"Si no puedes trabajar en lo que te gusta, por lo menos intenta que te guste tu trabajo." Estas fueron las últimas palabras de Alejandro el día que decidió desaparecer. Y no fue, ni mas ni menos que tres días después mi iniciación. Y yo me quede allí. En aquel apartamento cutre que apenas podía mantener. Y si entonces creía que no me podían ir peor las cosas, me equivocaba, Según investigadores, el asesinato de mis padres se había convertido en un suicidio. Mi hermano había pasado del estado de shock en el que se encontraba a un coma profundo y lo habían tenido que trasladar del hospital público, a una clínica privada mucho mas especializada. Así que yo pronto me quedaría sin dinero si no empezaba a trabajar, y mataría a mi hermano literalmente, porque no podría seguir pagando las facturas de la clínica donde lo mantenían conectado a una máquina para que no muriese.
Tenía que conseguir trabajo, eso estaba claro. Pero con los estudios a medio terminar, no iba a encontrar algo mejor que freír hamburguesas en un Burger-King o algo por el estilo. Todas estas ideas me rondaban por la cabeza una calurosa noche de agosto en la que no podía pegar ojo, y maldecía mentalmente una y otra vez a Alejandro. ¿En eso consistía ser mi mentor? En darme un anillo y un libro; exponerme a un demonio y desaparecer de mi vida. Así que, allí estaba yo; sentado en la silla de mi escritorio buscando algún trabajo en Interned, con únicamente vestido con unos calzoncillos que se pegaban a mi trasero a causa del sofocante calor, cuando una idea se me pasó por la cabeza.
"Alberto De La Rosa" Detective de sucesos paranormales. Si te ha ocurrido algo sobrenatural o inexplicable, llámame. Si un ente te acosa y quieres librarte de él, contrátame. (Cobro por adelantado)
No se decir muy bien si fue aquel calor sofocante y húmedo que calaba mis huesos, o la desesperación por no poder pagar las facturas. Pero lo cierto es que colgué aquel anuncio en Internet y a los dos días mi teléfono sonó.
—¿Es usted Alberto de la Rosa?
Era una voz de mujer.
—Si, ¿con quién hablo?
—Perdone, no sé si usted...Ejem...perdone. ¿Usted investiga sucesos paranormales? Cosa que ocurren sin explicación.
—Algo así.
—¡No será usted uno de esos videntes que se dedican a sacarle el dinero a pobres viudas, verdad!
—No señora -ya me estaba empezando a doler la cabeza, pero era mi primera llamada y necesitaba dinero-. Dígame, ¿Por qué me ha llamado?
—Verá...lo que le voy a contar es de lo más extraño...
—Entonces ha llamado a la persona correcta. ¿Le importa que nos veamos personalmente? -fue ahí cuando la duda se apoderó de mí. ¿Qué le iba ha decir, que era una especie de superhéroe, que tenía visiones? No. Ella buscaba un detective y yo no tenía ni idea de llevar una investigación. pero necesitaba dinero si no quería que desconectaran a mi hermano de la máquina que lo mantenía con vida. Así que sin vacilar le espeté-. Por cierto cobro por adelantado.
—No hay problema, nos vemos en el Café del Centro a las seis.
La línea telefónica se cortó y yo me quedé allí de pie con la vista perdida en la pared. esperaba que hubiera dicho algo mas como: "es que con l de la crisis...", "estoy en paro …". Pero no dijo nada por el estilo. En realidad lo que dijo fue: "No hay problema". Y con esto lo que quería decir era que contrataba mis servicios, y ahora el problema lo tenía yo, "¿Que servicios?" pensé. ¿Detective de lo paranormal? Sonaba un poco raro, o mejor dicho a pega. ¿Y como iba a saber donde estaba el peligro si no había tenido ningún tipo de visión o pesadilla desde que Alejandro se había marchado? Miré el calendario, era 20 de agosto de 2009. hacía mas de dos meses que Alejandro me había dejado tirado. Quise llamarlo y contarle lo que me había ocurrido, pero después pensé que sería mejor no hacerlo. si se enteraba que me anunciaba en Internet como detective de lo paranormal o lo que fuese posiblemente no se l tomaría muy bien. pensé en él y en la playa donde se encontraba; sentad en una hamaca con sus esqueléticas piernas sujetando un libro, su piel cadavérica expuesta a los rayos solares, un daiquiri en la mano, y rodeado de tías buenas en bikini luciendo sus bronceados. No, ese no era el Alejandro que yo conocía. El Alejandro que yo conocía era un tipo duro y siniestro que escondía su mirada bajo unas oscuras gafas de sol y luchaba contra demonios por el bien de la humanidad. Y por un instante creí que me volvía loco; por que vi como Alejandro levantaba la vista del libro que estaba leyendo y me guiñaba un ojo en mi imaginación. pero sabía que no era mi imaginación, si no una visón. Era la primera visión que tenía desde que Alejandro me dio largas, y era una putada de visión. Intenté centrarme en algo real para poder olvidarme de toda la mierda que rondaba por mi cabeza y pensé que tenía que poner la lavadora. Eso estaba bien, algo real, práctico, y provechoso al mismo tiempo. Me levanté para ir al baño y al entrar vi un enorme montón de ropa sucia en el suelo. Algo parecido me ocurrió al salir del baño con toda la ropa en las manos y entrar en la cocina donde tenía la lavadora. Por primera vez me fijé en la enorme pila de cacharros sucios que tenía en el fregadero, cajas de pizza con sus restos sobre la encimera, bolsas de comida para llevar...
Opté por meter los platos sucios en el lavavajillas jurándome a mí mismo que en cuando tuviera un poco de tiempo libre ordenaría y limpiaría mi humilde morada, porque se parecía mas una cuadra de cerdos que a un apartamento. Guarde el móvil en el bolsillo trasero del pantalón y cogí dos bolsas de basura de las cuatro que había en la galería. Aquello era un adelanto a mis quehaceres del hogar que me proponía reanudar en cualquier momento. Pero no en ese momento, por supuesto. Porque tenía una cita. Es decir, dentro de unas cuantas horas, y no tenía nada que ponerme. Ni tan siquiera tenía cuchillas de afeitar. Me vestí deprisa y salí de casa. Me dirigí a un cajero automático dispuesto a sacar los pocos ahorros que me quedaban de la venta de la casa de mis padres para comprarme ropa nueva, cuchillas y, ¿por qué no? regalarme una suculenta comida en algún restaurante de comida casera. Nunca creí que acabara aborreciendo la comida basura. Pero, después de...¿Cuánto tiempo? …¿Seis meses? Tenía algo que celebrar; tenía un trabajo, y además, a partir de ese momento, decidí que mi vida iba a cambiar.
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Editado: 10.12.2025