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Emma
-Lo siento, lo siento, de verdad. -repetía una y otra vez, incorporándome de encima del cuerpo de Alec que se encontraba tendido en el suelo debajo de mí. Me levanté del suelo y le ofrecí la mano, que tomó enseguida y trató de impulsarse para levantarse también del suelo. Lo que pasó después de ese intento me hubiese dado gracia si lo veía como espectador, pero no fue nada gracioso vivirlo.
Alec es mucho más corpulento que yo, al tomar mi mano y tratar de sostenerse, me llevó al suelo de nuevo de un tirón cayendo y golpeándome la frente contra la cerámica del piso.
Auch.
-Shit…-maldijo Alec en inglés. - ¿Estás bien?
-Siento que se me volteó el cerebro.
-Wow. -exclamó al examinarme. -No sé cómo llaman esto aquí, pero parece que te está creciendo un niño en la frente. - se carcajeó y lo fulminé con la mirada.
-Se le dice chichón, genio. Gracias por tu preocupación, eres de mucha ayuda. -dije sobándome el bulto que se me hinchaba en la frente.
-Ey, niños, ¿qué hacen en el suelo? -preguntó un señor que nos miraba como si estuviéramos dementes.
-Se me tiró encima, señor, pregúntele a ella. -dijo como si fuera la demente de la situación, levantándose del suelo ofreciéndome la mano como lo había hecho yo hace un momento. La tomé de mala gana, me había molestado su comentario.
-Bueno, chamo, cuídate. Mire que en estos tiempos los hombres nos tenemos que cuidar más que antes de las mujeres, se están volviendo locas. -dijo antes de entrar en el ascensor y desaparecer al cerrarse las puertas.
-Que hijo de…-me detuve antes de maldecir, normalmente no decía esas cosas, pero, realmente…
¡Que hijo de puta!
Me giré hacia Alec que se reía a carcajadas mientras se agarraba del estómago. Si no estuviera tan molesta hubiese admirado lo hermoso de su sonrisa, pero en este momento la odiaba.
-Ibas a decir de puta. -mencionó levantando un dedo referenciando la palabra burlonamente. -Emma, esas palabras no son de señoritas. -siguió riéndose, me ruboricé de molestia y tal vez de vergüenza, pero más de molestia.
Caminé dirigiéndome hacia el ascensor, pero el muy maldito no abriría hasta que el señor ese llegara a su planta, así que la escena de salida dramática y furiosa que se había montado en mi cerebro no se pudo ejecutar, por lo que me sentí estúpida al cruzar los brazos mientras fulminaba las puertas de acero frente a mí.
-Anda, no te enojes. -comenzó a disculparse detrás de mí, pero seguí ignorándolo negándome a ceder. -De verdad, discúlpame, no quería ofenderte, solo fue una…-supe que estaba tratando de buscar la palabra. - una broma, eso. -no le contesté. - ¿Emma? -me llamó con tono de niño regañado y volteé a verlo. Parecía un cachorrito mojado que pedía que lo dejaras entrar a tu casa. Suspiré, cómo negarme a esa carita.
-Está bien. - terminé por decir. La sonrisa que me regaló, juro que pudo haber dejado ciego a cualquiera por lo resplandeciente que era, pero yo solo me quedé viéndolo como si fuera una tonta que tratara de ver el iluminante sol, maravillada.
-Eh, espera, yo tenía que devolverte algo. -recordó dándose un ligero golpe en la frente. - Había olvidado entregártelo. - su mano se adentra en el bolsillo delantero de su pantalón, y saca de este mi preciado teléfono.
-De verdad muchas gracias, yo…-me veo interrumpida justo cuando iba a tomar mi celular de entre sus manos. Antes de que pueda llegar hasta el teléfono, lo aparta de mi alcance y teclea algo en este. - ¿Qué se supone que haces? -doy saltitos inútiles tratando de llegar al aparato que se encuentra sobre su cabeza. El condenado es más alto que yo, o es que soy demasiado bajita, que horror. Unos segundos después comienza a sonar una melodía, específicamente, una versión electrónica de baladas para Elisa que reconocía era muy buena. Alec saca otro teléfono con una calcomanía de Snoopy pegada en el forro azul marino y descuelga la llamada que había hecho desde mi teléfono al suyo.
-Que manera más desesperada y rara de conseguir el número de alguien. -comento cuando por fin me devuelve el celular. El simplemente se encoje de hombros con una ligera sonrisa.
Desbloqueo la pantalla y veo los mensajes y llamadas perdidas de mis padres. De seguro, estarán muy preocupados. Ya imaginaba a mi madre dándome el sermón del año mientras mi padre se limitaba a negar con la cabeza con su mueca de disgusto. Esta vez me lo merecía, pero odiaba la idea de que me castigaran.
-Bueno… creo que debo irme. -comienza a decir Alec tras el silencio que había instalado.
-Claro. - digo sonriendo amablemente extendiendo mi mano para estrechar la suya a modo de despedida al mismo tiempo que el la levanta para chocar los cinco.
Incómodo.
Pienso al tiempo que yo levanto mi mano para chocar la suya, pero él la baja para estrechar la mía, cambiando de posiciones.
Pero qué incómodo.
-Eeh…-comienzo a decir, pero Alec solo sonríe en grande divertido y aguanto el aire cuando su mano se dirige a mi mejilla acunándola y acariciándola con su pulgar tiernamente.
No te ruborices.
¡No te ruborices!
NO TE RUBORICES.
Está de más decir que con los ojos como platos por la impresión, sentí un calor bañar mis mejillas, de seguro convirtiéndome en un manzano.
-Nos vemos luego, Emma.-musita con una voz tan aterciopelada que me crea un escalofrío que me recorre toda la columna vertebral. Solo atino a asentir como una estúpida mientras me deslumbro con su atractivo rostro que se encuentra a varios centímetros del mío y se me pasa el más inapropiado pensamiento.
Ojalá acortara la distancia.
Se aparta aparentemente a regañadientes y evito protestar agachando la cabeza con nerviosismo, jugueteando con mis dedos.