Los chicos habían llegado a Grimauld Place y Sirius los había recibido. La única que no venía con ellos era Hermione, que por no ser una Weasley, no había sido avisada de lo sucedido. Sirius tuvo que hacer grandes esfuerzos por retener a los gemelos, que contra todo evento querían ir al Hospital.
Sirius parecía tener deseos de golpear al gemelo, pero cuando habló lo hizo en un tono pausado y aparentemente tranquilo.
No era que estuviesen muy convencidos, pero no les quedó más remedio que serenarse. Harry por su parte, soltó el aire cuando los gemelos se sentaron y dejaron de protestar. Él también estaba muy preocupado, y adicional a ello, sentía una tremenda culpa, pero no dejaba de verle la lógica a todo lo que había dicho Sirius.
Harry sintió cierta pena por su padrino, encerrado solo en aquella casa, que para más señas odiaba con todas sus fuerzas.
El tiempo comenzó a deslizarse con una lentitud pasmosa. Sirius había ordenado unas cervezas de mantequilla, pero casi ninguno las había probado, solo se limitaban a juguetear con las botellas, solo por hacer algo.
De pronto un fogonazo ilumino la estancia y un pergamino cayó sobre la mesa.
George leyó en voz alta “Papá todavía está vivo. Salgo ahora para San Mungo. Quédense donde están. Les enviare noticias en cuanto pueda. Mamá”
George miró alrededor.
No tuvo que terminar la frase, a todos les sonaba como si el señor Weasley estuviera debatiéndose entre la vida y la muerte.
Ninguna otra noche se les había hecho tan larga. Ginny estaba acurrucada en la silla, Fred dormía con la cabeza colgando sobre un hombro, mientras que los demás tenían la vista fija en diferentes puntos, y nadie hablaba.
Hacia las cinco de la mañana, se abrió la puerta de la cocina, y entró la señora Weasley, extremadamente pálida y cansada.
Todos respiraron aliviados. Sirius ordenó el desayuno y Molly se deshizo en agradecimientos con Harry, pero el chico seguía muy preocupado.
Sirius les dijo que podían quedarse en la casa, para que no tuviesen que hacer viajes tan largos desde La Madriguera hasta el hospital, y Molly se lo agradeció mucho. De modo que se quedarían a pasar la navidad allí, lo que puso a Sirius muy contento.
Esa tarde fueron a visitar al señor Weasley y lo encontraron de muy buen humor, aunque muy pálido. También él le dio las gracias a Harry, y luego los chicos salieron para que Ojo Loco y Tonks pasaran a saludar a Arthur. Jason se disculpó y subió a otra planta porque tenía que atender a otros pacientes. Una vez solos, los gemelos sacaron sus orejas extensibles.