Han pasado varias semanas desde que los novios comenzaron a hacer su viaje por Europa, los echamos de menos, pero tienen que disfrutar de su vida de recién casados, Tamy y James hicieron un viaje del que aún no han vuelto y no tenemos noticias de ellos, aunque de vez en cuando nos envían mensajes y alguna foto. Yo he estado algo liada con el trabajo, ahora que tenemos nuevos clientes no puedo tomarme días libres como si nada, y ahora que las cosas están yendo bien no puedo tomar decisiones a la ligera, Mijail está siendo un gran apoyo estos días, está decidido en conocer a fondo la empresa. En cuanto a Max… bueno, él y James se pusieron de acuerdo para empezar a buscar información de lo que quiere hacer Fabrizio, aún no sabemos nada, pero no pierdo la esperanza de que van a poder hacer algo.
— ¿Emma? —abren la puerta del despacho sacándome de mis pensamientos.
— ¿Mijail? Pasa —me levanto de la silla.
— ¿Qué tal?
— Estoy bien, gracias —frunzo el ceño—. ¿Qué haces aquí?
— He venido a invitarte a comer —dice sonriente.
— ¿A sí?
— Sí, pero si tienes algo que hacer lo posponemos para otro día —se da la vuelta.
— No, espera, tengo la tarde libre —voy hacia el perchero a coger mis cosas—. Venga, vayamos a comer, me muero de hambre —digo alegre.
— Genial.
La verdad es que me alegro de haber conocido a gente tan interesante como él, es un choque de aire fresco, en lo poco que le conozco me ha demostrado ser un buen hombre y ha mostrado mucho interés de conocerme. No sé mucho de él, pero espero que en la comida pueda saber más cosas de su vida.
— Este sitio es genial —le dije mientras nos indicaban nuestra mesa.
— ¿Nunca habías estado?
— Qué va, no he tenido mucho tiempo de conocer a fondo la ciudad y menos comida rusa —dije algo apenada.
— Pues entonces me alegro ser el que te acompañe a descubrir lugares nuevos —sonríe—. Esta comida te va a encantar.
— Seguro.
Miré la carta y no entendía nada, más bien no sabía que era cada cosa y me estaba frustrando porque ya empezaba a sonarme las tripas del hambre que tenía.
— ¿Sabes qué? —baje la carta—. Cómo no tengo ni idea de que es cada cosa, te voy a dar el pacer de elegir por mí —se sorprende.
— ¿De verdad?
— Sí —asentí.
— ¿Confías en mí?
— ¿Sí? —dije dudando un poco.
— Estupendo.
El camarero vino a tomar notar y Mijail empezó a pedir algunas cosas, lo único que pude entender es que le pidió una botella de vino y uno muy caro.
— Bien… antes de que venga la comida —dije—. Quiero saber algunas cosas.
— ¿Qué quieres saber?
— Eres muy misterioso y a lo mejor seré yo que soy una entrometida, pero…
— ¿Tienes mujer? ¿Hijos?, ¿Por qué estás en Nueva York?
— Vaya —suelta—. Sí que son muchas preguntas.
— Perdona —reí—. Soy un poco curiosa, me gusta saber un poco de mis clientes barra socios.
— Está bien, a tu primera pregunta, sí tengo mujer desde hace unos años —el camarero nos trajo la botella y se puso a abrirla, cuando se marchó volvió a hablar—. En cuanto a hijos… tenemos uno, Alexei, tiene dos años.
— Anda igual que mi hija.
— Sí —se vuelve a reír—. La cosa es que como dije… estoy aquí para ayudar a mi padre con algunos asuntos, en cuanto acabe volveremos a Washington.
— Vaya por lo que veo, no tenéis planes de quedaros aquí.
— No —ahora contesta algo seco.
Los platos habían llegado a la mesa, una especie de ¿Sopa? Y ¿Dumplins? Cosas que no había probado nunca.
— ¿Qué es esto? —pregunté.
— Eso es borsch —señala a la sopa—. Y esto otro es Pelmeni, pruébalo estoy seguro de que te va a gustar.
— ¿Seguro? —no me hacía mucha gracia esa sopa rara, pero cuando la probé no me disgustó, tenía un sabor extraño que no podría explicar.
— ¿Y bien?, ¿qué te parece?
— Pues no está tan malo como pensaba —nos reímos.
Estuvimos comiendo un poco de todo y no pensé que me iba a gustar ese estilo de comida, pero me sorprendió.
— ¿Te puedo hacer una pregunta?
— Claro, lo que quieras.
— Por lo que he deducido antes no eres de aquí, ¿no? ¿De dónde eres?
— Ah, pues… bueno no, en realidad soy de Michigan.
— ¿Y tu familia?
— Eran italianos —solo dije eso y le pegué un gran sorbo al vino.
— ¿Eran?
— Sí, ellos… murieron, ahora solo me queda mi hermano —en realidad ya no me duele tanto hablar de ellos.
— Lo siento, no debí preguntar.
— No, tranquilo, está bien. En realidad, siempre pensé que era hija única y no era así, no conocí a mi hermano hasta hace unos años y mi padre no era mi verdadero padre, así que.
— No entiendo...
— Bueno, mi padre fue asesinado hace mucho tiempo, yo no le conocí — agaché la cabeza—. No tuve la oportunidad, el hombre que lo mató es un ser despreciable que no está pagando todo el daño que hizo y lo peor de todo es que la mujer del hombre que me violó vive con él.
— Joder… Lo siento mucho —me coge de la mano.
— Tranquilo, es agua pasada.
— Perdona por entrometerme, pero ¿Por qué no está en la cárcel?
— Es complicado, solo puedo decirte que se esconde demasiado bien —me suena el teléfono—. Perdona, tengo que cogerlo.
Me levanté de la silla y me fui a un lado para poder coger la llamada, era del colegio de los niños.