Al Otro Lado - Aol 1

35. Ensayo

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Retiro lo de que no tendría que haberme levantado.

Definitivamente.

El ensayo fue el mejor de los últimos meses, desde que se nos uniera Mario.

Le dimos a Mariano Ibáñez el tour completo por nuestras casi veinte canciones en distintas etapas de arreglo y el tipo quedó satisfecho.

Mariano tiene cuarenta y dos años y es un oso: grandote como jugador de rugby, con el pelo oscuro que le cae lacio y tupido hasta los hombros, tapándole un poco la cara, bigote y barba de varias semanas, los pelos del pecho asomándole por encima del cuello de la camiseta. Usa lentes bastante gruesos entre el mundo y sus ojos oscuros y grandes, a la sombra de unas cejas gruesas. Pero se mueve como uno de esos nerds flacuchos y lampiños que uno asocia con laboratorios y computadoras.

Observador, inteligente, habla con suavidad y cierta lentitud, para no dar lugar a malentendidos. De lejos se le nota que es un tipo sensible, que hubiera destrozado corazones con un violín o un piano. Pero convencido de su falta de talento, se dedicó a aprender las distintas formas de ayudar a que el talento ajeno no pase desapercibido, y por eso se hizo agente y productor.

Recién esa tarde nos dijo que su cargo en Vector era nada menos que Director Artístico, lo cual alimentó nuestra curiosidad y nuestra sorpresa de que estuviera interesado en representarnos. Hoy día ningún agente te toma con menos de tres discos ya en la calle, y demostrando que vendés un mínimo de mil entradas por show.

Nos explicó que alguien le había pasado uno par de videos nuestros en YouTube, y le había parecido que éramos buenos y valía la pena volver a sus viejos días de pelearla desde el llano. Lo cual era una metáfora, considerando que el contrato que nos ofrecía tenía el logo de Vector, la productora más importante del país. Pero digamos que no nos íbamos a poner quisquillosos con esa licencia poética.

Nos dio una copia del modelo del contrato a cada uno, nos señaló las partes que le parecían más importantes, nos dijo que nos lleváramos las copias y las leyéramos tranquilos, consultáramos con quien quisiéramos, y que nos juntáramos en el ensayo del miércoles a ver cómo seguíamos.

—Un contrato legal por un año es delicado, no quiero que se apuren a firmar nada —dijo, sirviéndose más cerveza en el área común de la sala de ensayo, donde nos instaláramos a hablar del asunto—. No es nada del otro mundo, es un contrato estándar, pero incumplirlo es una pérdida de tiempo y plata para todos. Así que léanlo cuantas veces necesiten hasta estar seguros de que entendieron bien todo.

«Tomen en cuenta lo que me comprometo a lograr en este año y lo que vamos a exigir de ustedes. Porque para decirlo con todas las letras, los queremos comprar. Si firman, van a pasar a ser propiedad de Vector, y nosotros vamos a tener derecho de llevarlos y traerlos cómo y cuándo mejor nos parezca. Sé que todos trabajan, así que fíjense si el contrato justifica que de acá a unos meses tengan que renunciar, porque esto se va a convertir en una ocupación full-time y no les van a dar los tiempos trabajar y cumplir el contrato. Por ejemplo: vamos a pasar las temporadas altas de turismo de gira por la costa y el interior y… nada. Léanlo, marquen las dudas que tengan y el miércoles vemos qué nos quedó en el tintero, ¿les parece?

Sí, sí, sí, claro, por supuesto.

Nos quedamos charlando un rato más, haciendo preguntas para despejar fantasías populares, para lo cual Jero era mandado a hacer.

Mariano respondió sin prisa, y de pronto hizo una pausa, acordándose de algo.

—Les quería preguntar, ¿qué opinan de incluir a alguien más en la banda? Ustedes me comentaron que el año pasado habían buscado un segundo guitarrista, ¿no? ¿Qué les parece un segundo guitarrista que también toque teclados? —Se volvió hacia mí—. En los temas con teclado, vos podrías seguir con la rítmica. Y en los temas sin teclado, pasás la guitara y cantás solamente.

—Y estaría bueno que fuera una chica, como dijimos siempre —terció Beto.

Mariano alzó las cejas, pidiendo que elaboráramos la idea.

—Siempre decimos que una sola mujer en la banda, cantando, es demasiado cliché —expliqué—. Que estaría bueno que hubiera una mujer más, para que no parezca que soy yo y la banda.

—Como en Katrina and The Waves —añadió Jero.

Beto y yo nos volvimos hacia él riendo.

—¿Habías nacido ya en esa época? —pregunté divertida.

—Yo no —aseguró Beto.

Mariano asintió con un cabeceo lento. —Sí, suena bien. Creo que tengo a alguien.

—Primero dejame hacer un llamado —dije, el teléfono ya en la mano, y me volví hacia los chicos—. ¿Se acuerdan que les hablé de una coiner divina, que canta y toca un poco de guitarra y teclados?

—Sí, pero se había ido de mochilera —respondió Jero.

—A Machu Picchu. Puedo fijarme si volvió. Porque ella también nos solucionaría el tema de los coros y la segunda voz.

Todos estuvieron de acuerdo con la idea y me aparté un poco de ellos para llamar a Eleonora. Por suerte Elo, porque así la bautizamos, no sólo había vuelto. También se acordaba de que yo le había hablado de mi banda, y la había invitado a un ensayo cuando volviera al país y…




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