Al final del destino

Capítulo 4

Han pasado dos días desde que secuestraron a Tara, ahora que no podemos estar seguros de nada hemos reforzado la seguridad para todos, cada mañana me aseguro de ponerles a los niños un localizador. Cuando me enteré de que Max tenía a Tara se me pasaron muchas cosas por la mente y no precisamente buenas y ahora que sabe que es su hija estoy segura de que hará cualquier cosa para fastidiarme, al día siguiente de recuperarla, James vino a mi despacho para hablar de lo que había sucedido. No era fácil para mí decirle la verdad, pero tenía que saberlo, él se llenó de rabia y quería ir a pegarle un tiro en la cabeza, pero al fin y al cabo fue Max quién la recuperó y en cierto modo se lo debemos. Le devolvimos el dinero que tuvo que pagar para recuperar a la niña, pero ese dinero se nos fue devuelto y a mí me llegó una nota, en él decía que no quería nuestro dinero, lo único que quería era recuperar el tiempo perdido con su hija, eso me puso la piel de gallina.

Con todo esto de la desaparición no he tenido tiempo de poner en orden mi empresa, tengo muchas reuniones que he tenido que aplazar y ahora no me puedo permitir el lujo de volverlo a hacer. He intentado poner mi mejor cara y uno de mis mejores trajes para la reunión de hoy, me encontraría con varios accionistas que nos ayudarían mucho. Tyler no puede venir hoy, así que solo me acompañará mi secretario, Mario, un joven bastante competente, al comienzo solo venía a hacer unas prácticas, pero al ver el gran trabajo que hacía no dude en contratarle.

 

—     Señora Davis —entra Mario—. Ya están todos en la sala de reuniones.

—     Genial —me levanto de la silla y me echo un pequeño vistazo a mi traje azul—. Vayamos, no les hagamos esperar.

—     Sí.

 

Para ser sincera odiaba tener que hacer reuniones, pero si quería que mi empresa prosperara tenía que hacerlo sí o sí, además, era muy afortunada poder tener una empresa que tiene mucha competencia en esta ciudad.

 

—     ¿Te aseguraste de que tuvieran todo lo necesario? —le pregunté, aunque sabía que todo lo que hacía en las reuniones lo hacía genial.

—     Sí, y no solo eso, me he tomado la libertad de preparar un pequeño aperitivo por si alguien quisiera picotear después.

—     Eso suena genial, Mario, gracias.

 

Entré con toda la seguridad del mundo, si quieres que te tomen en serio tienes que mostrar con firmeza lo capaz que eres. Saludé a todos los presentes sin mirarlos hasta llegar a mi asiento, así podría demostrar que no les tenía miedo por ser hombres, no había visto nunca a ninguno de los presentes, pero cuando me di cuenta de que uno sí que lo reconocía me sorprendí al verle. Estaba justamente a mi lado y yo ni siquiera lo había visto, solo su inigualable perfume me aviso de su presencia, Max me miraba con triunfo y sonreía de oreja a oreja.

Quería huir de esa sala ahora mismo y no podía, si no, parecería muy poco profesional por mi parte, no entendía que narices estaba haciendo aquí, si ese era su modo de fastidiarme no era un buen acierto. Me quedé en silencio y después al escuchar un carraspeo decidí levantarme para comenzar hablando desde la pantalla mostrando seguridad en lo que estaba haciendo, conocía muy bien mi área y quería demostrarlo.

 

—     Es un placer verles aquí el día de hoy —comencé diciendo—. Para esta empresa es muy importante el contacto cara a cara con sus representantes y es un honor conocerlos por fin.

—     El placer es nuestro, hemos oído hablar maravillas de esta empresa y supongo que los que estamos aquí no querríamos desaprovechar la oportunidad —dice uno de los hombres más jóvenes.

 

La reunión continuó explicándole lo que hacemos en esta asesoría y el gran potencial que podríamos sacar a sus negocios, algunos están comenzando algunos negocios, otros solo quieren cambiar de asesoría y algunos simplemente querían conocer a la persona que está detrás de todo esto. Al comienzo admito que estaba un poco nerviosa, pero no me importó nada en absoluto y fui yo misma, lo único que odiaba era tener a Max ahí callado sin decir palabra alguna, sentía cómo me observaba y me tenía entre ceja y ceja.

 

—     Y díganos, señora Davis, ¿Cómo podemos estar seguros de que esa empresa es de fiar? —dice uno un poco con cara de rancio.

—     Bueno, es una buena pregunta —dije mirándole fijamente—. La confianza es una de las mayores virtudes que se pueda tener, si no confía en las personas que manejan su negocio ¿Entonces en quién más?

—     Es usted demasiado joven para entender de estos negocios —alzo las cejas.

—     ¿Cree que por ser mujer y joven no soy lo suficientemente competente? Eso no es un problema para mis clientes, en el poco tiempo que llevamos han conseguido aumentar un ochenta por cierto de sus ingresos con nuestros planes —se quedaron sorprendidos, era una cifra bastante alta para una empresa con poca trayectoria.

—     Entiendo —agachó la cabeza carraspeando.

—     ¿Y cómo consiguen unas cifras tan altas? Se hace dudar en cómo lo logran —y por primera vez Max habló, le fulminé con la mirada.

—     ¿A qué se refiere, señor Miller?

—     Bueno, es obvio —dice riéndose mientras mira a los demás presentes—. No creo que tenga a unos clientes…

—     Creo que está suponiendo cosas que no son —le interrumpí. Intentaba hablar con calma—. Todos nuestros logros se deben a nuestro gran esfuerzo y trabajo diaria, si de algo hay que dudar es de lo bien que mis empleados trabajan día a día para que esta empresa prospere como es debido —se tragó sus palabras.

—     Claro como no —sonríe con rabia.

—     Ah, otra cosa más. En este negocio no hemos necesitado la ayuda de terceros para mantenerla a flote —esperaba que lo entendiera.




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