Anne Marie había estado muy nerviosa los últimos días. Sirius le había prometido venir ese día y estaba feliz por eso, pero había algo que debía decirle y no tenía ni la más mínima idea de cómo iba a tomárselo. Hasta la fecha habían sido muy felices, pero nunca habían tocado ese tema, de modo que cuando lo escuchó llamarla, su corazón comenzó a latir de forma desbocada.
La abrazó y la besó como de costumbre, pero luego se le quedó mirando en forma interrogativa.
El no siguió discutiendo y pasaron al comedor. El resto del día había transcurrido con normalidad, pero en la noche Anne Marie estaba emocionalmente agotada, ya que había estado todo el día sosteniendo una batalla interna consigo misma.
Anne Marie ya había notado antes esa extraña capacidad que tenía Sirius para saber algunas cosas aún antes de que sucedieran, o como en este caso, lo que ella podía estar pensando. Pero de igual modo no dejó de sorprenderse.
Sirius se había acercado a ella y le estaba levantando el rostro en ese momento. Sin saber por qué, las lágrimas comenzaron a escapar de los ojos de la chica y él se sintió verdaderamente alarmado. Durante todo el día había tenido la sensación de que había algo que la preocupaba mucho, pero ciertamente no esperaba esa reacción ante su declaración de estar dispuesto a escuchar con tranquilidad. Al verla así, su imaginación se desbocó. Anne era una chica joven y hermosa, de manera que existía la posibilidad de que ya no estuviese a gusto con él ¿sería aquello? ¿Sería que no sabía cómo decirle que no lo amaba? ¿O sería que se había enamorado de otro? Ante esta última posibilidad, una ira sorda comenzó a crecer en su interior. Sin embargo, la chica lloraba con verdadero desconsuelo, y esto hizo que se serenará un poco.
Ella lo miró y se dio cuenta que no podía seguir retrasándolo más, de modo que tomó tanto aire como sus pulmones se lo permitieron antes de hablar de nuevo.
Sirius podría haber estado preparado para muchas cosas, pero de ninguna manera para lo que acababa de escuchar, y ni siquiera estaba muy seguro de haber escuchado correctamente.
Quizá lo hizo con mayor fuerza de la necesaria, lo que hizo que la chica se asustara. Sabía de forma instintiva que aquel hombre era violento, y aunque no lo hubiese sabido, solo le bastaría recordar que a pesar de que no vio como sucedió, él solo había acabado con una docena de individuos sin recibir ni un solo rasguño. Pero detuvo sus alocados pensamientos, porque él nunca lo había sido con ella, y prestó atención a lo que él intentaba decir.
Sirius la miró y sus grises ojos casi se salían de las órbitas. La soltó y dio un par de pasos hacia atrás cayendo sentado al borde de la cama. Su mente estaba en la misma situación que si le hubiesen echado una maldición desmemorizante, completamente en blanco. Sin embargo, esta situación no duró mucho, porque casi de inmediato ésta comenzó a llenarse de imágenes que le produjeron una variedad de sentimientos que iban desde la más inmensa alegría, hasta el terror más espantoso. Hundió la cara entre sus manos, tratando de borrar las últimas imágenes y de recuperar las más alegres.
Anne no estaba muy segura de qué hacer. Una vez que lo dijo, había cerrado los ojos y esperó a que él dijera algo, pero el silencio la había obligado a abrirlos y se dio cuenta que él estaba sentado en la cama con el rostro entre las manos. Se sintió desconcertada, no sabía si estaba molesto, sorprendido, o sorprendido y molesto. Pero no era usual que se quedara en silencio nunca. De modo que se armó de valor y decidió acercarse con precaución. Pero no había dado dos pasos cuando Sirius se puso de pie, estiró los brazos y la atrajo abrazándola con fuerza.