Tras su desaparición del mundo mágico, Remus Lupin se había ido a vivir a Rossendale, un pequeño poblado rural perteneciente al Condado de Lancashire, al noroeste de Inglaterra.
Él sabía que vivir entre muggles, no resultaría tan sencillo, pero por el momento, no quería tener nada que ver con sus congéneres. De modo que adquirió una pequeña vivienda abandonada a las afueras del pueblo, y luego de ponerla en condiciones, se planteó qué hacer y cuál sería su historia.
Decidió que dada su facilidad y paciencia para la enseñanza, se dedicaría a aquella actividad, y la materia en la que podría instruir a sus futuros estudiantes sería Historia Universal, afortunadamente y gracias a su pasión por la lectura, tenía amplios conocimientos en aquella área. De modo que a la mañana siguiente, se fue a la Oficina de Correos, a la tienda de comestibles, y al Salón de usos múltiples de la parroquia, y previo permiso de los encargados de cada lugar, colocó pequeños avisos ofertando sus servicios.
En la oficina de correos, un parlanchín encargado quiso saber de todo, desde dónde había nacido, hasta la razón que lo había llevado “al fin del mundo” como llamaba él a aquel lugar. Lo mismo le sucedió en la tienda, pero en este lugar las preguntas fueron hechas por una sonriente dependienta, aparentemente más interesada en su situación sentimental, que en las otras áreas de su vida. Y en el salón de la parroquia fue discretamente interrogado por el secretario de la misma. La historia que contó, fue que era profesor pero había decidido buscar un lugar tranquilo para dedicarse a la escritura. Que se ausentaba una vez al mes para visitar a su madre, y no tenía más parientes.
Asimismo, fue informado en cuanto a las actividades comunes de la población, festividades y habitantes más notorios. Se enteró que solo había dos instituciones educativas de nivel medio, y tres escuelas de párvulos. De modo que pensó, que no tendría muchos alumnos, en caso de que llegase a tener alguno.
Sin embargo, y contrario a lo que había pensado, tres días después de publicados sus anuncios, se presentó su primer alumno. Era el hijo del dueño de la tienda, y la verdad era que el chico no solo iba muy mal en la materia que en la que él ofrecía sus servicios, sino en casi todo. De modo que Remus hizo mucho más de lo que se suponía, y eso le valió le rápido reconocimiento de los habitantes, y llevó muchos más chicos a recibir sus clases. El asunto es que tuvo que extender el área de enseñanza y no limitarla solo a la Historia.
Si bien Remus no era feliz, porque pensaba que nunca podría serlo, al menos estaba logrando una vida relativamente normal. Pero la normalidad no había sido hecha para él. Cuando llevaba casi un año en aquel lugar, conoció a un chico. Su madre había solicitado sus servicios, porque el pequeño Jason no avanzaba en sus clases ya que no lograba aprender a leer. Remus aceptó el encargo, pero cuando la madre llevó al niño, él estuvo seguro de dos cosas. La primera que el niño no tenía problema alguno, y la segunda, que aquel chico era un mago.
Para esa fecha, Jason tenía siete años, de modo que iba muy atrasado con relación a sus compañeros de clase, pero la razón era tan sencilla, como que se aburría. Remus descubrió que sabía leer perfectamente, al igual que tenía habilidad en las operaciones matemáticas básicas. Así que se dedicó a impartir el conocimiento de manera diferente, y a sabiendas que aquello le sería perfectamente inútil en el mundo al que sin duda ingresaría, deslizó conocimientos de otra índole y que le serían mucho más prácticos.
Cuatro años después, los padres de Jason anunciaron súbitamente, que se cambiaban de localidad, ya que el padre del chico había recibido una herencia. Remus sonrió cuando el encargado de la oficina de correos, que seguía tan hablador como siempre, le dio la “sorprendente” noticia. Cuando llegó el momento de que la familia se marchara, Remus se acercó a la estación, y buscó un momento a solas con el chico.
Una vez que abandonaron el pueblo, nadie volvió a saber nada más de ellos. Y Remus tampoco sabría nada, hasta varios años más tarde.
El tiempo avanzó sin mayores cambios. Dumbledore cumplió su palabra y no intentó convencerlo de volver. Le escribía ocasionalmente, por navidad o por su cumpleaños y nada más. Y por su parte Remus nunca preguntó nada acerca de lo que sucedía en el mundo mágico.
El día que Harry cumplía once años, Remus sintió la necesidad de verlo. Se dirigió a Privet Drive, pero aunque pasó largo tiempo parado cerca de la casa, no vio al chico. Hubiese querido llamar a la puerta y preguntar por él, pero sabiendo que no podía hacerlo se marchó de allí cabizbajo, y terminó en el cementerio del Valle de Godric.
Estuvo allí un rato más y luego se marchó con el mismo sentimiento de pesar que en otras ocasiones, y con un enorme vacío en su corazón.
A pesar de que su vida era aparentemente normal y apacible, en realidad tenía un serio problema, y nadie podía ayudarlo. A medida que habían ido pasando los años, sus transformaciones se habían ido haciendo más dolorosas, y dejando más huellas en su humanidad. Las personas comenzaban a preocuparse seriamente por su salud, e incluso un médico de la localidad se había ofrecido a examinarlo para determinar la razón de su precaria salud.