*Loren*
Esta fiesta era algo aburrida, todas las mujeres que estaban aquí me miraban con desprecio y algunas eran amigas o supuestamente amigas de mi queridísima madre, podía ver cómo murmuraban sobre mí, era algo que no podía soportar. Me fui directamente a buscar una copa, no podía aguantar ni un minuto más sin beber algo. Pensaba que me iba a quedar tranquila, pero tres de esas mujeres que no paraban de mirarme se me acercaron a mí.
— Pensaba que las amantes no asistían a este tipo de fiestas —dice la rubia descaradamente.
— ¿Cómo dice?
— No te da vergüenza mostrarte ante gente tan educada, estás dejando mal a esta familia tan distinguida.
Iba a contestarle, pero un hombre nos interrumpe.
— Disculpen la interrupción, pero no podía dejar de oír esas horribles palabras que según usted una mujer distinguida no puede decir. Pensaba que las mujeres con dinero eran más educadas, pero creo que me he equivocado —no podía dejar de mirarle.
— ¿Cómo se atreve?
— No, señora, ¿cómo se atreve usted a ir hablando mal a una persona que también ha sido invitada a la fiesta?
— Qué descaro —dice disgustada antes de marcharse.
Yo no sabía cómo darle las gracias a este hombre, solo me quedé ahí parada mirando el espectáculo.
— ¿Me concede un baile? —me ofrece su mano.
— Claro —dije aún embobada.
— Siento haberme metido, pero no podía escuchar más.
— No, la verdad que, tengo que darte las gracias por haberme defendido de esa manera, no tenías por qué.
— Lo volvería a hacer mil veces por una vieja amiga —fruncí el ceño.
— ¿Nos conocemos?
— Claro, desde hace mucho tiempo, pero parece que no te acuerdas de mi ¿Verdad? Pequeña Ren —no puede ser, me paré en seco.
No podía creer lo que veía, abrí los ojos de par en par analizando lo que estaba viendo, era él. Podía reconocer esos ojos marrones con un brillo especial, su mandíbula pronunciada era un signo de lo mucho que había cambiado.
— ¿Leonard? —dije mirándole de arriba abajo.
— Parece que después de tanto tiempo sigues acordándote de mí —dice con una dulce sonrisa.
— Dios mío no me lo puedo creer —le abracé por instinto—. ¿Pero qué estás haciendo aquí? —me aparté dándome cuenta de lo fuerte que le había abrazado.
— Yo también me alegro de verte —dice mostrando sus dientes impecables.
— Lo siento, es que hace tanto tiempo...
— Tranquila, ¿Quieres ir a otra parte? así podremos hablar tranquilamente.
— Por supuesto.
Íbamos caminando por los pasillos de la mansión sin decir palabra alguna y debo decir que me siento algo intimidada, siento cómo su mirada está posada en mi en todo momento, observando cada movimiento que hago y dejo de hacer. Llegamos a un banco libre y nos sentamos.
— Bueno, cuéntame ¿Qué has hecho todo este tiempo? —habla rompiendo el hielo.
— ¿Yo? Poca cosa, estudié Marketing, me gradué y trabajé para mi padre —dije dándome cuenta de lo triste que ha sido mi vida.
— Suena a que te has aburrido mucho.
— Muchísimo diría yo —reí—. ¿Y tú?
— Yo... bueno, mis padres me arrastraron a Canadá, ahí vivían mis tíos así que bueno. Estudié Arquitectura en una de las mejores universidades y me gradué con honores —dice con cierto orgullo.
— Me alegro mucho Leo, de verdad —le digo sincera, me sentía orgullosa de que haya tenido una buena vida.
— Muchas gracias —coloca su mano encima de la mía y siento una chispa—. Por cierto, ya no me llamo Leonard —fruncí el ceño.
— No entiendo —contesté.
— Me cambié de nombre, ahora soy Kelian Clarke —al principio me quedé en shock, pero después rebusqué en mi mente para recordar dónde había escuchado ese nombre antes.
— Espera un momento, eres ese hombre. El arquitecto de ese edificio tan bonito.
— Ese mismo, después de todo ya sabías algo de mí y sin saberlo —dice en modo gracioso.
— Es increíble —moví la cabeza sin creérmelo aún—. Explícame todo.
— Verás, no quiero que te sientas mal por lo que voy a decirte, pero cuando tu padre pago a los míos para separarnos me hizo un gran favor. Como te comenté antes fui uno de los mejores, tuve muchas oportunidades y las aproveché, me esforcé tanto..., entonces pensé, ¿Por qué no ayudar cómo lo hicieron conmigo?