*Tamara*
James se había marchado a ver a Emma, me había quedado con los niños en casa y mientras ellos jugaban en su cuarto, yo tenía que aprovechar mi momento, tenía que entrar en ese cuarto que me es prohibido entrar. Entré al despacho de James rebuscando por todas partes esas malditas llaves, por un momento pensé no las tenía aquí, pero me dio por mirar detrás de nuestra foto de boda en el estante, y claro, ahí estaban o creía que esas eran. Salí mirando por los pasillos para asegurarme de que ninguno de los guardias ni chicas me estuviese viendo y me acerqué a esa puerta cerrada. Ante ella, se me pasaban mil cosas por la mente, no sabía que es lo que se me estaba ocultando tras esa puerta y estaba decidida de una vez por todas averiguarlo. Encajé la llave y cuando está se abrió me quedé sorprendida, James no sabe guardar muy bien las llaves. Abrí la puerta y me llevé una sorpresa, no sabía que tras esa puerta había una habitación de bebé, me acerqué a la cuna lentamente, no sé por qué, pero dentro de mí me dijo que esto lo había hecho yo. Varias imágenes empezaron a pasar por mi mente, yo mirándome la tripa, tocándola, James besándola, comprando ropa de bebé… ahora lo veía claro, ese accidente… mi bebé…; mis lagrimas comenzaron a salir como una cascada. Estaba embarazada y me atropellaron mientras cruzaba la calle, yo iba a tener a mi bebe, se había pegado a mí y todo estaba saliendo bien y me lo han arrebatado.
Estrellé todo, quería romperlo todo, no era justo, era mi bebé, era parte de mí y por culpa de ese maldito coche lo he perdido.
— ¡Señora! Paré por favor —me decía el ama de llaves que me veía rompiendo todo.
— No, déjame —los demás trabajadores empezaron a entrar intentando calmarme, pero yo no quería.
— Señora, esto le va a sentar mal —repetía.
— ¡Fuera! Largaos de aquí —les grite a todos.
— Voy a llamar al señor —escuché que le dijo al guardia, yo solo me quedé tirada en el suelo.
*Emma*
Al subir a casa y abrir la puerta veo que al fondo sentado en el sofá se encontraba James leyendo una revista.
— Señora, el señor Bernard llegó hace un buen rato —me dice Hilda, no me había dado cuenta de que estaba a mi lado.
— Gracias, Hilda —cogió mi abrigo y se marchó.
James al verme se levantó, tenía la expresión algo rara y se le notaba algo raro.
— ¿James? ¿Pasa algo? —le abracé.
— Bueno, que es lo que no pasa —sonríe.
— Cuéntame —dije mientras nos sentábamos.
— Verás…
Cuando iba a contarme lo que quería, su teléfono empezó a sonar.
— Cógelo, puede ser importante —dije cuando vi que no quería cogerlo.
— No será importante —deja de sonar, pero al instante vuelven a llamar.
— Contesta.
Al hacerlo… su cara era un cuadro, cambió de nerviosismo a enfado, decepción, tristeza… por lo que veía parecía que algo no iba a bien.
— Tengo que irme —cuelga y se levanta.
— ¿Qué ha pasado? —me levanté también.
— Es Tamara —dice con una lagrima en los ojos—. Ha entrado a ese cuarto —mierda.
— Voy contigo —salimos de casa corriendo para ir hasta su casa.
No me puedo ni imaginar cómo debe de estar Tamy, el médico nos dijo que teníamos que tener cuidado, algo traumático podría sentarla mal y ver ese cuarto del bebé… estará destrozada. Daba gracias de que no vivíamos lejos y llegamos en menos de lo que canta un gallo.
— ¿Qué te habían dicho? —pregunté mientras subíamos por el ascensor.
— Que está llorando, ha destrozado todo el cuarto.
— Dios… y los niños…
— Se los han llevado a otra parte.
— Joder…
Al entrar escuchamos los gritos de Tamy, se podía escuchar como los demás intentaban calmarla y como seguía rompiendo cosas. Pude ver como estaba tras la puerta, sus manos ensangrentadas… sus lágrimas… estaba muy mal.
— Tamara —dice triste James al acercarse a ella—. Tranquila mi amor.
— El bebé…
— Lo sé… tranquila —aunque la consuela sé que esto le costará mucho aceptarlo.
— Tranquila, cielo, todo irá bien —me acerqué también para abrazarla, escuchar como lloraba… sentí su dolor.
— Me quiero morir —dice entre lágrimas.
— No, no digas eso mi amor —le decía James y a mí se me partía el alma.