Al De La Rosa. Detective de lo Paranormal

Capitulo 1. Alberto de la Rosa.

Soy Alerto De La Rosa, llevo veinte años enfrentándome a fuerzas ocultas y siempre he salido victorioso debido al perfecto e impreciso adiestramiento que recibí de mi predecesor.

Todo empezó cuando estaba en la Universidad, con unos sueños recurrentes que me asaltaban cada noche; pesadillas en las que monstruosas criaturas asesinaban a personas desconocidas. En ellas yo era un mero observador aterrado e impotente.

Después empezaron a llegar las visiones diurnas y empecé a creer temer que estuviera perdiendo el juicio. Mi mentor me confió el gran secreto casi un año después. No me estaba volviendo loco, si no que tenía una percepción especial de la materia. Mis sueños y visiones mostraban hechos reales, ya fueran del pasado o del futuro, y mi misión era analizarlos y a ser posible, enviar a los entes malignos al infierno.

En aquel entonces, me sentí un chico insignificante acompañado de un loco, y no creí en él. A pesar de que él era la única fuente de respuestas sobre lo que estaba experimentando.

Aun así, no quería abandonar mi vida en el campus de la universidad.

—Es la comparación menos acertada que he oído jamás, pero supongo que puede valer para un adolescente con la mitad de las neuronas todavía por desarrollar.

Lo miré tras mis oscuras gafas de sol. Los parrados me pesaban y el dolor de cabeza se volvía cada vez más intenso. Querría salir de allí, pero no tenía fuerzas para levantarme de la tumbona. Los estudiantes que merodeaban por la piscina nos miraban con ojos curiosos, y no era de extrañar. Estábamos a casi treinta y cuatro grados y él vestía con una capa negra hasta los tobillos, pantalón largo ajustado y camisa de manga larga también de color negro, y por si fuera poco un sombrero del mismo color. Parecía una especie sacada de una película de los años treinta entre un vaquero y un Valhensing. Y allí estaba yo, con mi bañador ajustado de color azul celeste igual que el color de mis ojos, mi blanca piel tostándose al sol, y la cara llena de acné. Sin la menor idea de lo que me reparaba el destino. Eché un fugaz vistazo alrededor nuestro y cuándo volví la vista hacía el hombre, ya no estaba allí. Se había esfumado como por arte de magia. Entonces sucedió lo más extraño: una despampanante rubia me sonreía coqueta y un flash repentino, algo así como una alucinación, me la mostró desnuda e inconsciente rodeada de unos tipos misteriosos vestidos con algo parecido a una sotana de color marrón y capucha. ¿Acaso estaba perdiendo la cabeza?, me pregunté mientras cerraba los ojos e intentaba dormir. Después, cediendo a mi resaca, me dormí.

Por aquel entonces solía pasarme el día holgazaneando entre clase y clase. Por las tardes, mis compañeros de habitación y yo nos dedicábamos a emborracharnos y a ir a fiestas de universitarios. Siempre nos tomábamos dos días para descansar y estudiar un poco los dos últimos días anteriores a algún examen. Y aquello ya era demasiado para nuestras neuronas, pero necesitábamos aprobar para que nuestros padres siguieran manteniendo nuestro nivel de vida. Los sábados por la noche los dedicábamos a ligar, o por lo menos yo lo intentaba. Y los Domingos no me quedaban fuerzas excepto para estar en mi cama con el mando a distancia en la mano y soportando un dolor de cabeza, o tumbado en una hamaca de la piscina municipal viendo todo un repertorio de bikinis ajustados y cuerpos mojados de tías impresionantes...Ese era mi maravilloso mudo a los casi veinte años. Po lo que tenía muy claro que ningún personaje vestido de negro, ninguna de mis pesadillas, o ninguna despampanante rubia en peligro, iba a cambiar mi estilo de vida.

Así era como me gustaba vivir, y así era como vivía.

Hasta que murieron mis padres, brutalmente asesinados mientras yo dormía una resaca, me emborrachaba o hacía algo por el estilo. No recuerdo cómo o de qué manera ocurrieron los hechos el día que me dieron la noticia debido al síndrome postraumático que sufrí después. Sólo recuerdo que aquella tarde mis compañeros habían salido y yo me encontraba solo en aquel momento. No sé a ciencia cierta si estaba solo porque mi inconsciente seguía buscando una respuesta lógica descartando la locura, claro está, a aquellas visiones que aparecían cada vez con ms frecuencia, por la figura de aquel hombre que me había puesto un algo nervioso, o por algún otro extraño motivo. Pero aquella tarde estaba escuchando mi iPod. Iba repasando una lista de temas del grupo de rock Extremoduro que había compuesto personalmente, en ese momento escuchaba Pedrá y no pensaba en nada más que en la letra de la canción y en no tener que pensar en nada más. Supongo que cada uno es como es. Tenía en la mano una lata de cerveza y el móvil cerca porque mi madre solía llamarme los viernes. A decir verdad, no echaba de menos a mi familia, pero lo que si echaba de menos era la comida casera, la verdura fresca recién comprada y cocinada, las madalenas de mi abuela...Entonces sonó el móvil y pensé que sería mi madre.

No era ella.

Y jamás volvería a llamar.

Es curioso como una llamada de teléfono puede cambiarte la vida. Ni las pesadillas de la piscina, ni el misterioso hombre de negro lo habían hecho. Sin embargo...

Fue realmente terrible tener que identificar los cuerpos mutilados de mis padres, meteros bajo tierra en ataúdes cerrados, cubrirlos de flores y llorar sus muertes.

Cuando me despedí de ellos la última vez que los vi con vida, tras las vacaciones de Semana Santa, para volver de nuevo a mi miserable vida en el campus, ni se me ocurrió pensar que jamás volvería a verlos. Mi familia era una certeza en mi vida y en mi existencia, algo de lo que estaba tan seguro de que siempre iba ha estar ahí como de que el sol saldría por la mañana y se escondería al atardecer.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.