón? 

—¿Cómo puedes ser recto con alguien nacido del infierno?

Verdad hay una: es que todos nacen en el infierno, pues está debajo del cielo y los males del pecado desencadenan la muerte. Lo otro es un invento.

—Bah, ya nos introdujimos en asuntos religiosos. O más bien no me supe expresar, qué tal esto: ¿Cómo puedes excusar a una persona cuyo objeto fue arruinar tu vida?

No sé dar una respuesta ideal que acate a tus preceptos. Por más que cambies de dialecto, mi observación no se tergiversa, porque el perdón penetra el alma más que una bala. Claro que hay excepciones, por ejemplo, que ya esté muerto hace rato y al pronunciarlas no lo afecte, porque el muerto muerto está, nada sabe; sus sentimientos fenecen con ellos.

—Eres solo una poza, no tienes la capacidad de experimentar la aflicción. Si padecieras de carne y hueso no te andarías con sermones de gracia. Eso es seguro.

No se necesita probarlo, dice un nada caduco refrán: una imagen vale más que mil palabras, de ver he visto muchos casos por lo excelsa que resulta mi subsistencia atávica y omnipresencia. Conque es adecuada e idónea mi admonición, está subordinada a ti.

—Pese a que lo quisiera, ya es tardía la ocasión. Ningún hecho puede arreglar lo que ya causé. El cristal que se rompe no es el mismo si se repara.

¿Qué tal si lo sustituyeras por uno nuevo?

—Explícate.

Si los cachos te hirieron al unirlos y la marca queda, ¿de qué sirve? Ya no será impermeable sino que dejará filtrar. Lo aceptablemente rentable es comprar otro. Esta paridad se puede ajustar a tu individuo, dado que no puedes reformar sumamente lo que fue, aun así, un inicio renovado hace que no te tengas que volver a perforar; las heridas te distraen a la culpabilidad, que es el gusano que pudre tu manzana.

—Ya está dicho: es tarde. La parca no se anda con cuentos de devoluciones. 

Acláramelo: ¿Estarías dispuesto si no lo fuera? 

—Pues, basado en tu manera de meditar las cosas, supongo que sería una posibilidad. Si tan solo fuera garante de que eso significara recuperar la normalidad, incluso arrebatarle a los inquilinos de la tumba.

Muy bien, porque sí hay una alternativa. Lo primero consiste en restablecerte al primer día, la línea más rigurosa de la misión. Esta será una aventura sangrienta.

—¿¿Qué?? ¿Y el perdón? Yo me hice a la idea que esto sería una ruta pacífica.

Es preciso el sacrificio de inocentes para metas sustanciales. La sangre vertida desinteresadamente por un bien supremo no se desperdicia y se valorará lo cualitativa que es, así sea un éxito o un fracaso. Como cité es el primer punto, y no necesariamente debe concederse como el más importante.



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En el texto hay: asesinatos, pasado oscuro, amor

Editado: 31.05.2021

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