Al final del destino

Capítulo 38

*Tyler*

Anoche me di cuenta de muchas cosas, la primera, es que no me dolió mucho lo que dijo Tamara sobre Emma, en el fondo sabía la verdad y segundo, Emma siempre preferirá a Maxwell por encima de cualquier hombre. Sofía y yo nos marchamos de esa casa poco después de que Emma se fuera con los niños, no teníamos nada que hacer ahí.

 

—     Buenos días ¿Estás bien? —Eva estaba sentada en el sofá mirando la televisión.

—     Es una pregunta un poco absurda —contesto algo molesto yendo a la cocina—. Lo siento.

—     Tranquilo, soy una estúpida por preguntar algo que es obvio que no…

—     Ya…

—     ¿Quieres hablar del tema? —le doy la espalda para coger un bol.

—     La verdad es que no me apetece mucho hablar del tema.

—     Tyler, hablarlo te sentará mejor.

—     No, lo dudo mucho.

—     Insisto —no me dejaba salir de la cocina.

—     Está bien ¿Qué quieres que te diga? ¿Qué ya sabía que no me iba a escoger? ¿Qué estaba perdiendo el tiempo?

—     No es eso…

—     Pues sí, todos tenían razón, sabía que ella nunca podría olvidarle, el amor que le daba no era suficiente para ella —digo ya soltando las lágrimas—. Y me duele, porque la quería de verdad.

—     Lo siento mucho —Sofía con lagrimas en los ojos me abraza—. No te mereces migajas de nadie, eres un hombre increíble.

—     Lo sé —y era verdad, soy un buen tío—. Cuando salió corriendo a perseguirlo ahí me di cuenta de todo.

—     Ven aquí —me abraza más fuerte.

 

Toda mi vida he estado buscando la felicidad y ahora que pensé que la había encontrado me he vuelto a equivocar, Emma me ha destrozado y ahora ya no sé que hacer en mi vida. Aún tenemos una conversación pendiente, tenemos que hablar de verdad y ser sinceros el uno con el otro. Entre lagrimas y lamentos suena un teléfono.

 

—     Es el mío —dice Sofía—. Es James.

—     Qué raro, cógelo.

—     ¿Sí? —contesta, por la expresión de su cara pude ver que no era una buena noticia—. Está bien, enseguida vamos.

—     ¿Qué pasa?

—     Hay un problema, tengo que llamar a mi padre —sale corriendo a la habitación y yo la sigo—. ¿Te importa que me ponga algo tuyo?

—     No, para nada.

 

*Maxwell*

No pude evitar emborracharme cuando llegué a mi casa, no quería ver a nadie, quería olvidarme de todo lo que había pasado y mucho menos quería estar consciente de mi dolor. Mi teléfono no dejaba de sonar, eso retumbaba en mi cabeza, lo cogí y lo rompí contra la pared, no quería saber nada y ordené a mis hombres de que no me molestaran.

Sé que tengo que trabajar y mantener mi negocio en alto, pero ahora mismo no me encuentro bien cómo para hacer nada. Ahora mismo estoy por coger un avión para volver a Italia, no quiero seguir en la misma ciudad que ella, no lo soporto ni un segundo más.  

 

*Loren*

Después de mucho tiempo por fin voy a tener una cita de verdad, Kelian me esta esperando abajo y no puedo estar más nerviosa. No sé a dónde me va a llevar por lo que me he puesto algo normal, muy impropio de mí, pero hay que improvisar. La nana se ha quedado con la niña y tengo el día completo para mí, no me gusta dejar sola a Lara, pero a veces, necesito un pequeño tiempo para mí. Al bajar y acercarme hasta la puerta veo que Kelian está con un ramo de rosas en su mano, mi corazón no dejaba de latir a mil por hora y esperaba que no se me notara lo nerviosa que estoy.

 

—     Hola —dije riendo nerviosa.

—     Hola —me saluda con un beso en la mejilla—. Esto es para ti.

—     Muchas gracias, no tenías por qué.

—     Pues claro que sí, te dije que iba a ser tu mejor cita y eso no sería posible si no empiezo con darte un ramo de rosas —muestra sus perfectos dientes.

—     Eres un encanto.

—     Venga, aún nos queda mucho que hacer —me abre la puerta del coche y luego se monta él por el otro extremo del coche.

—     ¿A dónde vamos?

—     Ya lo verás.

 

Condujo hasta un restaurante del que había oído hablar, nunca había venido, pero hablan maravillas y es muy difícil conseguir una reserva.

 

—     ¿Vamos a comer aquí?

—     Sí —sonríe.

—     Pero es super difícil que te den una mesa.

—     Tranquila, tengo mis contactos.

 

Al llegar a la entrada no tuvimos que esperar en esa larga cola, el hombre de la puerta saludó a Kelian.




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