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Cuando regreso al salón veo que el profesor no se encuentra en el aula y los demás están recogiendo todo, guardando los libros y demás. Me sorprende encontrar el aula de esta manera, no recuerdo haber escuchado el timbre y, nunca, el profesor Arthuro nos había dejado ir antes de la hora al receso.
Me acerco a Ángel, que es algo así como el presidente de la clase, porque es el encargado de entregar las carpetas de las asistencias de los alumnos y también es el que ayuda a los estudiantes con dificultades en algunas de las materias ya que es el que saca las mejores notas del salón. Este está anotando algo en su cuaderno y cuando se percata de que estoy frente a él, levanta la vista y me regala una de sus particulares sonrisas radiantes llena de dientes.
-Hola, Emma. ¿Cómo estás? – pregunta.
-Bien. -digo sonriendo al igual que él- ¿Por qué todos se están hiendo? -pregunto señalando con la mirada a los que salen animadamente por la puerta.
- ¿Recuerdas que la hija del profesor estaba embarazada? -asiento- Pues, lo han llamado informando que estaba en labor de parto.
-Wow, espero que todo vaya bien. -exclamo con emoción al mismo tiempo que veo a Jennie llegar a nuestro lado con mi morral en uno de sus hombros. -Gracias- esta vez me dirijo a mi amiga que me tiende el bolso. Ángel y Jennie se saludan amistosamente, pero ella tal vez más entusiasmada, y la miro sorprendida por su manera de actuar, tan nerviosa.
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Aguanto las ganas de reír al ver como Ángel trata de librarse de Jennie amablemente que no para de hablar y tratar de extender la conversación.
-Nos vemos luego. -se despide Ángel cuando ve la oportunidad de irse. Jennie no lo pierde de vista hasta que este desaparece por la puerta. No aguanto y río haciendo que Jennie sacuda la cabeza, reaccionando, como si se hubiese olvidado que estaba al lado de ella.
- ¿Qué? -pregunta inocentemente. La miro meneando las cejas de arriba abajo con intención. Esta se pone colorada al saber a lo que me refiero y me da un ligero golpe con el puño en mi hombro. - ¡Yaaa, Emma! -me río en alto haciendo que se ponga como un tomate. De seguro podría ir a una feria de hortalizas y la confundirían con algún manzano.
-Oh Dios..., Jennie, no te enojes. -digo hipando de risa y rodeo sus hombros con un brazo al ver que se da la vuelta y se está dirigiendo a la salida dejándome atrás. -Está bien que te guste, Jen. A mí me parece que ustedes harían una bonita pareja. -digo cuando dejo de reírme y esta vez le hablo sin bromear, con simpatía. Mi amiga se tapa el rostro con las manos, avergonzada, y no niega que le gusta porque reconoce que es muy obvia. Además, sabe que me lo terminaría contando en cualquier otro momento. Jennie no es buena ocultando secretos como estos, y mucho menos si se tratan de ella. Es un libro abierto.
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Terminamos de salir al patio trasero que está casi desolado a parte de los de mantenimiento que podan algunas enredaderas que empezaban a aferrarse alrededor de unos bancos, casi rodeándolos por completo. Charlamos de cosas triviales mientras Jen saca una bolsa de papel con las típicas empanaditas de queso y jamón. Su madre las aprendió hacer ya que es de los desayunos típicos y más deliciosos que tiene este país. Sé que son deliciosas porque las he probado, y mi estomago gruñe ligeramente por comida al sentir el delicioso olor a grasa, así que desvío la vista para no caer en la tentación. Jennie parece notar mi incomodidad.
-Oye, Emma, no quiero ser entrometida... aunque sabes que al final siempre lo soy-río al igual que ella y continua: -, pero de verdad creo que deberías empezar a comer más, estás muy delgada y... en serio me preocupa que te vayas a desmayar en cualquier momento. -termina, mirándome a los ojos, y puedo ver en ellos verdadera preocupación.
Una parte de mi pugna por decir la verdad, decir todo lo que ella no sabe: sobre las reglas de Michael, decirle que sé que está mal, que sé que debería parar y que, una pequeña parte de mi quiere dejar este estilo de vida. Pero a mi mente llega Michael diciéndome que es algo obligatorio y que todas las cosas que él me pide que haga, son algo normal en una bailarina que «realmente desea triunfar». Me cohíbo de decirle cualquier cosa porque las palabras de Michael hacen mella en mi cerebro, haciéndome recordar que todo esto lo hacía por él, por ver ese brillo en sus ojos cuando hago algo bien, lo que él dice.
-Estoy bien, Jen. De verdad... es solo el esfuerzo físico. Como lo suficiente en casa y..., ya sabes que de por sí soy algo plana. -digo tratando de bromear un poco, pero ella parece no creerme porque achina más los ojos (si es que eso es posible) y me mira fijamente poniéndome nerviosa por su escrutinio. Sé que no me cree, me conoce bien, sabe cuándo digo la verdad y sabe que este no es el caso.
Jen es una persona muy importante para mí, la conozco desde hace diez años cuando recién me mudaba de Nueva York a Venezuela y no tenía ninguna familiarización con este nuevo mundo. El idioma no se me daba para nada, y cada vez que quería hablar con alguien tenía que estar acompañada de mis padres. Ella era extranjera al igual que yo, de China, pero llevaba 2 años de mudada, así que comprendió cómo me sentía. Es esa amiga con la que puedes contar y que se vuelve una hermana para ti porque sabes que puedes contar con ella.
Solo que hay algunas cosas que prefiero resguardar, tal vez porque no quiero ser juzgada, no quiero ver una mirada de decepción en sus ojos. Si Jennie deja de hablarme y deja de estar a mi lado, creo que me sentiría más sola de lo que a veces llego a sentirme.
-Déjalo, Jen. -digo tratando esta vez de sonar con más convicción. - En serio, estoy bien.
Mi amiga hace un último recorrido de mi rostro y asiente para seguir comiendo tranquilamente.
Nos sentamos debajo de uno de los frondosos árboles de aceite, resguardándonos en la cálida sombra sobre la hierba recién podada, así que esta produce un poco de comezón, pero termino quitándole importancia al ver el increíble espectáculo frente a mí. Caracas tiene hermosas montañas. Son de formas indefinidas, mostrando la belleza en lo imperfecto. La neblina rodea protegiéndolas del cálido sol, y el verde de las hojas es lo más atrayentes al ver el increíble follaje que cubre como un manto sus curvas. El clima templado es reconfortante, sintiendo el frío del viento chocar contra mi rostro, pero a la vez con ese calor que envuelve acogedoramente.