Al otro lado de la pared

Capitulo 1.

Guerrera distraída, guerrera caída.

Me muerdo la uña del dedo índice, con la mirada fija en la laptop. Llevo así cuarenta y cinco minutos exactos, ¡Lo que para mí es una eternidad! Si esa respuesta tarda un segundo más en llegar, les juro que empezaré a botar espuma por la boca y treparé las paredes. El sonido de un nuevo correo hace que rápidamente tome el repelente mental, exterminando cualquier pensamiento irracional.

-Okey, tú puedes, Lizzy- murmuro para darme ánimos- Es solo leerlo; si no te la otorgan está bien, no pasa nada. ¡Solo que sí pasa! Porque es la única universidad que falta por darme una respuesta y, teniendo en cuenta que es a la que verdaderamente quiero ingresar No, no es porque las otras dos me rechazaran, por supuesto...

Sí, sí. Así de dramática soy. Agradezcanle a mi señora madre por ello.

Cierro los ojos para darme un respiro. Cuando tengo el valor suficiente, hago clic en el correo.

Asunto: Confirmación de Beca Talento Universitario.

Estimada Elizabeth Mary Murphy Thompson, le informamos que ha sido seleccionada como beneficiaria de la Beca Talento Universitario del colegio Universitario Belmont. El beneficio cubre el 100% de la matrícula durante toda la carrera, siempre que cumpla con los requisitos académicos establecidos. Próximamente recibirá las indicaciones para formalizar la aceptación de la beca y su inscripción al primer año académico.

Atentamente,

Eloisa Montgomery.

Directora.

Salto eufórica, gritando a todo pulmón sin importarme los vecinos. Sí, ya puedo imaginarme las inevitables quejas de la señora Harrington. Mamá llega corriendo, apresurada, con la cara contraída por la preocupación, y pregunta si ha pasado algo grave. Con las emociones aún a flor de piel, corro a sus brazos.

-¡Obtuve la beca, mami! ¡Lo hice!- No estoy segura de cuál de las dos grita con más fuerza. De lo que sí estoy segura es de su mirada de orgullo, esa que me llena de una manera inexplicable, como si realmente pudiera hacer hasta lo que creo imposible.

Mi hermano, Elías, baja las escaleras frotándose los ojos, adormecido.

-¿Qué les pasa a ustedes dos? Sus gritos se escuchan hasta en la cochinchina.

Elías es el típico adolescente que pasa toda la noche del viernes pegado a una pantalla, sacrificando deliciosas horas de sueño por unos videojuegos, para luego reponer fuerzas todo el fin de semana entre sus acolchadas cobijas. Así es, justamente como hoy. Sábado, casi las siete y media de la noche y apenas se está despertando. ¿Qué buena vida la del rico, no?

-A que no adivinas, mocoso -frunce los labios, acariciándose la barbilla con exageración como si de repente estuviéramos en alguna novela en blanco y negro y él fuese el mismísimo Sherlock Holmes resolviendo algún caso misterioso. Ruedo los ojos con fastidio; ja, el único caso "misterioso" que ha resuelto fue cuando me comí el Gansito que dejó en la nevera.

-Ya sé. ¿Por fin descubriste el uso del agua y el jabón?- ¿Perdona? Abro la boca ofendida, ofendidísima.

-Primero que nada, yo me baño todos los días, que te quede muy clarito- Elías murmura un "Sí, por supuesto" acompañado de una tos sarcástica. Decido ignorarlo por el bien de mi salud mental. Mami le lanza esa mirada filosa que todo hijo conoce; sí, esa que grita: ¡Terreno peligroso!

-En fin, lo que te quería decir es que lo conseguí, ¡me dieron la beca! -mamá y yo gritamos nuevamente, eufóricas, dando saltos como si nos hubiéramos ganado la lotería. Elías se cubre los oídos con las manos, casi dando la sensación de que somos alguna clase de banshees empeñadas en atormentarlo. Dejándose caer en el sillón como un saco pestilente de malhumor, nos lanza una fea, feísima mirada.

Festejo sin darle importancia a su malhumor; nada, absolutamente nada, arruinará mi felicidad.

Mamá me envuelve en un abrazo efusivo y, como es de esperarse, sus ojos están empañados en lágrimas.

-¡Mi pequeña bebé lo logró! -exclama, moqueando y riendo (una rara combinación, si me lo preguntas). Sonrío, divertida; mamá es de esas personas que lloran por todo y por nada.

Ella y yo no solo somos gemelas del drama; dicen por ahí las malas lenguas que somos como dos gotas de agua, desde los ojos marrones hasta el cabello rizado. Aunque, si soy honesta, lo que más nos hace parecidas son los gestos, la forma de sonreír, incluso cómo fruncimos el seño... O al menos eso es lo que dice la tía Rubí.

-Entonces... ¿eso significa que puedo quedarme con tu habitación? -suelta el muy descarado de Elías. ¿Acaso no le basta con tener la habitación más grande? ¿Qué quiere? ¿Volverla la mía, su búnker personal, su guarida secreta? Ja, no, gracias; eso solo pasará en sus sueños. Mi habitación es mía y solo mía. (Aunque si Batman me pide matrimonio lo reconsideraría.) Me volteo hacia él fingiendo una sonrisa angelical que no engaña ni a la abuelita de la esquina.

-Por supuesto -digo pausadamente-. Su rostro se ilumina más que un farol gigante. -Que no -su sonrisa decae lentamente-. Con toda la dignidad que tiene (y créanme que es poca), me saca el dedo medio. Me río en su cara; sí, soy malvada. (Inserto aquí risa malévola.)

Se levanta rápidamente del sillón y se coloca en guardia; yo lo imito al instante. Y así, con toda la seriedad de dos niños de kínder, empuñamos nuestras espadas invisibles dando inicio a la batalla.

Mamá se aparta, observándonos como si se estuviera planteando seriamente darnos en adopción. Muy tarde, mamita, muy tarde.

—Creo que no tomé suficiente ácido fólico en el embarazo -susurra-. Sus palabras me frenan en seco. Okey, estamos medio chiflados, pero es evidente que es algo de familia.

Elías (que, de por sí, es un tramposo) aprovecha mi distracción para asestarme un golpe certero.

-¡Touché! -grita fuerte y claro, apuntándome el hombro con su "espada" imaginaria-.

-Guerrera caída... Repito... ¡Guerrera caída! -declara entre gritos, dejándome caer al suelo tal cual lo hizo Aurora ante el hechizo de Maléfica. Sí, amo las películas de Disney; no se atrevan a juzgarme.



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En el texto hay: comedia romantica, drama, amojuvenil

Editado: 06.11.2025

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