Una semana después del funeral, se encontraba Harry en compañía de Sirius, Remus y Hermione terminando de desayunar, cuando Ron apareció allí. Venía tosiendo y sacudiéndose las cenizas.
Una vez que todo había terminado, habían hecho conectar la chimenea de Inverness a la red Flu. En un principio los funcionarios del departamento de Transportes Mágicos se habían negado, alegando que aquella no era una casa de magos, y aunque habrían podido demostrar que sí lo era, teniendo en cuenta quién había sido su último y legítimo dueño, aquello significaba papeleo y tiempo, y Sirius no tenía la paciencia requerida, de modo que se había dirigido directamente a Kingsley y el asunto quedó resuelto.
Pero mientras hablaban, una lechuza entró y se posó frente a Sirius. Algo sorprendido, desató el trozo de pergamino mientras el ave mordisqueaba una rebanada de pan y luego emprendía el vuelo de nuevo. Sirius se levantó violentamente, volcó la silla en el proceso y tenía los ojos fijos en el pergamino.
Hermione ahogó un grito, mientras que Remus, Harry y Ron se esforzaban en sacar imágenes horrendas de sus cabezas.
Pero él no les dio tiempo a terminar de formular la pregunta, porque ya corría en dirección a la chimenea y desaparecía a toda velocidad. Ellos corrieron también y fueron entrando y desapareciendo hacia el mismo lugar. Cuando aparecieron en el hospital no vieron a Sirius por ningún lado, en cambio sí había muchas personas allí que se abalanzaron sobre ellos apenas los reconocieron.
Los chicos no habían salido a ninguna parte desde la Batalla, y si bien habían leído El Profeta y en él venían artículos muy elogiosos en cuanto a sus personas, no se esperaban aquello. Tan cortésmente como les fue posible se desembarazaron de la gente y trataron de seguir hacia donde suponían estaba Sirius, y sus temores aumentaron al ver a los Weasley en pleno, esperando en el pasillo.
Sirius había corrido apartando sin ninguna ceremonia a las personas que habían intentado detenerlo. Ya era una costumbre que tanto en el Ministerio como allí, la gente intentase por todos los medios conversar con él. Algunas veces se detenía y charlaba un poco, pero aquel día no era una de esas ocasiones. No prestó atención a Arthur y a Bill que intentaron detenerlo, ni a una llorosa Molly, sino que abrió de golpe la puerta y entró en la habitación ganándose las miradas reprobatorias de varios sanadores.
De los presentes conocía a Abigail y a Silver, por lo tanto, se dirigió a ellos ignorando a los demás.
Sirius se volvió con la intención de mandarlo al demonio, pero fue interrumpido.
Los sanadores se volvieron hacia la cama mientras que los Weasley que miraban boquiabiertos desde la puerta, lanzaban un jubiloso grito de felicidad y Sirius se acercaba a la cama.
Bill y Arthur cerraron la puerta y no se enteraron de nada más, lo único verdaderamente importante para ellos, era que Jason había despertado y ahora estaban seguros que estaría bien.
Cuando Harry y los demás llegaron, fueron informados de la buena nueva y se unieron al júbilo de los Weasley. Llevaban más de una semana de angustia, desde el momento en el que Bill se había dirigido a dónde Sirius había dejado a Jason y lo había encontrado tirado en el piso. Habían hecho todo cuanto habían podido por reanimarlo, pero no lo consiguieron, de modo que fueron por Madame Pomfrey, pero ésta les dijo que lo mejor era trasladarlo al hospital lo antes posible. Después de una minuciosa evaluación, los sanadores les habían dicho que tenía varias costillas fracturadas, y dos de ellas habían perforado el pulmón, por lo que tenía una severa hemorragia interna. Por otro lado, y según lo que habían podido determinar, debió sufrir un severo traumatismo craneoencefálico que produjo una hemorragia intracraneal. No obstante, todo lo anterior, los sanadores se habían mostrado optimistas, ya le habían reparado las costillas rotas, habían cicatrizado el pulmón, y habían desaparecido la sangre que presionaba el cerebro. Ahora era cuestión de esperar a que la poción re abastecedora de sangre hiciera su trabajo, porque el resto de heridas superficiales también estaban reparadas. Pero al día siguiente cuando se suponía debía despertar, no lo hizo, ni tampoco al siguiente, por lo que los sanadores comenzaron a preocuparse, y después de evaluarlo, reunirse entre ellos y discutir el caso, les dieron la sorprendente y nefasta noticia, de que todo en su organismo iba perfectamente bien, y que el problema consistía en que al pacer él no quería volver.