Al Mejor Postor Libro 1

CAPÍTULO CINCUENTA Y UNO

 

 

ACTUALIZACIÓN 3 EN 1

 

 

—Eso... No es cierto —balbucea—. Estás mintiendo.

Sus labios tiemblan, su mirada se empaña, y ello significa una sola cosa: la angustia la está sofocando.

Por mi parte, no entiendo nada de lo que está pasando. No entiendo porqué el mundo es tan grande y tan pequeño al mismo tiempo, ni porqué de todas las personas en este planeta, el Kerem que yo tuve el placer de conocer, es ese Kerem embustero, traidor y cobarde que rompió a mi mejor amiga en cientos de pedacitos.
Juro por Dios que no entiendo.

Me pongo en la piel de Bruna, y su sufrimiento junto a la tristeza, mezclándose con el asombro y la furia, calan hasta mis huesos; se inyecta en mi piel cuál veneno; me intoxica como sé que a ella le está sucediendo en éste preciso momento.

—No te estoy mintiendo —asevera Rashid, removiéndose en el asiento con cierta incomodidad.

Abrumada trago saliva y me pongo de pie. No me acerco a rubiales, por precaución me mantengo a distancia y solamente me limito a observarlos; a palpar en primera plana cómo el ambiente se tornó pesado y hostil, cómo él se tensó de tal manera que sus facciones se han endurecido y cómo Bruna, se ha recargado en uno de los rincones del living. Allí, asemejándose a un felino agazapado, como si estuviera bajo amenaza y esperara el momento de atacar y con sus garras, destrozar a su presa.

Admito que me preocupa, me entristece y principalmente me asusta. Me asusta el choque; el impacto que tal revelación produjo en su cabecita. Una cabecita desordenada que recién ahora está tratando de encauzarse. 
Me aterroriza su reacción, porque a decir verdad, ni yo siendo la tipa más soñadora, romántica y fantasiosa que existe en la faz de la Tierra, pudo imaginar que un día aquel amor de su juventud demostraría que estuvo y está, más cerca de lo que nunca hubiésemos creído.

—De seguro te confundiste —se convence con la mirada perdida; tan perdida como sombría—. ¿Abdul? Hay millones de hombres que se apellidan o se llaman Abdul en el mundo— sus ojos llorosos lo fulminan, parecen una hoguera dispuesta a incinerarlo—. Te confundiste —decreta—. Por el bien de todos, espero que así haya sido.

El magnate suspira profundo y se levanta. Para apaciguar su nerviosismo, mete las manos en los bolsillos del jean y niega con la cabeza.

—Me gustaría decirte lo contrario. Me gustaría estar equivocado o confundido y me gustaría haberme callado la boca o hacer como si nada, pero lo cierto es que no puedo ni podré —se aclara la garganta y da pasos lentos, en círculos por la sala—. Él es mi gran amigo; quién ha dado hasta lo que no tenía por mí, y si está sufriendo es mi deber hacer algo para que ese sufrimiento amaine. Tú hiciste lo mismo por Nicci, entonces comprendes a qué me refiero.

El pecho de Bruna sube y baja, varias lágrimas ruedan por sus mejillas y se toca el torso procurando disimular el malestar.
Me muero de ganas de estrecharla entre mis brazos y llorar junto a ella. Es tanta la impotencia, la confusión y el enojo que siento para con la vida, que me muero de ganas por ir a su lado y despotricar; despotricar contra quien sea necesario, si eso ayuda a que se desahogue.

—Dime por favor que tú no sabías de ésto, Nicci —suplica en un hilo de voz—. Dime que no te callaste, para no hacerme sufrir.

Mi orbes se cristalizan y como acto reflejo a sus palabras me voy acercando al rincón; a su rincón. Instantes atrás me sentía plenamente feliz, pero ahora que la veo... Sólo sé que se me está partiendo el alma de puro pesar.

—He recibido la noticia de la misma forma que tú, justamente... Hace unos minutos —freno a un par de metros de su cuerpo, ladeo la cabeza a un costado y carraspeo—. Yo conozco a Kerem, y también conocí un poco de lo que era su historia, pero nunca supe de su apellido.

El llanto desolado inunda la salita, y son sus manos cerradas en puños las que empiezan a golpear la pared.

—¡No es cierto, estás confundido! —grita en un alarido, mientras su juicio se nubla y golpea con sus nudillos la superficie sólida, sin importarle hacerse daño—. ¡Ese hijo de puta no pudo haber estado tan cerca de mí y no haber hecho nada para enmendar su error! ¡Me dejó años; largos años sumida en este sentimiento de mierda! —su sollozo se corta abruptamente—. Estoy hecha mierda por su culpa, ¿y me vienes a hablar de que está aquí, más cerca de lo que creía? ¿Vienes a mi casa, a decirme que él todavía me quiere? —su espalda se encorva y los golpes a puño cerrado se detienen. Se desliza lentamente hasta terminar sentada en el rincón y esconde su cabeza entre sus rodillas levantadas—. Tú, ¿has venido a decirme que la persona que me mintió, me usó y me desechó peor que un trapo sucio... Nueve años después se dio cuenta que me quiere?

—Realmente te pido disculpas —interviene Rashid—. Te pido perdón por ésto... En serio.

—¡A tomar por culo tus disculpas! —estalla—. ¿Acaso no viste lo que soy? —alza la cabeza y nos enseña a ambos un rostro que jamás había visto. Un rostro furioso y desencajado, y una mirada cargada de reproche e ira—. Tú, que la acosaste por tantos años, ¡¿no viste lo que soy?! —lágrimas a borbotones, nuevamente adornan su cara—. ¡Soy una puta; una jodida puta y encima borracha! Una mujer parrandera, lisiada, asquerosa, ¿y sabes porqué demonios soy así?



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En el texto hay: romance, toxico, italiana

Editado: 12.08.2020

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