*Maxwell*
Sé que se había molestado, yo deseaba ese beso tanto como ella, pero no quería adelantarme a los acontecimientos. En realidad, ese momento era especial, ella y yo solos en la nieve, disfrutando el uno del otro como si fuéramos unos simples niños, quería verla así por un momento, feliz. Si hubiera llegado a besarla tendría que volver a lidiar con sus sentimientos, confundida entre si me quiere o quiere a Tyler, pero yo sé lo que de verdad siente su corazón y es a mí a quien ama.
Cuando se fue corriendo por las escaleras noté lo mucho que se había molestado, pero no tenía otra opción. Entré a la sala dónde se encontraban mis padres pasando la tarde como de costumbre.
— Hijo… —dice mi madre—. ¿Qué le has hecho?
— ¿Qué le he hecho a quién? —me hice le loco.
— Sabes perfectamente de lo que está hablando tu madre —dice papá.
— Cosas nuestras que no os concierna —no tengo porque darles explicaciones.
— Maxwell —sé lo que iba a decir mi madre, pero la detengo antes de que hablara.
— Tengo cosas que hacer —me voy de la sala.
Como no quiero molestar a Emma me metí a mi cuarto para quitarme esta ropa y darme una ducha de agua caliente, estaba tenso por todo lo que está pasando con Vitale y demás. Esta noche tengo le tengo preparada una sorpresa y quería que saliera bien, mi intención es recordarle lo mucho que nos amamos, que somos tal para cual y que no soy el mismo de antes. Haría cualquier cosa por volver a tenerla a mi lado y no voy a rendirme tan fácilmente y mucho menos dejarle vía libre a Tyler.
Después de la ducha salí y me puse una simple camiseta y un pantalón de tela, no quería vestirme ahora y que me viera así Emma. Cogí una gran caja que contenía un vestido para ella y unos tacones, me hace cierta ilusión verla con él puesto. Salí del cuarto y crucé el pasillo para llegar a su puerta, toqué, pero no recibí respuesta así que supuse que igual se había quedado dormida. Con descaro entré a su cuarto sin esperar respuesta, la habitación estaba oscura salvo por la luz que entraba de afuera, dejé la caja en el lado vacío de la cama y me senté con cuidado cerca de ella. Es realmente preciosa, tan tranquila e inocente, sus labios rosados y carnosos solo me invitan a besarla, pero me contengo pues me prometí no hacer nada que ella no quisiera ni me pidiera. Acaricie suavemente su mejilla, su nariz perfecta y, por último, sus labios, quería despertarla de la mejor manera posible que yo conociera, un leve quejido sale de su boca, poco a poco iba abriendo los ojos.
— Hola —dije con cariño.
— Hola —dice aún media dormida.
— Siento tener que despertarte —seguía acariciando su mejilla—. Se te veía muy tranquila.
— ¿Qué hora es? —sonríe, ya no perecía tan enfadada.
— La hora de ir a un sitio —frunce el ceño.
— ¿Dónde quiere ir ahora señor Miller?
— Ya lo verás —sonreí—. Vístete, te esperaré en la entrada en una hora.
— Vale —dice sin muchas ganas de levantarse.
Volví a mi cuarto, me puse un traje negro hecho a medida que me hicieron en Francia, cuando me puse los zapatos terminé por ponerme un Rolex y perfume. Tenía todo listo para esta cita, aunque ella supondrá que solo es una cena normal y corriente. Luego bajé a esperarla.
*Emma*
Me levanté de la cama en cuanto Max salió de la habitación, me sorprendió lo tierno que estaba así que no podía seguir enfadada con él por algo que no debería ser. Vi que había una gran caja blanca en el lado vacío de la cama, no tarde en cogerla y abrirla. Era un vestido blanco realmente precioso, era largo con una abertura a un lado, se sentía tan delicado que me daba miedo tocar la tela. Los tacones eran exquisitos. Miré el reloj, horrorizada por la hora, aún tenía que ducharme, maquillarme y peinarme y tardaría un poco en hacer todo por no decir que bastante.
Terminé de arreglarme el pelo y salí por la puerta del cuarto, por el pasillo me encontré con el padre de Max, se me quedó mirando de pies a cabeza asombrado. Me acerqué sonriente.
— Querida, estás preciosa —dice orgulloso.
— Muchas gracias.
— Espero que esta noche os lo paséis muy bien —se queda pensando en una cosa—. ¿Sabes? Cuando te vi por primera vez supe que cambiarias a mi hijo para bien, nunca le había visto mirar a alguien como él te mira.
— Sabes que… —digo con pesar.
— Lo sé, solo digo que ojalá os deis una oportunidad —dice con pena—. Y sé que no depende de nosotros, pero si en algo puedo ayudar estoy dispuesto a hacerlo.
— Eres muy amable —nos damos un abrazo. Will era cómo un padre para mí, siempre se portaba muy bien conmigo y siempre ha estado muy presente con su nieta.
— Ve, ya está esperando en la entrada —me dice—. Ah y no olvides el abrigo hace mucho frio.