Al final del destino

Capítulo 36

 

*Luan*

Hace días que no se nada de Mijail, mis ganas de llamarlo son más grandes que mi venganza, ha dejado en mí esa sensación de soledad que no pensaba que volvería a sentir. Fabrizio ha estado muy raro últimamente, más bien cabreado, desde que me contó que la mafia japonesa y china no querían colaborar con él, se ha vuelto irritante y no me apetece quedarme en esa casa tan solitaria. No quiero pensar que estamos acabados, porque si no todos estos años no han servido de nada, pero no dejo de pensar en lo mucho que estamos tardando en conseguir lo que queremos.

Hoy, aunque hiciera frío he querido salir a la terraza para tomarme un té, no he dejado de pensar en cómo mi vida cambió por culpa de esa zorra, pero a veces me imagino mi vida de otra manera. A veces, sueño con que me separaba de Maison y comenzaba mi vida desde cero en otro país, que conocía a un hombre bueno que me quisiera y pudiera darme hijos, que vivíamos felices en una hermosa casa con un jardín lleno de flores, pero eso nunca va a suceder. Ya me estoy haciendo mayor y no puedo tener hijos, pero eso no quiere decir que no pueda tener a la hija de Emma, tan pequeña y frágil, la educaría de la mejor manera posible y la mimaría mejor que su propia madre.

 

—     ¿En qué piensas? —la voz de Fabrizio me asustó.

—     Joder… me has pegado un susto de muerte —me llevo la mano al pecho.

—     Perdona, es que te estaba hablando, pero no me hacías caso.

—     Lo siento —miraba mi taza medio vacía.

—     ¿En qué piensas? —pregunta mirándome fijamente.

—     En muchas cosas, me temo.

—     ¿Cómo cuáles?

—     Pues… por ejemplo, en cuándo podremos descansar tranquilamente.

—     Pronto querida, la hora de la verdad se está acercando.

—     ¿Qué quieres decir? —fruncí el ceño.

—     Me refiero a que dejaremos que nuestros queridos amigos disfruten del año nuevo, porque dentro de unas semanas actuaremos —una buena noticia.

—     ¿De verdad? —sonreí.

—     Sí, ya tenemos todo planeado, Petrov está consiguiendo las armas necesarias y en cuanto menos se lo esperen atacaremos —sonríe con malicia.

—     Eres el mejor —le abrazo.

—     ¿A caso lo dudabas? —dice dándome palmaditas en la espalda.

—     Eso jamás.

—     Esa es mi chica.

 

*Emma*

No he podido descansar nada pensando en Tamy, la pobrecilla anoche no dejaba de llorar y James no está rindiendo en su trabajo, todo se ha desmoronado por culpa de Vitale. Lo peor de todo es que nosotros casi no podemos hacer nada porque no sabemos por dónde nos van a salir, estamos intentando hablar con Mijail, pero Megan nos mandó un mensaje en el que decía que no podía contactarse con nosotros porque está con su padre. Todo me huele a chamusquina, siento que en cualquier momento nos podrían traicionar y me dolería mucho, una parte de mí tiene fe en Mijail, sé que no es una mala persona.

Hoy hemos llevado a Tamy al psicólogo, necesita ayuda profesional, esa ayuda que nosotros no podemos darle, ya no es la misma, no quiere comer, no quiere levantarse de la cama y mucho menos quiere diseñar, que es lo que más le llena el alma. He hablado con sus padres y ellos también están preocupados por ella, no es justo que siempre le tenga que pasar estas cosas, me siento muy culpable. Siento que todas las personas que están a mi alrededor sufren por mi culpa, ellos no se lo merecen, a veces me da ganas de entregarme con Vitale, sé que Luan quiere verme muerta desde hace mucho tiempo, pero sé que no se darían por vencidos hasta quitarnos el imperio que mi padre y mis abuelos consiguieron con tanto empeño.

 

—     ¿Cómo ha ido? —pregunté a Tamy que salía del consultorio.

—     ¿Enserio quieres que te conteste? —se había vuelto fría y distante.

—     Tamy —dice James levantándose de la silla.

—     Tamy por favor, estamos muy preocupados por ti —dije con pena.

—     Pues dejad de hacerlo porque no quiero que nadie sienta lastima por mí.

—     Tú no eres así, cielo —quería coger su mano, pero me da un manotazo.

—     He dicho que me dejes.

 

Me dolía el alma verla de esa manera, quería hacer algo por ella.

 

—     Lo siento —dice James.

—     No… yo sí que lo siento, siento que soy la culpable de todo esto.

—     Eh, no digas eso —me abraza para consolarme, mis lagrimas no dejaban de salir—. Nadie tiene la culpa, ya sabes quién es el responsable.

—     ¿Cuándo terminará esta tortura?

—     Pronto, ya verás.

 

Cuando llegamos a su casa Tamy se metió directamente en su estudio, estaba destrozada, Eva había venido para ver cómo seguía y para ultimar los últimos detalles de la cena de esta noche, la pobre se ha encargado de todo ella sola, es que han pasado tantas cosas en tan pocos días que no es normal.




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