En el momento en que Remus recuperó la cordura, lo golpeó la culpa. Su primer impulso fue el de golpearse así mismo. Iba a moverse, pero el peso de Hermione que tenía la cabeza sobre su hombro y la pierna sobre la suya, se lo impidió. La miró y ella dormía, y así parecía mucho más joven aun, lo que hizo que se sintiera miserable. Durante un tiempo estuvo martirizándolo la culpa, pero finalmente tuvo la suficiente delicadeza como para no hacerla sentir mal a ella. La despertó con suavidad y una vez que abrió los ojos, no pudo resistir la tentación de besarla.
Ella se incorporó con el ceño fruncido y lo miró.
Él la escuchaba a medias, porque cuando ella se incorporó, sus enmarañados cabellos cayeron en cascada sobre sus hombros, y mientras hablaba, él estaba embobado viendo como sus pechos subían y bajaban, y se sorprendió del deseo salvaje que despertaba aquella visión. Sin embargo, hizo un gran esfuerzo por salir de la hipnosis y prestar atención. Pero era tarde para eso, ella se había acercado y su peligrosa mirada hacía tambalear el mundo del pobre sujeto. Ella le sujetó el rostro entre sus manos y acercó sus labios, mientras se sentaba a horcajadas sobre él.
Cualquier improbable protesta que hubiese podido planear, fue suprimida por aquel delicioso ataque a sus sentidos, y que demostraba de forma innegable, que bajo ningún concepto podría negar lo obvio.
Después de un prolongado beso, ella levantó un poco la cabeza y lo miró, y una sonrisa traviesa apareció en sus labios.
Ni siquiera se molestó en buscar una absurda protesta, esperó en vano que su consciencia pusiese alguna clase de objeción, pero ésta no llegó. De modo que cerró sus brazos alrededor de la cintura de la chica y la atrajo más hacia él.
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La señora Weasley estaba en la cocina cuando Hermione bajó más temprano que todos.
Hermione la miró y por un momento dudó de lo que quería conversar con ella. La noche anterior había sido la más hermosa de su vida, pero desde que Remus la había dejado a salvo en casa, había comenzado a pensar en cómo enfrentar el asunto “Jason”. De modo que se le ocurrió que lo mejor que podía hacer, era hablar con Molly Weasley.
Hermione respiró profundo antes de lanzarse. Lo había pensado mucho, tal vez aquello le costase el afecto de los Weasley, pero no había otra salida.
Molly dejó lo que estaba haciendo y se sentó frente a Hermione. Molly podía parecer una simple madre y ama de casa, y para muchos tal vez algo tonta, pero decididamente no lo era. Razón por la cual no se le había escapado que, aunque su sobrino daba la vida por Hermione, a ella no le sucedía lo mismo. Originalmente cuando se lo había comentado a Arthur, éste le había dicho que tal vez simplemente no era del tipo afectuoso, pero aquí estaba la prueba de que no era así, y de que ella siempre había estado en lo cierto.
Esa era una pregunta que la misma Hermione se había hecho muchas veces, y la única conclusión a la que había llegado, no era precisamente halagadora para Jason. Ella pensaba que había sido un conjunto de circunstancias, entre las que destacaban el rechazo de Remus, sin obviar el hecho de que Jason no solo era sumamente atractivo, sino que se había comportado de una forma inmejorable con ella, despertando con ello cierto interés, pero que no llegaba a ser lo que sentía por Lupin. Lo quería, sí, pero no de la misma manera.
De la mejor manera que pudo, le contó todo esto a la señora Weasley, quien la escuchó con paciencia y comprensión, pero se equivocó de personaje.