Hoy es el cumpleaños de una de las personas más importantes de mi vida, mi mejor amiga estaba cumpliendo años y no podíamos no celebrarlo por todo lo alto. Había invitado a toda nuestra familia, sus padres y hermanos y amigos para que también pudieran ver la gran sorpresa que le tenía preparada. Max y yo les hemos regalado una mansión no muy lejos de la nuestra, normalmente vivimos en Nueva York por nuestras empresas, pero la mayor parte del tiempo nos lo pasamos aquí. Es normal quieran su espacio con cuatro niños creciendo, sé que les va a hacer mucha ilusión.
Estaba con nonna en la cocina, ella estaba haciendo su especialidad, lasaña y yo la ayudaba mientras aprendía su receta, nonna me recordaba mucho a mi querida abuela y me ha estado ayudando mucho estos ultimas semanas que he estado sola con los niños en casa. Ahora me cansaba mucho más y no podía hacer tanto ejercicio cómo me gustaría.
— ¡Mamá! Lara y Tara no me dejan tranquilo —Daniel venía corriendo con su pelota de baloncesto—. Diles que me dejen en paz.
— Mami es él que no nos deja jugar con sus amigos —decía la pequeña Lara que venía corriendo junto a Tara.
— Sí, es un cara culo no quiere…
— Oye, nada de palabrotas en esta casa —digo algo enfadada—. Daniel deja que tus hermanas jueguen con vosotros —digo cogiendo una bandeja.
— Pero si ni siquiera llegan a la canasta —de vuelve a quejar.
— ¡Mami! —dicen las dos niñas que parecen gemelas.
— Dejad a vuestra madre —les decía la nonna con el rodillo.
— ¿Qué está pasando aquí? —la voz de Max llamó nuestra atención.
— ¡Papi! —ambas niñas fueron a los brazos de su querido padre.
— ¿Ya estáis otra vez molestando a vuestro hermano? —sonreía tan elegantemente—. Creo que vuestra tía Eva está con vuestra prima María —las dos se miran sonrientes y salen corriendo hacía el jardín.
No podía creer lo rápido que pasaba el tiempo, Tara y Lara habían cumplido ocho años y no hace mucho y aún recuerdo cuando les costaba levantarse del suelo cuando se caían, si Loren pudiera ver a Lara estaría muy orgullosa, tiene un gran talento para tocar el piano y le encanta pintar, Tara al contrario es una aficionada a montar a caballo y al ballet. Daniel que con once años ya era uno de los mejores jugadores juveniles de baloncesto y no dejaba de ir a ni un solo partido con su padre.
— No deberías de coger esto, dámelo a mí —dice Max corriendo hacía a mí para coger la bandeja de aperitivos que tenía en mis manos.
— Puedo con una simple bandeja —alcé una ceja.
— Pero no quiero que le pase nada al bebé —se acerca para besar mi barriga, estábamos esperando una dulce niña, pero aún no se lo he contado.
— Sois unos exagerados, el medico dijo que podía hacer vida normal —habíamos tenido algunas complicaciones, tenía embarazo de riesgo, pero eso era cuando estaba de apenas tres meses de embarazo.
— Ese tío no tenía ni puta idea —me abraza por la espalda—. Solo intento cuidarte.
— Muy innecesario —le doy un beso antes de seguir ayudando en la cocina.
Faltaba poco para que llegasen a la fiesta y nos costó mucho que Tamy aceptara esto, pero cuando llegó y vio todo lo que habíamos preparado no dejaba de llorar.
— Muchas gracias por todo esto —me abraza—. No tenías porque, no puede estar moviéndote mucho.
— He tenido mucha ayuda —digo mirando a mi hermano, ahora se había dejado barba.
— Sois lo peor —se ríe.
Eva y Liam estaban con su hija María, tenía tres años y era un calco de ella, se parecían tanto que podrían aparentar ser hermanas. Todos estábamos rodeados de niños, menos Tyler y Sofía, que a pesar de llevar tanto tiempo juntos no querían formar una familia, ellos son pájaros libres, viajan por todos los países posibles, han visitado todos los países de Latinoamérica.
— ¿Crees que les va a gustar? —le pregunto a Max.
— Claro que sí —besa mi mano—. ¿A quién no le iba a gustar una mansión?
— Ya… tienes razón.
— Venga ya es la hora.
Habíamos metido la llave de su futura casa en una caja, quería grabar su reacción así que no dude en coger el teléfono y grabarla.
— ¿Qué es esto? —pregunta sacando la caja de la bolsa.
— Tú solo ábrelo —contesto, mientras todos están alrededor observando.
— Espero que no sea una figurita de cristal —bromea. Cuando la abre sé queda sorprendida abriendo la boca de par en par, ni siquiera James se había dado cuenta de lo que era—. No puede ser.
— Sí, si que puede.
— No me lo puedo creer —dice James emocionado.