Al Mejor Postor Libro 1

CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

Fin; fin, y... Rotundo final a mi cuento. 

Es eso lo que se repite en mi cabeza apenas me encierro en mi cuarto.

Son él y ella.

El hombre que pasó por mi vida como un terremoto, que me hizo sentir demasiado en tan poco tiempo, que dijo que me amaba y que todo lo hacía por amor a mí, hoy aparece en televisión con otra mujer.

Qué cabecita contradictoria la mía, ¿no?
Lo que ocasiona una simple noticia de cotilleo, ¿verdad? Qué feo, insaciable y doloroso sentimiento son los celos, ¿cierto?

¡Cómo pude ser tan estúpida! Cómo dejé que su presencia influyera de tal manera en mí que después de cinco meses, permití en cuestión de segundos que desmoronara mi vida perfectamente estructurada, tranquila, rutinaria. Una vida sin fisuras entre trabajo, libros y comida. Una vida libre de Rashid y también, una vida llena de sueños e ilusiones con su nombre.

Yo estaba bien. Lo estaba hasta ahora.

Pero él no tiene la culpa en todo ésto. No la tiene porque literalmente es un terremoto. Es impredecible, aparece de la nada y en segundos, sin previo aviso e inclusive de forma aislada destruye lo que sea que se encuentre a su paso, a su alrededor, y a mí.

Me destruye hasta cuándo pretendí sentirme superada, independiente y empoderada. Arrasa con mis murallas, la que sea que se me antoje alzar.

Aún a kilómetros de distancia Rashid me lastima.

¿Se olvidó así porque sí? ¿Fui un simple juego de cacería entre gato y ratón? ¿Me mintió durante largas semanas y lo único que buscó darme fue un buen castigo por el pasado?

¡Qué fanfarrón desgraciado es, si las repuestas a mis preguntas se resumen a un sí!

¡Y que gran estúpida soy yo! No puedo dejar de repetírmelo, de sentirme ridícula, una completa imbécil por haberlo defendido de las acusaciones de Bruna. Por él puse mis manos en el fuego y en éste preciso momento mis dedos se están volviendo brasas.

Una parte de mí, la que intenté reprimir desde la última vez que lo vi, supo que ésto pasaría algún día; que debía ser fuerte e indiferente. Esa parte que se autoalimentaba con la esperanza de verlo y al mismo tiempo se empeñaba a encerrarlo en mi cajón mental del olvido, ahora está herida, y furiosa, y terriblemente celosa.

Quiero odiarlo, como en su sano juicio cualquier mujer odiaría al hombre que ama, cuándo ha sido abandonada e intercambiada por otra.
Quiero reabrir mis cuentas en redes sociales y ponerme linda, fotografiarme de cien maneras diferentes para aliviar el ardor de la traición y a modo de consuelo recibir comentarios vacíos y halagadores. Comentarios cibernéticos que inflen mi ego.
Quiero salir a la noche de nuevo, con Bruna o sin ella.
Quiero tener a todos los chicos babeando a mi alrededor.
Y principalmente quiero un tequila. No existe mejor solución al corazón herido que tequila, limón, y sal.

Al menos creo que a eso se refería en sus proverbios Charles Bukowski.

Cierro la puerta con seguro, recargo mi espalda en ella y voy deslizándome hasta que mi trasero queda en el piso y mis piernas extendidas hacia adelante.

<<Control>>

<<Que nadie sea merecedor de un acto tan patético como ese>>

<<Ni siquiera Rashid, merece que vuelva a beber. Que rompa mi propia promesa. Que incumpla a mi regla de oro y que caiga otra vez en un círculo vicioso>>

Llevo ambas manos a mi frente y permanezco así unos segundos: en silencio. Enojándome, reprendiéndome, insultándome y riéndome de mí misma.

No quiero retornar a mi pasado, pero no por esa razón me quedaré ésta noche en la casa. Posiblemente sean los celos los que estén actuando por mí. De seguro es la necesidad de aplicar la ley de Talión, lo que me promueve a vestir lo más sexy, cautivador y llamativo que encuentre en mi closet. Estoy plenamente convencida de que emociones tóxicas como el resentimiento, despecho y rabia, son los que hacen eco en mi cabeza sugiriéndome que haga lo que él.
Que pese a no verlo, le pague con la misma moneda. Que conquiste al afortunado del evento y siguiendo consejos de Bruna, me enrede en el famoso, divertido, e inolvidable sexo casual que personalmente, no conozco.

Rashid jamás se enterará que me entregué a un chico por venganza, pero bastará para alimentar mi orgullo, el hecho de que yo también pude besar otra boca, gemir otro nombre y dormir en otros brazos.

Sí, eso será más que suficiente.

De repente, sacándome de pensamientos oscuros, casi perturbadores, el toc, toc, toc, en la puerta me sobresalta.

—Nic —dice Bruna, con preocupación—, Nic, ¿estás bien?

Inhalo hondo y me levanto del suelo.

—Estoy perfectamente. Me voy a bañar.

—¿No prefieres que nos quedemos? Hablaremos, incluso dormiremos juntas si gustas... No deseo que te sientas mal —hace una pausa que dura escasos segundos y bufa—. ¡Es un perro, un desgraciado, pero no merece la pena! No se merece ni tu odio.

Inmediatamente la escucho, sonrío. La siciliana podrá comportarse de manera insoportable, podrá tener actitudes odiosas y ser odiosa la mayor parte del tiempo, pero es la única, realmente la única persona leal que ha estado conmigo, así sea peleándome.



#1090 en Novela romántica
#386 en Chick lit

En el texto hay: romance, toxico, italiana

Editado: 12.08.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.