El evento del día, o la noche ha acabado con la venta grandiosa. Terminó conmigo, negociada por diez millones de dólares.
El silencio nuevamente aborda mis oídos y las manos grandes, sudorosas, ásperas se encierran en mis brazos indicando que debo moverme.
—¡Felicitaciones muñeca!— Sisea el mastodonte encaminándose a dónde intuyo, el millonario retirará su mercancía. Su compra. A mí. —¡El jefe te adora! Le hiciste ganar diez millones en un santiamén.
—¡Vayánse a la mierda! —Digo frunciendo los labios en una mueca de trazo recto. La presión ejercida en mi piel, me causa aflicción. Los músculos quedaron adoloridos, consecuencia de los pinchazos y de verdad, no consigo resistir siquiera el que me toquen. —Ojalá se pudran en el infierno.
Ríe cínico y la fuerza empleada aumenta —¿Por qué mejor no rezas por ti, linda? —pregunta irónico, disfrutando el hacerme añicos emocionalmente. —En vez de mandarnos al demonio, reza por ti. Hay que ser muy hijo de puta para desembolsar diez millones en una simple mujer virgen. —Reanuda las risadas agregando—: ¡Quién sabe lo que te aguardará en la recepción!
Intento tragar saliva. Si pretende atemorizarme pues se equivoca. Después de lo que me hicieron en Roma y aquí, ya no siento miedo. Solo rabia y anhelos de morir.
Sólo quiero morir.
Los pasos del despreciable tipo se detienen y junto a ellos, los míos torpes, cansados.
—Aquí está su compra. —Espeta dándome un empujón desconsiderado. Siendo otras manos las que me toman por la cintura.
—Bien.— Responde una voz que no es la que ofertó por mí. Ésta en particular denota un matiz grave, rasposo, algo entrecortado.
—Un ejemplar bastante indomable. —Concluye mofándose, destratándome, reduciéndome a la simple humillación. —Nada que una mano firme, no solucione.
El desconocido que masajea mis antebrazos proporcionándome alivio carraspea —Usted ya no se meta, su postor se encargará de ella.— Recita con una decisión tan escalofriante que no admite contradictoria, —Niña, intenta caminar erguida, así yo puedo ayudar a trasladarte. —Recalca ignorando completamente al sujeto desagradable. —No pierdo las esperanzas de que éste lugar se queme entero, con esos criminales dentro. —puntualiza conciliador.
—No pi-pierdo las... Esperanzas de... Morir. —escupo suspirando.
—No digas eso. —Reprende mientras la ventisca calurosa me golpea el rostro todavía cubierto por el antifaz. —No todo en ésta vida es tan horrible., aunque sí lo parezca.
Arrugo el entrecejo tras percibir la humedad, un calor sofocante y el viento mezclado con arena impactando contra mi piel casi desnuda en su totalidad.
—Estoy cansada... —Musito aprehensiva. —Pero ante todo... T-triste.
—Te comprendo, sin embargo debes ser fuerte. Debes tener fe en que las cosas están bien, y estarán mejor.
—Me... Drogaron, ¿sabía? —Mascullo con rabia, percibiendo los asquerosos zapatos hundirse en la arena. Mis tobillos se bambolean y la sed abrasadora sencillamente me está volviendo loca —¡Me han drogado!— Repito Tragándome una a una las lágrimas, —M-me secuestraron. Asesinaron a mi amiga. Me golpearon y... Y encima...
Las frases se cortan y lloro. Me desahogo ante un desconocido, en una situación tétrica, asumiendo que nunca más, recuperaré mi vida pasada.
Una que odiaba, hasta ahora.
Detestaba a mis padres, y su indiferencia., aborrecía a Melany, y su traición., todo lo que dejé atrás me asqueaba, hasta ahora que sé, no volveré a presenciarlo de nuevo.
—Querida. —Murmura con dulzura, socorriéndome en la tarea de no caer al piso, tras notar que la aridez de la arena, pasó a ser pavimento. —Créeme, lo lamento muchísimo, pero me gustaría consolarte diciendo que no estás, ni estarás sola. —Hace una pausa confesando finalmente, —Que hay alguien allí fuera, capaz de dar la vida por ti.
Otra vez la dirección se ve pausada y cuando pretendo soltar una ironía que refute su teoría asquerosamente romántica, alguien más, sin mediar palabra me carga sobre los hombros.
Comienzo a patalear, debido a la sorpresa pero inmediatamente detengo el forcejeo. El agotamiento es inmenso y a duras penas consigo moverme. Reñir únicamente acabará dejándome desmayada.
Aunque viéndolo desde una perspectiva lúgubre, el desmayo es bastante atractivo. Uno que me mantenga dormida para siempre.
—Cálmate. —Advierte esa voz ronca a pocos centímetros de mi oído. —Nadie te hará nada.
El aroma a perfume invade mis fosas nasales. Una loción que reconozco al instante, una cara, fina, elegante: Polo. Polo etiqueta azul.
Recuerdo la cantidad innumerable de veces que con Bruna visitábamos las exhibiciones de perfumes, siendo dicha marca, mi preferida en fragancias para hombres.
El vaivén de su cuerpo denota que sube escalones, y aunque deseo recitarle alguna contestación que justifique mi obvia actitud desconfiada, no lo logro.