Después de esa pequeña conversación continuamos hasta la guarida de Max, sus hombres habían localizado a uno de los patanes que colabora con Vitale, tenía la esperanza de sacarle información que nos sea de vital importancia. Sé que ahora mismo Max estará pensando en dejarme al margen para que pueda hablar con ese tío él solo, pero no voy a dejarlo, estoy metida en esto y no voy a dejar que sigan haciendo daño a mi familia. Al llegar fui con Max a su despacho, no sabía muy bien que tenía que hacer o dónde ir, pero si tenía claro lo que iba a coger, un arma, con el que pueda defenderme y aunque no me guste matar. Cogí una de las pistolas que tenía Max en su gran armario llena de armas, este al darse cuenta vino hacia mí para impedirme que cogiera nada.
— Ni en broma, tú no vas a coger nada —me lo quita de la mano—. Te quedas al margen.
— Tú no decides por mí —le quito con rabia la pistola—. Te dije que no me iba a quedar de brazos cruzados y eso estoy haciendo.
— Estás loca —ríe para sí mismo y después se quita la camisa.
— ¿Qué haces? —aparto la mirada.
— ¿No pensarás que voy a mancharme esta preciosa camisa? Es muy cara —le miro y río por dentro.
— Claro…
Salimos del despacho y Max avanzó hasta un cuarto oscuro y frío, frente a nosotros un hombre golpeado lleno de sangre con la cabeza agachada, al principio me impresioné tanto que no podía caminar, pero cogí aire y di un paso para hablar con ese capullo.
— Veo que mis hombres no te han dejado descansar —empieza Max.
— Púdrete americano de mierda —escupe al suelo—. Te has traído a tu mascota —refiriéndose a mí y luego comienza a reírse débilmente.
— Creo… que te estás equivocando —Max me mira y empieza a caminar a su alrededor—. En primer lugar, no soy americano, soy italiano —se para ante él—. Y en segundo lugar, ella no es ninguna mascota —le golpeó con un puño de acero que estaba colocada en su mano.
— Me da igual que es lo que seas porque para mí eres una escoria —ríe—. Ya deberías de estar muerta, como tu amiga —me mira fijamente—. Estoy seguro de que tu amiga ya estará en otro lugar.
En ese momento me llené de rabia, no sé qué es lo que me entró en el cuerpo, pero me acerqué a él, cogí mi pistola y le disparé, estaba segura de que Max estaba sorprendido de ver lo que acaba de hacer, pero nadie se mete con mi familia.
— Emma… —se acerca a mí.
— No nos iba a decir nada —me aparté de él y salí por la puerta, quería limpiar esa sangre que me había salpicado.
Comencé a llorar mientras veía cómo el agua se llevaba esa sangre asquerosa, me sentía sucia y mal por haberme excedido de esa manera, era la primera vez que mataba a un hombre y no había tenido ningún escrúpulo y ahora el remordimiento me estaba comiendo por dentro. Escuché entrar a Max al baño, sentí que se acercaba a mí por la espalda, pero no quería mirarle a la cara, me sentía avergonzada.
— ¿Estás bien? —me acaricia la espalda, pero me aparté, no quería ninguna muestra de pena—. Emma…
— Déjame sola, por favor —no paraba de llorar.
— No —dice cabreado girándome hacia él—. Sé que lo que has hecho te ha afectado más de lo que quieres aparentar.
— No ha causado nada en mí —digo con la voz entrecortada.
— No te creo.
— Pues créetelo —me dirijo a la puerta para salir.
— Espera —me coge del brazo y me acerca a su pecho abrazándome sin dejar que me aparte.
Él tenía razón y no quería admitirlo porque soy demasiado orgullosa, pero me ha afectado y mucho porque nunca había hecho algo parecido y ahora me siento la peor persona del mundo, no es que sea muy creyente, pero sé que después de esto iré al infierno. Mis lágrimas comenzaron a salir como, necesitaba desahogarme, quería gritar y romper cosas al mismo tiempo.
— Está bien… —me decía mientras acariciaba mi pelo.
— No, Max, no está bien —tartamudeé—. He matado a un hombre… un ser humano.
— Ese miserable se lo merecía.
— Pero nosotros no somos quienes para quitar vidas como si fuéramos dios o algo así.
— Lo sé…
*Mientras tanto en el hospital*
Tamara estaba en quirófano, tenía varios huesos rotos y había recibido un fuerte golpe en la cabeza, los médicos no sabían si lograría sobrevivir y si lo hacía no sabrían si despertaría, James estaba en la sala de espera con los Tyler y los demás, todos estaban preocupados sin saber que iba a ser de ella. Con el fuerte accidente que había tenido desgraciadamente había perdido al bebé que estaban esperando, la hemorragia no la pudieron parar a tiempo y ya no había nada que hacer, aunque los médicos aún no le habían dado la triste noticia, James sabía que su hijo no había sobrevivido y Tamy podría llegar a una intensa depresión. Él sabía que todo esto no era casualidad, pues hacía unos cuantos días había trabajado con Maxwell para frustrarle los planes a Vitale, como venganza quería matar a su mujer, lo único que quería hacer era asesinarle con sus propias manos, pero no podía ni debía dejar sola a Tamara.
El médico que atendió a Tamara salió para hablar con James sobre su mujer, como era de esperar le confirmó que su bebe no había podido ser salvado, pero que su mujer se encontraba en buen estado a pesar de los golpes que había recibido, ahora estaría en la sala de información hasta nuevo aviso y después la pasarían a una habitación privada.
— Estará bien James, ella es fuerte —decía Liam.
— Los médicos han hecho todo lo posible, ahora solo queda esperar —mencionó Eva.