—Comamos, Stu —terció Norton con suavidad, tratando de traerlo de regreso de sus cavilaciones.
Él asintió, el dorso de la mano contra la boca con la excusa de secarse los bigotes, y giró hacia él y hacia la mesa. En vez de sentarse frente a la computadora, se sentó a la cabecera, a la izquierda de Norton, que ya traía dos platos humeantes y llenos a rebosar.
Comenzaron a comer en silencio. De pronto Stu alzó la vista hacia la computadora con una mirada especulativa, reconcentrada, y la acercó de un tirón. Dejó el cuchillo para abrir el chat y tipeó con un solo dedo: “Gracias por la canción.”
Siguió comiendo como si nada. Norton movió los ojos de él a la computadora sin hacer comentarios.
Pasaron los minutos sin respuesta. Stu situó la computadora para que ambos pudieran ver la pantalla, se armó de paciencia y logró cerrar el álbum de su firma de autógrafos.
—Edúcame, por favor —dijo con calma—. ¿Qué es esto?
De modo que Norton le explicó, abriendo la lista completa de álbumes de fotos. Vieron álbumes de fiestas, lugares, personas. Un hijo, un lago entre montañas, una casita roja, una gran ciudad, muchas caras sonrientes y abrazos, un álbum de fotos artísticas ajenas, y varios dedicados a Slot Coin y a Stu en particular.
Norton siguió un enlace a la página de la banda de la fan y señaló los videos que ofrecía.
—¿Quieres escuchar uno? —preguntó.
Stu se encogió de hombros. Antes de que Norton abriera el primer video en YouTube, él regresó al perfil de la mujer. Tanta información, comentarios y “me gusta”. Tanta interacción en español y en inglés con gente de todo el mundo. Meneó lentamente la cabeza.
—Es como si… ¿Cómo puede la gente…? Toda su vida está expuesta aquí para que la vea todo el mundo.
Norton asintió. Iba a responder cuando se abrió la ventana del chat con su sonido característico.
“Hola. Me alegra que te haya gustado la canción. Yo la adoro, y me encanta compartirla. ¿Cómo estás hoy?”
Stu apartó un poco su plato y dejó los cubiertos para responder.
Norton desarrolló un súbito interés por la observación científica de su comida.
“Bien, gracias,” escribió Stu, y agregó, “Estaba viendo tu perfil.”
“Oh, pobrecillo. LOL.”
—¿LOL? —repitió Norton en voz baja, como si ella pudiera descubrir su presencia si hablaba a volumen normal, y delatando que seguía el diálogo.
—Riendo a carcajadas en inglés —replicó Stu mientras escribía, “¿No te expones demasiado?”
“¿Exponerme?” repitió ella. “Tal vez. Me gusta ser abierta en internet. Como chatear contigo y otras personas de las que no sé nada en un principio. Pero compartir unas fotos y escritos no es exponerme. Si piensas que lo que ves en mi perfil es todo lo que soy, bien, me gustaría creer que estás equivocado.”
Stu y Norton intercambiaron una mirada.
—Punto a su favor —terció Norton.
Stu asintió con una sonrisa fugaz. “Estaba por ver un video de tu banda.”
“Mi más sentido pésame.”
“¿Qué me recomiendas?”
La comida se enfriaba en el plato de Stu, pero a Norton ni se le pasó por la cabeza hacérselo notar. Era bueno verlo interactuar con alguien ajeno a su crisis personal, que lo trataba de igual a igual.
“Si te interesa la melodía, cualquier canción estará bien. Si le prestas atención a la letra, permíteme advertirte que son todas un poco depresivas.”
“Me gusta lo depresivo. ¿Cuál elegirías tú?”
Ella respondió sin vacilar.
“Hesitation y End of the World.”
“Veré los dos, pero antes quería preguntarte algo. Al parecer tienes una fijación con el cantante de Slot Coin, ¿o estoy equivocado?”
“No, no estás equivocado. Pero es como un requisito obligatorio para ser considerada una coiner de raza.”
“Tu respuesta no me convence. Piensa una mejor, más detallada, mientras veo tus videos.”
“De acuerdo. ¡Pero luego no aceptaré quejas si te resulta demasiado larga o demasiado tonta!”
“No me quejaré. Regreso enseguida.”
Stu regresó a la página de la banda y señaló el video titulado End of the World, para que Norton lo abriera. Su amigo se lo había quedado mirando boquiabierto.
—Se lo preguntaste.
—¿No me dijiste que lo hiciera? Bien, ya veremos qué dice.