Al Otro Lado - Aol 1

22. S.O.S.

Lo que sí me pesaron fueron esos días sin internet, sin saber nada de vos.

Con la venta de la casa de San Francisco en el horizonte, y tu ex presionando para que le dieran curso, no dejaba de preguntarme cómo la estarías piloteando. Era increíble cómo se me hacían eternas las tardes sabiendo que no conversaría con vos.

Una de esas noches me fui a dormir pensando en eso. Y como me pasaba muchas veces, soñé con vos. Te vi en la playa con las nenas. Liz y Star entraban al mar corriendo, saltando y riendo, mientras vos permanecías en la orilla cabizbajo. Irradiabas una tristeza que parecía opacar los colores brillantes de la tarde a tu alrededor. Me desperté suspirando, contagiada de tu pena, sintiendo un vacío en la boca del estómago.

Así que al día siguiente, apenas salí de trabajar, me busqué un lugar con wifi abierta y revisé mis mensajes en Facebook, que aún era el medio que usábamos para escribirnos. Encontré un mensaje privado de 3Waves: “Pendejo hecho mierda. Conéctate ya, puta madre.”

Era de Ray, no tuyo. Ustedes se llamaban ‘pendejo’ con todo cariño desde algún momento crítico en la vida de Rey del que yo sólo sabía que había existido. Me habían incluido en el club como muestra de amistad, y cuando charlábamos los tres siempre teníamos un momento-pendejo, de llenar nuestras oraciones de insultos y barbaridades con la mejor intención del mundo y terminar a las carcajadas.

Sobre todo cuando te ponías obtuso con algo que te deprimía, negándote a hacerlo a un lado y dejarnos distraerte de la tragedia de turno. Ray y yo nos aliábamos y nos dedicábamos a burlarnos de lo que para vos ameritaba el fin del mundo.

A veces te dabas por vencido. Reías por lo bajo con esa voz infartante tuya, profunda y suave al mismo tiempo. Nos mandabas a la mierda riendo y nosotros sabíamos que habíamos ganado la batalla. Entonces Ray se despedía y nos dejaba charlar solos, o vos le traías guitarra, y armónica para vos. Yo manoteaba mi gorda acústica y tal vez nos quedábamos otra hora en línea tocando.

En general ustedes me pedían que tocara las canciones que no usaba con mi banda. De a poco íbamos armando un lindo set acústico entre los tres, y siempre bromeábamos que alguna vez lo grabaríamos, cada uno desde su país, y sería un éxito rotundo. Terminaríamos conociéndonos en persona el día que saliéramos de gira mundial.

Y a veces no te dabas por vencido y terminabas yéndote a gruñir tus penas solo. Entonces yo me quedaba hablando con Ray, y tenía la oportunidad de formular algunas preguntas que no me animaba a hacerte directamente a vos. Ray las respondía lo mejor que podía, sin dejar de cuidar a rajatabla tu intimidad.

En esos casos, en uno o dos días solía recibir un mensaje tuyo. En general empezaban con un “hola, nena” y yo sabía que se te había pasado el enojo. Y si habías estado un poco brusco, era una admisión de que te habías dado cuenta y te disculpabas.

Tu “nena” era como cuando yo te llamaba “Stu”. Un momento íntimo, una inflexión cariñosa especial, algo que no se prodigaba con liberalidad. Ninguno de los dos abusaba de ellos, más bien al contrario. Era como reservarnos siempre un paso extra de cercanía. No podíamos abrazarnos, ni palmearnos la espalda. No podíamos suspirar y apoyar la cabeza en el hombro del otro. Para esos momentos teníamos “Stu” y “nena”.

*     *     *

Ese mediodía me quedé mirando ceñuda el mensaje. Era de mi noche anterior. Quería volver a casa antes que Nahuel llegara de la escuela, así que abrí apurada YouTube y pegué en tu perfil el video de Save You, de Pearl Jam. Debajo escribí unos versos de la letra:

“Voy a salvarte, pendejo
No quiero perderte.
Ya puedes soltarte
Estoy aquí para atraparte.”

Y te envié un mensaje privado para avisarte que me conectaría entre las cuatro y las cinco de tu tarde y que necesitaba hablar con vos porque te extrañaba horrores.

Me fui corriendo a casa y le gané a Nahuel por cinco minutos. Pero mi hijo se llevó el premio porque subió con el técnico que venía a reconectar internet. Por poco me largo a llorar de gratitud: no precisaría salir de casa para llamarte.

Tan pronto se fue el técnico y comprobé que no sólo teníamos internet, sino que los cables nuevos la habían dejado como un avión, me fui a dormir una siesta. Si Ray decía que había problemas en Hawai, yo no tenía forma de saber si podría siquiera acostarme antes de ir a trabajar.

 




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