Al Mejor Postor Libro 1

CAPÍTULO DOS

¡Madre santa que todo mi cuerpo duele!, la cabeza parece al borde de una explosión nuclear, y cada músculo entumecido aparenta haber recibido la mayor golpiza de mi existencia. El malestar físico, sumado a la sed propia de la resaca impide que abra los ojos con normalidad.

—Bruna.— Llamo con ronquera y pesadez —Bruna, ¿estás ahí?

—¡Aja!— Responde la rubia igual de afectada. 

Me remuevo del sofá donde caí redonda sobre la madrugada, y busco el teléfono móvil.

No está.

Frunzo el ceño aún en el limbo de la semi inconsciencia: ¿Dónde demonios dejé el móvil?

—¿No lo recuerdas cierto?— Indaga ella desde el diván contiguo al que reposo.

—¿Recordar qué?

Larga risitas cortas a modo de respuesta y voy comprendiéndolo todo. Las imágenes vienen a mí como cataratas de diapositivas y siento el rubor apoderarse de mis mejillas completamente.

—Lanzaste tu teléfono por los aires apenas llegamos. Solamente decías que querías dormir.— Confiesa a las carcajadas, —¡Fue la mejor noche de muchas amiga!

—¡Basta!— Advierto abochornada, —¡Cielo santo no puedo creerlo! ¿Desde cuándo pierdo el control así? ¡Desde cuándo!

Uniéndose a mi auto bullyng, agrega —¡Encima te caíste en la entrada de mi casa!

Estiro los brazos buscando desperezarme y pienso en lo vergonzosa que habrá sido esa situación. Vergonzosa y terrible, porque aunque Bruna haya disfrutado al máximo, son los rostros siniestros de seis tipos, los que no dejan ni un instante de desfilarse por mi mente., aumentándome la agitación dentro. El augurio de que algo malo, en cualquier momento podría ocurrir.

—¿No me ayudaste? —Musito aplacando la inquietud. Anhelando por todos los medios, olvidar el mal rato de anoche.

—Es que en realidad, terminé cayendo a tu lado cuando comencé a burlarme. —Se defiende.

Esbozo una sonrisa y río suavemente. Risas que tan rápido como llegan, se esfuman.

—¡Ay no Nicci!, ¿te pones así por él? — Bufa Bruna, —¡Es un pobre diablo! ¡Un imbécil! ¡Un mujeriego de mierda!

Tomando asiento, la observo con aprehensión —Es que honestamente no sé qué duele más. Si verlos en mi propia cama teniendo sexo., comprender que Renzo se burló de mí todo éste tiempo... O pero aún —trago saliva y la angustia me invade—: el entender que nunca hice nada de mi vida. Que únicamente me escondo de los problemas, del caos que me enloquece y allí termino, hasta las cinco de la madrugada bebiéndome inclusive las ideas en un shot de tequila.

Chasquea la lengua y niega —¡Mujer! Fue una mala experiencia. Solo eso, una mala experiencia. —Se levanta del mullido sillón, y aproximándose a dónde me encuentro acomodada, de piernas cruzadas toma mi mano e insta a que le siga. —Tus padres son otra mala experiencia., ellos no supieron establecer la diferencia. Separarte a ti, del odio que se tenían. —A paso lento, nos dirigimos hacia el amplio espejo que adorna el recibidor deteniéndose ella, y brindándome a mí, el reflejo de mi rostro, mi cuerpo, y mi esencia perdida en los vicios nocturnos. —Te criaron llena de inseguridades y pese a que eres mi mejor amiga, Nic... Te inculcaron la soberbia, la petulancia, el narcisismo. —Sosteniéndome el mentón, me obliga a analizar detenidamente la imagen. —Y ahora, estás vuelta un lío porque no sabes qué hacer. —Ladea una mueca dulce añadiendo —: mírate.

Obedezco inmediatamente.

—Sí... —Murmuro.

—Dudo que veas lo mismo que yo. —Sisea, —una chica hermosa, inteligente y noble., que gracias a un entorno poco afortunado, huye. De todo huye.

—Tal vez tengas razón. —Confieso inundada de tristeza. —Y es lo que me lastima.

—Linda, —concilia acariciándome el cabello tan negro cómo el ébano divino de Arabia. —Hay algo que tú necesitas... Que necesitas de verdad.

—Te... Escucho. —Balbuceo.

Inspira profundo.

—Conocer a alguien que rompa todos tus esquemas. —Declara serena. —Alguien que esté dispuesto a dar la vida por ti, que te ame con intensidad y que te ayude a ver el mundo desde otra perspectiva.

Muerdo los labios, y me repito que no debo llorar. Últimamente las lágrimas se convirtieron en parte de mi rutina y detesto mostrar debilidad.

—¿Y crees que exista alguien allí fuera, dispuesto a lidiar con ésto? —Pregunto sarcástica, señalándome a mí misma. —¿Con una mujer fracasada, de veinte años que a duras penas terminó el secundario? ¿Una que se mete los fines de semana en el antro para olvidarse de que efectivamente su futuro prometedor se fue al carajo? ¿Que constantemente busca culpables a sus actitudes, cuando en realidad la única que lleva la responsabilidad soy yo? —suelto una risada irónica, —Dudo que sean ciertas tus palabras, Bruna.

Propinándome un suave puñetazo, chasquea la lengua —Mi abuelita solía decir, que siempre existe un roto, para un descosido. Y el día que menos busques aquello que ansías, lo bueno te golpeará la puerta. Y no, no el dinero querida... Sino la felicidad. —Palmeándome el hombro añade, —Ahora vamos, date un baño, haré lo mismo, nos pondremos presentables e iremos a esa audición. Tengo curiosidad.




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