*Tyler*
Anoche me di cuenta de muchas cosas, la primera, es que no me dolió mucho lo que dijo Tamara sobre Emma, en el fondo sabía la verdad y segundo, Emma siempre preferirá a Maxwell por encima de cualquier hombre. Sofía y yo nos marchamos de esa casa poco después de que Emma se fuera con los niños, no teníamos nada que hacer ahí.
— Buenos días ¿Estás bien? —Eva estaba sentada en el sofá mirando la televisión.
— Es una pregunta un poco absurda —contesto algo molesto yendo a la cocina—. Lo siento.
— Tranquilo, soy una estúpida por preguntar algo que es obvio que no…
— Ya…
— ¿Quieres hablar del tema? —le doy la espalda para coger un bol.
— La verdad es que no me apetece mucho hablar del tema.
— Tyler, hablarlo te sentará mejor.
— No, lo dudo mucho.
— Insisto —no me dejaba salir de la cocina.
— Está bien ¿Qué quieres que te diga? ¿Qué ya sabía que no me iba a escoger? ¿Qué estaba perdiendo el tiempo?
— No es eso…
— Pues sí, todos tenían razón, sabía que ella nunca podría olvidarle, el amor que le daba no era suficiente para ella —digo ya soltando las lágrimas—. Y me duele, porque la quería de verdad.
— Lo siento mucho —Sofía con lagrimas en los ojos me abraza—. No te mereces migajas de nadie, eres un hombre increíble.
— Lo sé —y era verdad, soy un buen tío—. Cuando salió corriendo a perseguirlo ahí me di cuenta de todo.
— Ven aquí —me abraza más fuerte.
Toda mi vida he estado buscando la felicidad y ahora que pensé que la había encontrado me he vuelto a equivocar, Emma me ha destrozado y ahora ya no sé que hacer en mi vida. Aún tenemos una conversación pendiente, tenemos que hablar de verdad y ser sinceros el uno con el otro. Entre lagrimas y lamentos suena un teléfono.
— Es el mío —dice Sofía—. Es James.
— Qué raro, cógelo.
— ¿Sí? —contesta, por la expresión de su cara pude ver que no era una buena noticia—. Está bien, enseguida vamos.
— ¿Qué pasa?
— Hay un problema, tengo que llamar a mi padre —sale corriendo a la habitación y yo la sigo—. ¿Te importa que me ponga algo tuyo?
— No, para nada.
*Maxwell*
No pude evitar emborracharme cuando llegué a mi casa, no quería ver a nadie, quería olvidarme de todo lo que había pasado y mucho menos quería estar consciente de mi dolor. Mi teléfono no dejaba de sonar, eso retumbaba en mi cabeza, lo cogí y lo rompí contra la pared, no quería saber nada y ordené a mis hombres de que no me molestaran.
Sé que tengo que trabajar y mantener mi negocio en alto, pero ahora mismo no me encuentro bien cómo para hacer nada. Ahora mismo estoy por coger un avión para volver a Italia, no quiero seguir en la misma ciudad que ella, no lo soporto ni un segundo más.
*Loren*
Después de mucho tiempo por fin voy a tener una cita de verdad, Kelian me esta esperando abajo y no puedo estar más nerviosa. No sé a dónde me va a llevar por lo que me he puesto algo normal, muy impropio de mí, pero hay que improvisar. La nana se ha quedado con la niña y tengo el día completo para mí, no me gusta dejar sola a Lara, pero a veces, necesito un pequeño tiempo para mí. Al bajar y acercarme hasta la puerta veo que Kelian está con un ramo de rosas en su mano, mi corazón no dejaba de latir a mil por hora y esperaba que no se me notara lo nerviosa que estoy.
— Hola —dije riendo nerviosa.
— Hola —me saluda con un beso en la mejilla—. Esto es para ti.
— Muchas gracias, no tenías por qué.
— Pues claro que sí, te dije que iba a ser tu mejor cita y eso no sería posible si no empiezo con darte un ramo de rosas —muestra sus perfectos dientes.
— Eres un encanto.
— Venga, aún nos queda mucho que hacer —me abre la puerta del coche y luego se monta él por el otro extremo del coche.
— ¿A dónde vamos?
— Ya lo verás.
Condujo hasta un restaurante del que había oído hablar, nunca había venido, pero hablan maravillas y es muy difícil conseguir una reserva.
— ¿Vamos a comer aquí?
— Sí —sonríe.
— Pero es super difícil que te den una mesa.
— Tranquila, tengo mis contactos.
Al llegar a la entrada no tuvimos que esperar en esa larga cola, el hombre de la puerta saludó a Kelian.