Al ojo de la tertulia

El niño y el terco

Camina siempre lentamente con aire de elegancia y amor cada día junto a la persona más maravillosa que pudo encontrar, aquella persona que transformó su vida y sus opiniones. Aquella que en ocasiones le hizo dudar de lo que creía o pensaba.

Pero aún no podía dejar de creer que aquella persona se entregará a él en cuerpo y alma por más de 15 años, para él era poco comparado al tiempo que quería seguir permaneciendo a su lado, eso no le bastaba quería más. Su compañía le era suficiente...

Wayne Runy, él niño y hombre que cambió cada pensamiento de él y le hizo ver cada día que para ser feliz solo deben creer en su mundo... En su alma y corazón.

— A veces dudo que seas aquél niño que me enamoré, Runy,— su voz rasposa sonó en la habitación acompañando el sonido de la música de jazz que tanto amaba Wayne.

— Y tú el viejo terco del que me enamoré, Foster,— aquél hombre ya pasado los 28 años estaba ahí tranquilo y sereno, ajeno a los pensamientos de su acompañante sumergido en la lectura mientras sus oídos gozaban la música de jazz.

Isaac Foster, un hombre jóven ya de 30 años que en sus años de juventud podría ser todo un casanova pero que terminó perdidamente loco y enamorado de un niño que le abrió los ojos, un niño que no temía a amar.

<<Wayne, aún recuerdo la inocencia de tu mirada de aquella noche en el campo de fútbol del instituto. Tus ojos brillaban tanto que iluminaron el vacío de mi corazón>>

Desde ahí, tú me prometiste ser mi salvador de este mundo...

 




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