Al-Madgral y el reloj del destino

Capítulo 1: Asration y el Cónclave

La ciudadela de Asration estaba en completo silencio. Era tarde, Alki-Asraé estaba en su máximo apogeo, brindándole a todo lo que tocara su luz, un color violáceo, tiñendo las aguas celestes a un tono más oscuro. Las altas murallas que rodeaban la ciudad lucían impenetrables, eso sin contar los hechizos defensivos que marcaban cada trozo de piedra, los habitantes de Asration dormían tranquilos sabiéndose seguros por sus líderes, los Má-Asra del Cónclave.

En general, la Ciudadela no contaba con ningún habitante fuera del gremio Asra. Como cada Ciudad Gremial, solo vivían allí miembros del gremio como practicantes, mercaderes, maestros o líderes de las Directivas Gremiales, aquellos con familia vivían dispersos por los diez continentes de Al-Madgral, esto a menos que se convocara una Reunión Gremial, dónde cada miembro era obligado a asistir. Los gremios eran controlados entre ellos por el Consejo General de Gremios, la reunión que se celebraba dos veces por yoér, cuando Alki-Jryo y Alki-Griú se alineaban cada una por separado con Alki-Asraé; en esas fechas, todos los líderes de los gremios incluidos en el Consejo se reunían en Vapraón, la fría tierra de fuerte presencia mágica al sur de Al-Madgral, para discutir los tratados y cualquier tema que pudiera surgir entre estos.

Los horarios en Asration eran estrictos, por lo que las calles estaban vacías y silenciosas, salvo la caminata constante de los Frth que hacían su guardia nocturna entre las calles y pasajes, las esferas iluminarias alumbraban tenuemente todo, concentradas por sobretodo frente a un imponente castillo central, el Gosra, con gran cantidad de torres e interconectado mediante transportadores con todos los edificios de la ciudad. Los miembros del Cónclave y los Asra-ki dormían en el castillo, los niños tenían su propia ala separada de los adultos, unidos mediante una gran biblioteca central. Era ahí donde los Asra-ki, niños nacidos bajo la bendición de Griú y la luz de Alki-Asraé con gran poder mágico potencial, eran entrenados y enseñados por 80 yoérs, cuando los asignaban según su afinidad a algún gremio como Asra-Yorn o Asra-Vród, entre otros.

Y fue justo frente a la amplia entrada del castillo, donde las luces convergían, cuando la calma de Asration fue rota por la repentina aparición de un hombre, quién cayó estrepitosamente en el suelo, para luego mirar desorientado a su alrededor. Hakan se puso de pie, sin entender del todo lo que había pasado, un sori atrás estaba entre Má-Asra-Saíh Kyridion y un ente que pudo reconocer como Asra-Zléz, preparándose para luchar contra este último, quién sin hacer ruido alguno asesinó sin piedad a sus dos Frth. Recordaba con total realismo el sudor frío que recorrió su espalda cuando vio la oscura magia que chorreaba de sus dedos, cuando sintió la energía maligna que desprendía con fuerza. Supo en ese mismo instante que moriría, que no importaba lo que hiciera, él moriría. Y entonces giró a ver al relojero, encontrándose con esa leyenda viviente recostándose y preparándose para morir, ¿así tan fácil? ¿Había huido durante 60 yoérs para luego dejarse morir, cuando había luchado tan fieramente contra ellos durante alki-yares enteros? La decepción y la furia lo cubrieron por completo, por un momento el miedo fue dejado atrás para dar paso a una indignación que lo llenó como si ardiera por dentro. Entonces el anciano le había sonreído, con una templanza que parecía imposible en un momento así. Las palabras que había soltado se le habían grabado a fuego en la memoria, cuando volteó a verlo y vio sus manos alzadas, por un segundo pensó que lo mataría, que estaba aliado con los brujos, mas al ver el conocido brillo violeta en sus manos, la verdad se abrió paso en su mente.

Y desapareció. No alcanzaba a comprender la magnitud de la habilidad de Kyridion, había logrado transportarlo a él, un adulto, Asra para empeorar, con lo complicado que era hechizar y teletransportar Asras. Y no solo lo había teletransportado intacto, sino que lo envió desde un continente a otro. Hakan sacudió la cabeza, aturdido. Sentirse teletransportado por otro Asra era una experiencia muy íntima, sentirse rodeado, separado y armado por otra persona, sentir su magia en cada molécula de su cuerpo, era algo que se reservaba para familiares y parejas, no para alguien que te había perseguido por los últimos diez yoérs.

La alarma de intrusión mágica comenzó a sonar con estridencia. Hakan miró al suelo, las baldosas donde estaba parado brillaron con la runa en el medio, se sintió congelado por el hechizo activado con el aviso. Qué incómoda sensación, la de sentir tu magia apretada y rebosante, tu cuerpo inmóvil y tu respiración volviéndose poco a poco superficial. Lo que el hechizo de confinamiento que tenía cada baldosa en Asration hacía, era reducir el metabolismo del intruso hasta que este se desmayara para pasar a ser interrogado.

Otro mérito que había que concederle a Kyridion era el haberlo hecho entrar específicamente en Asration, cuyo campo mágico era el mejor en los diez reinos. Un escalofrío lo recorrió al darse cuenta de que el relojero era capaz de luchar contra el Asra-Zléz, pero con toda probabilidad el rubio habría sido asesinado durante la pelea.




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