Sirius pensó que el verano estaba resultando muy problemático. No obstante, buscó consuelo en lo único que podía dárselo, y que últimamente se había convertido en un refugio. Anne Marie.
La había conocido de forma insólita y romántica a más no poder. A veces cuando a solas pensaba en el asunto, se reía de sí mismo al verse como un héroe de novela rosa, y habiendo despertado tan inmerecida admiración por parte de la chica.
En una de sus tantas y furtivas salidas, se encontró caminando por una calle solitaria cuando escuchó gritos de auxilio. Automáticamente se llevó la mano al bolsillo interior de su chaqueta y aferró su varita antes de correr en dirección a los gritos. Mientras lo hacía se obligó a recordar que estaba en zona muggle, así que el problema, fuese el que fuere, probablemente debía ser resuelto a golpes y no con magia. Sin embargo, la situación era bastante comprometida, porque al llegar a la boca de un callejón que se perdía entre dos edificaciones que parecían abandonadas, pudo ver a un grupo numeroso de individuos que concentraban su atención en algo que él no podía ver. Avanzó con cautela y por un espacio entre dos de aquellos sujetos, pudo ver el bulto de lo que parecía una persona que se encogía contra la pared del fondo. Se acercó un poco más, teniendo cuidado de no evidenciar su presencia, y en ese m omento la escuchó.
Mientras los demás reían, y la chica sollozaba, Sirius sintió una ira violenta y el indignante discurso de aquel individuo, le había producido un asco supremo. Sacó rápidas cuentas, en total eran once, y si bien era cierto que estaba seguro de poder con aquellos patéticos payasos, también era cierto que existía la posibilidad bastante segura también, de que fuesen armados, y aquella era un dificultad un poco más difícil de resolver. De modo que buscó la posición más ventajosa y que le proporcionase una visión completa de la escena.
Todas las cabezas se giraron en dirección a la voz, pero él estaba oculto entre las sombras.
Mientras hablaba, Sirius había deslizado su varita, por la manga de la chaqueta de modo que quedaba bien oculta, pero accesible. Caminó hacia el grupo, y como esperaba su aspecto general causó cierta sorpresa entre los delincuentes. Con su más de metro ochenta, anchos hombros, cabello largo y ojos que en aquel momento tenían el color y la dureza del acero, todo ello rematado con una vestimenta a la que estaban poco acostumbrados, desde sus botas altas hasta el largo abrigo negro, los dejó momentáneamente paralizados. Cosa con la que contaba Sirius. Miró a la chica y se aseguró que ella lo hubiese mirado bien, levantó imperceptiblemente la mano en dirección a ella, y susurró un ¡DESMAIUS! Mientras la chica perdía el conocimiento, viró un poco la mano hacia el grupo y ahora susurró: ¡DEPELLO! Seguido de: ¡COLLISUM! Los individuos salieron despedidos y luego colisionaron violentamente contra la pared. No por haber sido susurrados, aquellos hechizos habían resultado menos efectivos y fulminantes.
Los dos que quedaban de pie y que eran los que habían estado hablando, miraron a sus compinches y luego a Sirius. Sin duda alguna estaban confundidos y tal vez asustados, pero no perdieron tiempo en apuntarlo con un par de automáticas.