Por fin sábado, ese día en que no tienes que madrugar ni trabajar, ese día en el que puedes estar con tus hijos y disfrutar al máximo el día. Hoy no tenía ningún plan preparado, pero después de desayunar se me vino a la mente una gran idea, ahora que hacía frío y no podíamos ir a un parque normal, pensé en llevarlos a patinar a una sala recreativa, quería que los niños se divirtieran. Tyler se había ido de viaje con sus hermanas a su ciudad para llevarle flores a su madre, así que prácticamente estaba sola por el día de hoy, quería que Tamy viniera con nosotros, pero ya tenían algunos planes.
Daniel estaba jugando con los demás niños con los coches mientras yo le daba algo de comer a Lara, sabía que algunas de las madres no dejaban de mirarme, estaba claro que sabían quién era y el escándalo de la otra vez, pero no me importaba. A mi espalda escuché que alguien decía un simple hola, cuando me giré me sorprendí ver que Mijail estaba aquí con su hijo, un niño muy rubio de ojos claros.
— Parece que hemos tenido la misma idea —dice sonriente.
— Eso parece —digo aún sorprendida mientras se sienta con el niño.
— Él es Sebastián.
— Hola, Sebastián, yo soy Emma —el niño me sonrió tímido—. ¿Quieres jugar con Tara?
Los niños se pusieron a jugar como dos buenos amigos, ambos quedamos mirándolos cómo disfrutaban de los juguetes.
— Ha sido una buena idea —salta él.
— ¿El qué?
— Venir aquí, Sebas es un poco tímido, pero parece que se lleva bien con Tara.
— Aún son pequeños, es normal.
— No, creo que sabe percibir a las buenas personas —le miro, tenía la cabeza agachada—. Mírame a mí, pensé que en esta ciudad solo trataría con gente engreída sin una pizca de humanidad, pero veo que me equivoque —me mira.
— Bueno, no todos son mezquinos —cojo un trozo de pizza—. Solo hay que saber con quién juntarse.
— Claro.
No sé qué es lo que tenía tan preocupado a Mijail que no tenía cara de estar disfrutando, era como si tuviera la mente en otra parte, como si estuviera analizando algo sin darse cuenta de su alrededor.
— Creo que tienes a todas coladitas por ti —frunce el ceño.
— ¿Cómo dices?
— Esas madres —indico con la mirada—. Desde que has entrado no han dejado de quitarte ojo —me río.
— Ah eso —dice sin ánimo—. Estoy acostumbrado a que me miren como si fuera comida —no pude evitar reírme de eso.
— Perdona, no quería reírme, pero… —y continué.
— Qué mujer…
Después de pasar varias horas en ese lugar llegaba la hora de irnos a casa, me sorprendió ver que la mujer de Mijail no estuviera con él, pero no era de mi incumbencia, me despedí de él y monté en el coche a los niños para volver a casa, tenía muchas ganas de estar tranquila mirando la televisión mientras pecaba con la dieta y me atiborraba de comida basura. Tara se había quedado dormida y Daniel estaba en el cumpleaños de uno de sus compañeros de escuela. Fui a mi vestidor y me puse uno de mis pijamas de satén favoritos, después me fui directa a la cocina a por unos Pretzels de chocolate y un batido de fresa, al rato de estar mirando una película, nuestra ama de llaves venía a decirme que había llegado visita, pero que no le había dicho cómo se llamaba, me asusté, no esperaba a nadie hoy, pero al acercarme a la entrada me di cuenta de que era Max quién estaba ante mis ojos.
— ¿Max? ¿Qué haces aquí? —iba con ropa básica y con una bolsa.
— Me he enterado de que no está Tyler por aquí, así que no he querido desaprovechar la oportunidad y he venido.
— Estás mal, no puedes venir a mi casa, así como si nada —dije en voz baja.
— ¿Por qué hablas entre susurros? —dice también susurrando con una sonrisa, después caí que no tenía nada de que esconder, era la dueña y jefa de esta casa.
— Cierto —carraspeé.
— He traído esto, ¿Dónde está la cocina? —dice adentrándose.
— Anda sígueme —fuimos a la cocina.
Sentía cómo se me quedaba mirando el trasero mientras caminábamos hasta la cocina.
— ¿Podrías mirar otra cosa que no sea mi culo? —giré la cabeza para verle.
— No lo estaba mirando, te lo tienes muy creído —ríe.
— Ya, claro… —me paré frente la isla—. Puedes dejar las cosas aquí.
— Vale.
No sé en qué estaba pensando al decir que me estaba mirando el trasero, era obvio que me estaba comiendo la cabeza e imaginándome cosas que no eran. Estaba sacando las cosas que había traído cuando vi que no solo traía mis chocolates favoritos, sino que también había algunos postres para Daniel y Tara, cabe destacar que todo esto para mí era una sorpresa porque no pensé que aún se acordara de lo que me gustaba.
— Si no recuerdo mal son tus favoritos, ¿Verdad? —dice sacándome de mis pensamientos.
— Sí —carraspeé—. Gracias —desvié la mirada.
— No hace falta que muestres tanta emoción —dice con ironía.
— ¿Es que no te sirve un simple gracias?
— No, me gustaría ver en tu rostro una gran sonrisa —me mira fijamente a los ojos y me incomodó.
— Ya, bueno, pues no —cogí una de las tabletas de chocolate y empecé a quitarle el envoltorio. Chocolate con leche con caramelo salado, una delicia que no puede ser desperdiciado.
Cerré los ojos con tan solo probar una onza, esa sensación de dulce y salado derritiéndose en mi boca solo me provocaba placer, hacía mucho tiempo que no lo probaba. No era consciente de que Max estaba mirándome fijamente, sabía que esta era una de esas oportunidades que no podía desaprovechar para seducirlo. Me hice la loca, lamí mis dedos mientras le veía a los ojos fijamente, podía ver como su cuerpo se tensaba y apretaba los puños con fuerza sobre la encimera, desde luego sabía que estaba haciendo un gran esfuerzo para no tirar todo al suelo y tumbarme ahí mismo.