El verano estaba resultando triste y solitario para Remus. Se había trasladado nuevamente a la propiedad de Dumbledore, por insistencia de éste y con le excusa de que él no la utilizaba. La primera semana, se dedicó a leer para distraer la mente de pensamientos que quería ahuyentar. Sin embargo, cada mañana se despertaba extrañando el bullicio del Colegio, las reuniones con sus colegas en la sala de profesores, las eventuales conversaciones con Dumbledore, y hasta la desagradable presencia de Snape. Pero se sorprendió al descubrir, que lo que en realidad extrañaba más, eran las largas charlas con Hermione.
Sirius le había escrito para tranquilizarlo, y le aseguraba estar muy bien. Le decía que se dejaría ver a mucha distancia de Hogwarts, con la intención de que alejaran a los Dementores de allí. Pero Remus en realidad no estaba preocupado porque lo atraparan, Sirius era demasiado hábil como para eso. No solo había escapado de una prisión de alta seguridad, sino que había vivido todo un año, bajo las narices de los Dementores y ellos no lo habían notado. Si no habían podido hacerlo, mientras estuvo en una extensión de territorio tan pequeña como la comprendida entre Hogsmeade y Hogwarts, mucho menos lo harían teniendo como perspectiva el mundo. Pero le alegró saber que estaba bien.
Finalizando la segunda semana de verano, una mañana mientras tomaba distraídamente su taza y le echaba un vistazo a El Profeta, una lechuza comenzó a picotear la ventana. Dejó ambas cosas, la taza y el diario, y se levantó a abrir la ventana. La lechuza entró batiendo las alas y se posó en la mesa derribando el azucarero.
Remus desató el pergamino cuidadosamente enrollado a la pata del animal, y su corazón comenzó a latir con violencia, supo de quién era antes de abrirlo. La dio un pedazo de tostada a la lechuza, y ésta lo miró agradecida.
Se sentó, y con manos temblorosas desenrolló el pergamino. La estilizada y pulcra letra colgó una sonrisa en sus labios.
Querido Profesor:
Espero se encuentre usted bien. Estas dos semanas han sido un tanto extrañas, me alegra estar con mis padres, pero echo de menos la escuela, a mis amigos y sobre todo a usted.
He leído los libros que me recomendó, aún me faltan algunos, pero los que he leído hasta ahora, me han gustado mucho.
Cuando veníamos en el Expreso de vuelta a casa, Harry recibió carta de “nuestro amigo”, en ella ponía que estaba bien. Y solo para que conste, yo siempre tuve razón con respecto a “cierto” regalo. Harry quedó muy contento porque quien tiene autoridad para ello, firmó su permiso y el próximo curso podrá visitar Hogsmeade “legalmente”.
Ron también me ha escrito contándome que a finales del verano se efectuaran los Mundiales de Quidditch. Decía con mucho entusiasmo algo acerca de que era la primera vez, en no sé cuántos años, que nuestro país era sede de un Mundial. Me aseguró que su padre conseguiría entradas, y me invitó a ir con ellos. La verdad no es algo que me entusiasme mucho, nunca he entendido cuál es la “locura” por este dichoso deporte, pero supongo que aceptaré para no decepcionarlos, en caso de que el señor Weasley realmente consiga las entradas.
Bueno Profesor, ahora debo irme, saldré con mis padres, quiero comprarle a Harry algunas cosas para picar, porque al parecer a causa del sobrepeso de su primo, los muggles lo están matando de hambre.
Espero no haberlo aburrido mucho, y tener noticias suyas, pronto.
Mis Cariños,
Hermione
Remus leyó y releyó esa carta tantas veces, que el pergamino terminó todo arrugado. Cuando se dio cuenta de la hora, ya era casi medio día, y él aun estaba sentado con la mesa del desayuno puesta. Recogió todo apresuradamente y se fue a escribirle a Hermione.
A partir de aquel momento, comenzaron a escribirse casi a diario. La mayor parte del contenido de su correspondencia, estaba destinado a la discusión de los libros que habían leído, o estaban leyendo, salpicado de noticias de los chicos, y él a su vez la mantenía informada de las noticias que eventualmente le enviaba Sirius. Hasta donde sabía y así se lo había comentado a ella, su amigo debía estárselo pasando en grande, en alguna playa tropical. Aunque por delicadeza, no le había comentado a Hermione, que estaba seguro de que no le faltaría compañía.
A pesar de su soledad, aquel había sido uno de los veranos más felices de Remus. Pero un par de semanas antes de que se iniciaran las clases, Hermione le escribió diciéndole que se iba a La Madriguera, ya que el padre de Ron había conseguido las entradas para la final de Quidditch, de modo que probablemente no le escribiría en un par de días, porque no tenía idea de cómo sería aquello. Si bien es cierto que Remus no era el mayor de los fanáticos, le gustaba el Quidditch como a casi todos, pero en aquel momento sintió verdadero odio por el desgraciado juego.
Sin embargo, Hermione aún le escribió al día siguiente, avisándole que ya estaba en la casa de Ron, y que al día siguiente el señor Weasley iría por Harry. Al día siguiente solo recibió una breve nota, donde le decía que ya Harry estaba en La Madriguera también, y que debía acostarse en ese momento, porque saldrían muy temprano en la mañana hacia el lugar del evento.