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Jadeaba en busca de aire que llenara mis pulmones de manera desesperada. El entrenamiento había culminado y había dejado a todos igual de cansados que siempre. Había ocasiones como esta en la que culminábamos nuestras clases con alguna coreografía que ya hubiéramos presentado anteriormente, como una manera de que esta continúe en nuestra memoria para no olvidarla. María había elegido la más extensa y la que más requería resistencia física, esa que habíamos presentado ya hace dos años. Como llevábamos tanto tiempo sin realizarla, hubo un pequeño percance en el final: Camila se había confundido en el cambio de posiciones, haciendo que María y ella chocaran y casi cayeran al piso. Obviamente que María no iba a tomar las disculpas de Camila así sin más y seguir su vida como si nada, así que todos quedamos a la expectativa de lo que ocurriría después, creando un gran silencio.
-Pero sí que eres estúpida. - dijo María encarando a Camila que había rodado los ojos porque, como todos, se había cansado de la actitud de María.
-Ya dije perdón, supéralo. - respondió con un deje de fastidio en su voz, volteándose para recoger sus cosas e irse.
-Sí claro, te perdono. - escupió sarcásticamente María tras ella. - Como las disculpas solucionan ineptitudes, claro, por qué no perdonarte ¿cierto? Pero eso no va a quitar lo idiota que eres, pues por si no lo notaste fuiste la única que se equivocó.
- ¿Y eso qué? No eres profesora para corregirme, en dado caso debería ser Michael el que lo haga y aquí no está, así que deja de dar un espectáculo innecesario y cierra ya la boca.
Algunos rieron por el comentario y vitorearon a Camila por lo que había dicho. Todo pudo haber quedado ahí, pero María no era alguien a quien se podía callar tan fácil, ni siquiera parecía avergonzada por los abucheos, sino que había afilado la mirada y sus labios se curvearon en una sonrisa burlona que prometía ser el indicio de algún comentario mordaz.
-Claro, en cualquier momento te puedes ir arrastrando donde Michael. -dijo con un tono falsamente tranquilo. -Ya veo lo que te ha estado enseñando tu madre, supongo que está en la sangre, se te debe dar natural.
Camila se había detenido de golpe, volteándose a María, con los ojos abiertos como platos. Parecía paralizada luego del comentario, había quedado pálida como si le hubiera caído un balde de agua fría. Los que habíamos escuchado quedamos en silencio nuevamente, suponiendo lo obvio tras lo que había insinuado maliciosamente María. La antes mencionada se había acercado a Camila con aires de superioridad y arrogante como siempre, levantó su mentón para dirigirse a la chica frente a ella que parecía ida.
-Mejor no te metas conmigo, hermanita, que nuestros padres estén juntos ahora no significa que puedas hacerte la valiente, así que la que debe cerrar la boca eres tú sino quieres que le vaya contando a todo el mundo tu secretito ¿no? – Camila negó con la cabeza con los ojos aún perdidos, pero escuchando atentamente. – Bien. - y luego de eso tomó su bolso y empezó a caminar hacia la puerta con todos los ojos puestos en ella. Antes de cerrar la puerta se giró y posó sus ojos en mí, sorprendiéndome - Ah, y eso último va contigo también, Emma.- concluyó cerrando la puerta de un portazo dejando atrás un ambiente tenso.
¿Eso también va conmigo?
¿Un secreto?
Con terror pensé en Michael y yo, que éramos pareja, pero en secreto. Pensé además en todas las cosas que se dirían de mí, de que había recibido ventajas por ser la novia del profesor, a pesar de que no era verdad y que me había tenido que esforzar como nadie para haber obtenido cada uno de los papeles y solos en las presentaciones. Pero nadie me escucharía, ni se detendría a escucharme porque se escuchaba razonable y lógico.
¿Cómo decirles que Michael era igual de estricto conmigo, incluso más, que con los demás?
Mi fama se volvería en mi contra, y no era que mi fama fuera la mejor entre las voces de mis compañeros. Si era por ellos, me hacían desaparecer, porque me odiaban, me lo habían demostrado en varias ocasiones, principalmente cuando anunciaban los papeles para la próxima presentación, y me elegían como un principal o me asignaban algún solo importante.
Lo que me parecía inquietante, la pregunta que no podía dejar de darle vueltas, era cómo y en que lugar nos había visto, porque el secreto era estrictamente entre nosotros dos. A menos de que Michael haya faltado a su palabra, cosa que era poco probable conociéndolo.
- ¿Qué cosa, Emma? -preguntan detrás de mí, pero no me detengo a ver de quién se trata. Tomo mis cosas y salgo del salón sin dirigir una mirada a nadie, con la cabeza llena de pensamientos desordenados y sin ninguna coherencia.
Suspiro, y comienzo a soltarme el cabello, quitando cada horquilla que sostiene cada mechón de pelo en una pequeña cebolla sobre mi cabeza. El estómago se me revuelve por completo a causa del hambre y el disgusto de la situación anterior. Logro no encontrarme con María por suerte, así que las lágrimas que se desbordan de mis ojos corren rápidamente por el tumulto de emociones que me corroen por dentro. Algunos se me quedan mirando con ojos extrañados, pero por suerte nadie tiene la suficiente confianza como para preguntar qué era lo que me sucedía, aunque no era como si lo esperara, prefería estar mil veces sola a tener que aguantar sus patéticas maneras de sacar cualquier chisme sobre mí y divulgarlo a quién estuviese dispuesto a escuchar.
Estúpidos buitres entrometidos.
[….]
Mi pulgar hace pasar cada una de las fotos que tengo de Michael, una por una. Y me torturo pensando en lo muy atractivo que es y me encierro en el pensamiento de que lo amo tanto. No podía dejar de pensar en que, si él hubiese estado allí, jamás hubiera pasado lo que había ocurrido hace ya unos minutos atrás en la sala de práctica. De seguro, hubiese dicho algo como que parecían unas niñas de kínder en berrinche. No lo hubiera dicho con esas palabras exactamente, seguramente con algo más a su estilo rústico y directo.