Ron aceptó el amor entre Harry y su hermana de manera mucho más pacífica de lo que el chico se habría atrevido a esperar. Harry estaba enormemente feliz, pero entre los castigos con Snape, su vendetta en contra de Malfoy y la enorme preocupación por Hermione, le impedía disfrutar plenamente de su reciente relación con la pelirroja.
Por otro lado, Hermione a pesar de haber hecho los mayores esfuerzos por comer mejor y dormir más, seguía viéndose muy desmejorada. Jason iría ese día a su consulta mensual y sospechaba que iba a reprenderla, porque era perfectamente consciente de que su peso no había variado prácticamente nada. Aun así, caminó decidida hacia la enfermería después de abandonar el comedor y rechazar la compañía de Harry, porque sabía que el chico intentaría de nuevo hablar de Lupin y era lo último que deseaba oír.
Cuando entró a la enfermería ya Jason se encontraba allí. Hermione vio cómo se unían sus cejas al volverse para saludarla.
Jason se despidió cortésmente de madame Pomfrey, con quien había estado conversando, y centró su atención en Hermione. Como de costumbre, la chica se sintió “desnuda” bajo la atenta y penetrante mirada de Jason, y no soportó por mucho tiempo el silencio.
Extendió su mano y la condujo hacia una de las camillas de la sala. Él había esperado y temido ese momento a partes iguales. Ya había comenzado el último trimestre del embarazo y era el momento de determinar si el bebé tenía algún problema y tratarlo, o si el problema era de Hermione.
Una vez que Hermione estuvo tendida, Jason tomó su varita lo más firmemente que se lo permitía su estado de ansiedad.
Jason permaneció atento durante unos segundos y luego repitió el proceso con el mismo resultado. Miró a Hermione que lo miraba a su vez con expectación.
Sin embargo, ya Jason había “visto” todo lo que necesitaba saber, y ello le produjo un enorme dolor en el corazón que trató de disimular lo mejor que le fue posible, prestando atención a lo que ella continuaba diciendo.
La ayudó a ponerse de pie, pero antes de que ella comenzara a caminar hacia la puerta agregó algo más.
Como de costumbre ella le dio las gracias y despidiéndose comenzó a caminar hacia la puerta, pero antes de salir se volvió hacia él que seguía mirándola.
Una vez a solas, se dejó caer en una silla y escondió el rostro entre sus manos. Ciertamente no le había mentido acerca del estado del bebé, pero ella nunca preguntó por sí misma. Se sobresaltó al sentir una presencia próxima a su espalda, y de forma automática extrajo su varita a una velocidad impresionante y se levantó.
Dumbledore sugirió ir a su despacho y así lo hicieron. Allí estuvieron conversando largo rato.